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MORIR PORQUE SI

Lucas Mauricio Delgado fue linchado a patadas por un grupo de muchachos 'bien' en una calle de Bogotá. Semana revela detalles desconocidos del crimen

23 de marzo de 1998

La silla en la que se sentaba Lucas Mauricio Delgado González en un salón de décimo grado del Colegio de la Contraloría continúa vacía. Sus compañeros de clase no han querido ocuparla, y van a dejarla así por mucho tiempo, para demostrar su rechazo a la violencia absurda que acabó con la vida de su amigo. Lucas murió el pasado 10 de febrero en el Hospital Simón Bolívar de Bogotá, luego de permanecer tres días en coma a consecuencia de los golpes que recibió en la cabeza en una pelea en la que no participó, no conocía a nadie y en la que no tenía por qué haber estado.
Lucas Delgado tenía 15 años, una hermana de 14, una novia de barrio y vivía con su familia en un apartamento de Suba, al noroccidente de Bogotá. Sus padres y sus profesores lo recuerdan como un estudiante normal, muy bueno en español e inglés y muy flojo en matemáticas. "No era el más brillante de la clase pero tampoco era el más tonto. Era un alumno cálido que se interesaba mucho en los derechos humanos y en la materia de resolución y manejo de conflictos desde la no violencia", dijo Fernando Carrillo, uno de los profesores de ese tema en el colegio.
Sus otras aficiones eran la Coca-cola, las películas de acción, los dibujos animados, las computadoras y los deportes. Practicaba la natación, el baloncesto, el voleibol, el tenis, el ping-pong y hacía caminatas ecológicas. Pero lo que realmente lo apasionaba era el patinaje extremo. Sus compañeros dicen que dominaba perfectamente los patines y que con ellos hacía todo tipo de piruetas en la rampa del conjunto residencial donde vivía, al ritmo de la música rap. En los últimos meses estaba tan obsesionado con esta disciplina que había hablado con varios de sus amigos de la posibilidad de crear un club de patinaje en el colegio. En consecuencia con su espíritu deportivo no tomaba alcohol, no fumaba y no consumía drogas. "Yo sé que siempre dicen que todos los muertos son buenos pero el mío era bueno de verdad", sostuvo Marcela, la mamá de Lucas.
El sábado 7 de febrero Lucas le pidió permiso a sus papás para ir con un primo de su edad, recién llegado de Estados Unidos, a un bar. Era su primera salida solo. Unas horas antes de salir, visitó a otro de sus primos que vive a tres cuadras de su apartamento, le entregó un buzo con el escudo del club Los Millonarios y acordaron verse al día siguiente en el estadio para observar el partido entre el equipo capitalino y el Atlético Nacional. Lucas tenía muchas ganas de ir a este juego, tantas que había ahorrado toda la semana su mesada para poder comprar boletas para la tribuna de occidental general de El Campín. Al primo, de 15 años, se le quedó grabada la escena en la que vio por última vez a Lucas: "Nos despedimos abrazados como nunca lo habíamos hecho".

