Mientras que para la construcción del metro ya se tienen los recursos y estudios avanzados, la idea de hacer un tranvía por la Séptima, que es ambientalmente amigable pero mueve menos pasajeros por hora que un TransMilenio, es solo una idea.

BOGOTÁ

¿Metro, tranvía o los dos? Puja de prioridades para la movilidad de Bogotá

La idea del alcalde Gustavo Petro de construir un tren ligero por la Séptima es buena, pero mientras se hacen los estudios y se define su financiación, la prioridad es el metro y el SITP.

31 de marzo de 2012

Bogotá es un deseo llamado metro. Desde hace más de medio siglo varios gobernantes han hablado de construirlo, pero se han quedado en estudios y más estudios que no han permitido que una metrópoli de casi 8 millones de habitantes tenga un sistema de transporte acorde con su tamaño.

Y este sueño parece alejarse. Esta semana el alcalde Gustavo Petro habló con claridad, como muchos lo estaban pidiendo, de lo que piensa hacer para solucionar los graves problemas de movilidad, pero también dejó nuevas dudas. Petro reconoció que quiere seguir adelante con el desarrollo de un sistema multimodal de transporte público en el que las personas puedan ir de un lado a otro usando buses, TransMilenio, metro, cables (teleféricos) y un nuevo elemento que ahora aparece como su prioridad: el tranvía, que bautizó como metro ligero y que sería, según él, el sistema ideal por la carrera séptima. El problema es que al hablar de la forma como lo financiaría, habló de la posibilidad de cobrar valorización.

Y frente al metro, dijo que sí lo iba a hacer, pero como hasta el momento no se han contratado los estudios de detalle, que podrían tardar unos diez meses, Petro le pidió al Concejo que los 800.000 millones de pesos aprobados para la administración Moreno para financiar la megaobra podrían usarse primero para sacar adelante el tranvía, mientras que en 2013 o 2014 la construcción del metro comience a exigir el giro de recursos por parte de la ciudad.

Sin duda la propuesta del tranvía es atractiva y qué bogotano no quisiera verlo rodar, como lo hacen cada vez en más ciudades de Europa, por la vía insigne de la capital. Pero si algo ha quedado claro desde que la movilidad se convirtió en un caballito político y no en una discusión de técnicos, es lo difícil de echar a andar este tipo de sistema. Los cuatro años de la administración Moreno se fueron en hacer los estudios para definir cuáles corredores requerían metro u otro sistema, así como a trazar la primera línea, pero ahí se quedó parado. La paradoja es que mientras que el gobierno de Uribe no le marchó para avanzar en su diseño definitivo y construcción, ahora es la Alcaldía de Bogotá la que no quiere marcharle al gobierno Santos en su intención de hacer de verdad el metro, para el que hay asignados entre 2016 y 2032, cerca de 3 billones de pesos. Algo similar le pasó al anterior gobernador de Cundinamarca, Andrés González, quien dejó en el papel lista la construcción del tren de cercanías, pero ahora a su sucesor, Álvaro Cruz, no le convence.

El alcalde tiene su idea, pero antes de que se pueda poner el primer riel, se requiere surtir un largo proceso que permita determinar el recorrido, las estaciones, el tipo de vagón, los cruces, la demanda y el precio de la obra, entre muchos otros. Estructurar un trabajo de estos, abrir licitaciones y contratos toma tiempo. A esto se suma que sobre la séptima hay dos contratos, uno de construcción de la troncal light y otro de operación, que deben ser ajustados a los nuevos deseos del alcalde, para evitar demandas multimillonarias.

Y lo otro es la financiación. La del metro y la del Sistema Integrado de Transporte está ya lista. La del tranvía no, lo que obliga al alcalde Petro a convencer, con estudios serios y avanzados, que se desvíe los recursos del metro. Lo otro es con recursos propios, que la ciudad no tiene, o con valorización o endeudamiento, que deben ser autorizados por el Concejo. Todos los caminos apuntan a un largo trecho, que sin duda, va a tomar tiempo.

Petro quiere, como otros alcaldes, dejar su impronta en la ciudad. Es más fácil dejar en construcción o andando un tranvía que un metro, pues su construcción es rápida, eso sí, sabiendo que mueve muchos menos pasajeros que un TransMilenio por hora. Durante la administración de Ernesto Samper, a través del Acuerdo de Monserrate, el gobierno le entregó a Bogotá la plata para hacer la primera línea del metro, pero Enrique Peñalosa prefirió, como dirían los planeadores gringos, the second best. El alcalde debe demostrar que el tranvía no va a sepultar por otra generación la inaplazable construcción del metro.