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Modelo para armar

Con una nueva metodología y alrededor del modelo económico y social gobierno y guerrilla inician, ahora sí, la discusión sobre los temas sustantivos.

28 de febrero de 2000

Un año despues de iniciadas las conversaciones entre las Farc y el gobierno nacional fue posible llegar a un acuerdo sobre el primer punto a tratar. A ese ritmo el décimo punto de la agenda sería considerado en 2009. Sin embargo el gobierno acordó con las Farc un plazo de seis meses para tratar cada uno de los tres grandes temas en que dividió la agenda original —que tenía 12 puntos—, con lo cual el presidente Andrés Pastrana podría, en un escenario evidentemente optimista, cerrar su mandato con la firma de un acuerdo de paz inicial con las Farc.

En efecto, en la reunión realizada el sábado en Los Pozos, vereda del municipio de San Vicente del Caguán, gobierno y guerrilla dieron a conocer la nueva agenda agrupada en tres grandes temas. El primero, con el cual se iniciarán los diálogos, será la estructura económica y social del Estado. El segundo los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y las relaciones internacionales. Por último guerrilla y gobierno hablarán de los temas de democracia y estructura del Estado.

El primer tema de la agenda reúne materias como la política agraria, el medio ambiente, los recursos naturales, la política social y el modelo económico.

Con este nuevo acuerdo sobre procedimiento el gobierno muestra tres logros importantes. El primero está relacionado con los plazos de discusión y la agrupación temática en estos tres grandes grupos. Por primera vez la metodología de debate planteada pone un plazo a las negociaciones. Es evidente que ese plazo será rebasado por la realidad, pero la inexistencia del mismo era percibida por la opinión como un motivo más para la desconfianza y permitía llevar a cabo cálculos que situaban un eventual acuerdo de paz en cualquier fecha cercana al fin de la primera década del siglo.

El segundo logro del gobierno en esta oportunidad es el de haber dejado consignada la voluntad de las partes de avanzar en la negociación generando “hechos de paz”. No parece gran cosa pero en el fondo es una invitación al cese de hostilidades y al fin del secuestro y de las pescas milagrosas, lo cual resulta vital para crear un clima propicio para el éxito de la negociación. Gobierno y guerrilla saben que la negociación en medio de la guerra les permite lograr en el combate lo que no se logra en la mesa, pero saben también que el combate erosiona el apoyo popular a los diálogos.

Si bien es cierto que la guerrilla ha dicho en distintas oportunidades que el cese del fuego sólo sería posible al avanzar en un “alto porcentaje” de los puntos de la agenda, la tregua realizada en diciembre y el acuerdo de ofrecer, de manera bilateral, gestos de paz, abren la esperanza para que la negociación no se lleve a cabo en medio de la guerra sino en un clima más propicio para la paz.

En tercer lugar hay un punto trascendental que se convierte en una señal muy importante para la opinión nacional e internacional. Se trata de la decisión de avanzar hacia la construcción de un modelo económico y social desarrollado “a la manera colombiana”, dentro de “un mundo globalizado”, “dejando de lado los modelos radicales”. Las palabras de Alfonso Cano, para dejar en claro que las Farc buscan “el socialismo para Colombia” y la consignación por escrito del rechazo a los modelos radicales, pretenden vencer resistencias entre los opositores a un acuerdo de paz con la insurgencia.

Por último, no hay duda que de esta manera Víctor G. Ricardo logró destrabar el inicio del proceso, con lo cual, una vez más y a pesar de las evidentes antipatías que genera el Alto Comisionado, demostró que es capaz de resolver los conflictos periódicos propios de un proceso de esta naturaleza. Esto fortalece la posición de quienes quieren que Víctor G. siga en su cargo a pesar de los crecientes rumores de que se retiraría y sería reemplazado por Camilo Gómez, secretario privado de la Presidencia.

Todo esto sucedió en la Villa Nueva Colombia, en las instalaciones que recorrió en un acto simbólico de inauguración, hace pocos días, el jefe de las Farc, Manuel Marulanda Vélez. Allí se llevarán a cabo los diálogos y las llamadas Audiencias Públicas, a las que asistirán desde mediados de febrero invitados por las partes para enriquecer el temario en discusión.



El talón de Aquiles

Sin embargo el éxito más importante del gobierno en el tema de la paz puede convertirse en la amenaza principal a un avance significativo en los acuerdos.

