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A partir de esta semana los parlamentarios andarán armados con pistolas y subametralladoras. ¿Necesitan más polígono o más ideas?

24 de septiembre de 2004

Mientras la sociedad clama porque se desarmen los más de 25.000 miembros de los grupos armados ilegales en el país y en las principales ciudades colombianas se adelantan campañas para que la gente se abstenga de portar armas, en el Congreso se reparten pistolas y subametralladoras para los padres de la Patria.

Desde esta semana la mesa directiva de la Cámara de Representantes empezará a distribuir pistolas Smith & Wesson y subametralladoras MP-5 entre sus miembros. Pero no es la primera vez que en el Congreso se entregan armas. El año pasado la presidencia del Senado también las repartió entre algunos de sus integrantes, tras argumentar que era necesario mejorar las medidas de 'autoprotección' de sus integrantes.

Las armas por repartir fueron compradas por el Congreso en 1998. En ese entonces se firmó un convenio con el Fondo Rotatorio de la Policía para adquirir camionetas, dotación para escoltas, 150 pistolas de 9 mm y 45 subametralladoras por un valor cercano a los 4.000 millones de pesos. Y a pesar de que el Fondo Rotatorio exigió 422 millones adicionales para la legalización de las armas, sólo en marzo de este año el representante Alonso Acosta pudo concluir el trámite.

Por eso Zulema Jattin -actual presidenta de la Cámara- es la encargada de entregar en los próximos días las armas a los representantes. Y para garantizar algún nivel de responsabilidad en su uso, hará firmar a sus colegas un acta de compromiso en la que se hace explícito que "tanto el porte como la custodia serán responsabilidad exclusiva de cada representante, a quien se entrega con su respectivo salvoconducto".

Aunque representantes como Gina Parody, Luis Fernando Velasco y la misma Zulema Jattin no están de acuerdo con que los congresistas reciban armas para su porte personal, la mayoría ha anunciado que las aceptará. Entre los que han solicitado subametralladoras están Wilson Borja, Rocío Arias, Venus Albeiro Silva, Eleonora Pineda y María Isabel Urrutia. Y las justificaciones que dan los peticionarios para aceptar el arsenal son dos. Primero, que su esquema de seguridad está mal dotado y que necesita algo más que revólveres. Segundo, que su situación de alto riesgo les hace más necesario estar dotados para defenderse de potenciales atentados contra su libertad o su vida.

Pero de lo que no parecen caer en cuenta los parlamentarios es que el salvoconducto saldrá a nombre de ellos y, además, este documento es intransferible. Por eso, al recibir las armas a su nombre no podrán entregarlas a los escoltas. A esto se suma el hecho de que portar armas no necesariamente brinda mejores condiciones de seguridad a quien las lleve consigo. Difícilmente un arma puede defender a alguien de un secuestro o un atentado, y por el contrario, puede aumentar los riesgos para su vida. "Si Ingrid Betancourt hubiera estado armada, las cosas no habrían sido muy diferentes. De pronto, habrían sido peores", señala Gina Parody.

Aun cuando el director de servicios especiales de la Policía, el coronel Álvaro Becerra, justifica que los congresistas carguen armas como medida de "autoprotección" y señala que "manejar un arma no es nada complicado", lo cierto es que si las personas no tienen cierta destreza usándolas, pueden aumentar los riesgos para su propia vida. Y un curso de polígono no puede evitar este peligro, mucho menos cuando se promueve el porte de subametralladoras MP-5, que no son de precisión y que pueden llegar a disparar 60 balas por segundo.

Para algunos, como el presidente del Senado, Luis Humberto Gómez Gallo, "las amenazas a los congresistas son las que justifican que tengamos más derecho de cuidarnos". Nadie niega los riesgos de los parlamentarios, pero lo que se espera de los padres de la Patria es que enfrenten las amenazas con esquemas de protección sofisticados que les brinde el Estado. La defensa de los congresistas debe quedar en manos de profesionales de la seguridad y no en las manos inexpertas de parlamentarios cuya misión en la sociedad es promulgar leyes que ayuden a convivir en sociedad y no mantener el dedo engatillado en un arma temblorosa. Los congresistas no necesitan puntería ni polígonos sino ideas y argumentos.

Con medidas como esta, en Colombia las estrategias de desarme no serán legítimas y la política nunca logrará ser todo lo que por sentido común se opone a la violencia.