Es evidente que lo que hace un año preocupaba a la oposición y a la opinión especializada hoy pareciera no ser motivo de conflicto. En esa época el debate se centraba sobre la conveniencia o inconveniencia de la zona de despeje. Hoy apenas si se habla del tema y la zona de despeje no es sólo una realidad indefinida: es el lugar adonde irán los colombianos a exponer sus ideas sobre los temas de negociación.

Lo mismo sucede con temas como el dominio general de la guerrilla en los municipios de la zona de distensión y su relación con las autoridades civiles de la región. Hoy nadie trata el asunto y se da por hecho que el poder de la presencia armada de la guerrilla en estos cinco municipios acalla, por sí sola, cualquier cuestionamiento a su ejercicio del poder. Igualmente se da por hecho que altos funcionarios del Estado deberán ir a la zona a exponer sus opiniones sobre la realidad nacional, su sector y las políticas que se encuentran en marcha.

A su vez, la opinión pública ha aceptado que la negociación se dé bajo el fuego, lo cual marca una notable diferencia con procesos anteriores, sobre todo con lo ocurrido con la administración Gaviria cuando el equipo oficial de negociación se vio obligado a suspender las conversaciones ante el asesinato de Argelino Durán Quintero por un grupo disidente del EPL.

Como si lo anterior fuera poco, toda oposición o crítica al proceso ha sido acallada de manera eficaz. Guerrilla y gobierno han utilizado una estrategia de ‘macartización’ a quien alce la voz en contra del proceso o de aspectos parciales del mismo. Como enemigo de la paz puede ser estigmatizado todo aquel que no se sume a la euforia propia de un proceso que avanza con éxito.

Pero lo que pareciera ser un conjunto de fortalezas del proceso —un consenso aparente sobre sus bondades, un mandato tácito al equipo negociador a pesar de su escasa representatividad, la ausencia de un debate público sobre la estrategia de negociación— es también su mayor debilidad. No hay duda que la falta de una plataforma amplia de consenso le da un piso frágil a los acuerdos.

A pesar de que las Audiencias Públicas están diseñadas “para meterle pueblo al proceso” al decir de uno de los negociadores de la guerrilla, la verdad es que no parecieran estar diseñadas para ampliar la base de consenso político en torno del proceso.

Por fuera del diálogo está buena parte del Partido Liberal y, aunque suene paradójico, sólo la guerrilla puede subsanar ese problema. Lo mismo ocurre con sectores independientes liderados por la ex candidata Noemí Sanín, Antonio Navarro y el ex alcalde Antanas Mockus. Esta es una amenaza real a los acuerdos entre el gobierno y la guerrilla.



El Estado de la Unión

Mientras todo esto ocurre ambas partes se preparan para la guerra. Esta es la más grande paradoja del proceso de paz. Las Farc utilizan la zona de distensión para entrenarse y armarse. Desde allí salen tropas con objetivos militares precisos. Buena parte de los ataques realizados por las Farc a poblaciones desde hace un año ha sido llevada a cabo por guerrilleros que han salido de la zona de despeje y que han vuelto a ingresar a ella.

Por su parte el gobierno está a punto de lograr lo que es, sin duda, el apoyo estratégico más importante que ha tenido en su enfrentamiento con las Farc desde hace 40 años, aunque se trate de ayuda militar antinarcóticos.

La ayuda norteamericana, que cuenta con un consenso bipartidista en Estados Unidos y con el impulso decidido del presidente Bill Clinton, está dirigida a prestarle apoyo militar a la Policía Antinarcóticos en Putumayo y Caquetá. Es decir, servirá para atacar el Bloque Sur y para golpear el centro de finanzas más importante que tienen las Farc.

Hay quienes consideran que un paquete semejante constituye una amenaza para la paz, una señal de guerra y no un gesto de acompañamiento a un proceso de diálogo. Pero con esta muestra de realpolitik que le permitió reforzar su ‘capacidad de garrote’ el gobierno de Pastrana ha ganado el espacio político que le faltaba para su estrategia de paz.

En el fondo el Plan Colombia le ha permitido al presidente Pastrana insistir en un proceso que, para muchos, acusaba una debilidad de negociación palpable por parte del gobierno. Hoy este último ha logrado tranquilizar a quienes consideran que no es posible hacer concesiones sin fortalecerse para la guerra. Sin duda el Presidente está haciendo ambas cosas de manera simultánea. Como quien dice, por primera vez y a la manera de la guerrilla, el gobierno se está enfrentando a la negociación con una buena combinación de formas de lucha.