Rumbo norte
Hacia las ocho de la noche Lucas se fue con su otro primo, el 'gringo', a un sitio aún no determinado por sus padres. Luego se fueron a Villa del Prado, un barrio de clase media del norte de la ciudad, a la casa de la familia del primo, donde Lucas iba a quedarse como tantas otras ocasiones. A la una de la mañana Marcela llamó a su hijo al celular que le había prestado. El le dijo que ya estaban en Villa del Prado y que se iban a estar un rato en el parque principal del sector, conocido comúnmente como 'Miguelito'. Ella le pidió que no se demorara y que tuviera cuidado.
Más o menos hacia la misma hora tuvo lugar una fiesta en uno de los conjuntos cerrados de San José de Bavaria, un barrio de clase media alta que limita por el occidente con Villa del Prado. De acuerdo con las investigaciones hubo un roce entre un grupo de Villa del Prado _liderado por dos hermanos menores de edad_ y algunos de los jóvenes asistentes a la reunión. Las autoridades que investigaron el caso lograron establecer que los roces comenzaron porque los de Villa del Prado llegaron con un grupo de colados, pero el florero de Llorente fue una violenta discusión por una jovencita. Los ánimos fueron calentándose a tal punto que el dueño de la casa tuvo que interenir para impedir el inminente choque.
Después de este incidente la fiesta terminó y los asistentes comenzaron a marcharse. Primero salió un grupo de San José de Bavaria; unos minutos más tarde, el de los hermanos de Villa del Prado. En la puerta del conjunto, según las autoridades, siguieron insultándose y luego hubo un intercambio de golpes en el que el último grupo llevó la peor parte.Ante el escándalo algunos de los vecinos llamaron a los policías del CAI más cercano, ubicado unos metros más abajo del puente de la calle 170 con autopista."Llegamos al lugar de los hechos y había un grupo de monitos, unos cinco o seis, discutiendo contra otro grupo que salía de la casa. Siguieron insultándose y nosotros intentamos separarlos. De un momento a otro alguien del grupo de la casa le dio un golpe a uno de los monitos y se iba a armar una pelea grande", dijo uno de los agentes que atendió el caso. Los policías les advirtieron que si no se iban, todos pasarían la noche en una estación. Los hermanos se montaron en un Lada rojo y se fueron. El otro grupo, al que se unieron más muchachos, se quedó otro rato y luego partió hacia una casa cercana. Los agentes pensaron que se trataba de otra pelea de 'gomelitos' y cuando los bandos partieron, ellos hicieron lo mismo.
Pero los hermanos de Villa del Prado no quedaron tranquilos. Con el fin de tomar venganza, se fueron al parque 'Miguelito', donde normalmente se reúne un grupo numeroso de muchachos, a buscar refuerzos. Allí, según las averiguaciones de la Policía, había tres grupos, en uno de los cuales estaban Lucas y su primo. Después de ver el mal estado en el que llegaron los hermanos y de oír su pedido de ayuda, un joven ofreció su automóvil Mazda para llevar a quienes quisieran participar en la revancha.Lucas, según su primo, se montó en uno de los carros aunque no conocía a nadie. Roberto Dager, rector encargado del Colegio de la Contraloría, piensa que Lucas _con quien tuvo una relación cercana_ fue a la pelea con el propósito de mediar en el conflicto, tal y como lo había aprendido en el colegio. Al fin y al cabo, el joven siempre fue reconocido por sus amigos como una persona extremadamente pacífica.
Los dos carros repletos de jóvenes se dirigieron hacia San José de Bavaria, dieron varias vueltas por el sector buscando a los muchachos que les habían pegado y en una calle los encontraron conversando tranquilamente al frente de una casa. Quienes participaron en el último round de la pelea, que se desarrolló en una hora todavía no especificada de la madrugada del domingo, dicen que los de Villa del Prado se bajaron furiosos a atacarlos. Lucas y otro joven bajito se quedaron parados al lado de los carros mirando lo que sucedía.
Confusión fatal
Lo que vino después, según las investigaciones de las autoridades, fue un intercambio de golpes y piedras de aproximadamente tres minutos. La gente del Mazda, para proteger el vehículo que era del padre de uno de ellos, decidió abandonar la pelea. Con ellos se fueron otros de los presentes, y los hermanos, viéndose en desventaja numérica, decidieron seguirlos. En esa confusa huida, según el abogado de la familia Delgado, Ernesto González, Lucas quedó paralizado, reaccionó e intentó subirse a uno de los vehículos pero recibió un ladrillazo, cayó al suelo y quedó completamente indefenso. Ahí lo dejaron. En el camino uno de los hermanos gritó: "¡Se quedó uno, se quedó uno!".
A Villa del Prado llegó el grupo derrotado sin Lucas y cada quien siguió su camino. El primo de Lucas, al no verlo, se asustó y convenció a un amigo que tenía una camioneta para que fueran a buscarlo. Fueron al callejón donde se había desarrollado la pelea y comenzaron a llamarlo a gritos. Lucas estaba tendido en el suelo. Al oírlos se acomodó, ellos lo vieron y se acercaron a auxiliarlo. No podía hablar y tenía los ojos cerrados por los golpes. Lo único que hizo fue apretar con fuerza la mano de uno de los muchachos. El domingo a las 4:45 de la mañana Lucas ingresó al hospital Simón Bolívar con el cráneo fracturado. Los médicos que lo revisaron no encontraron heridas de defensa en ninguna parte de su cuerpo, lo cual, según ellos, quiere decir que no agredió a nadie. En los exámenes médicos que le practicaron tampoco hallaron rastros de alcohol o de droga en su sangre. Cuando Mauricio y Marcela, sus padres, ingresaron en el hospital Lucas ya estaba inconsciente. Ese día lo operaron dos veces. El lunes a las 11:30 de la mañana el médico que lo atendía le dio a la familia Delgado González un dictamen fatal: la muerte cerebral de Lucas. El martes a las ocho y media de la mañana el joven patinador falleció.
Las honras fúnebres y el entierro de Lucas, vestido con su equipo completo de patinaje, se celebraron el jueves 12 de febrero y fueron conmovedores. Sus compañeros deportistas se uniformaron y siguieron en patines la carroza mortuoria dentro del cementerio. Cada uno echó una palada de tierra a la tumba. Dos días después del entierro las autoridades habían logrado establecer qué había pasado y la identidad de los asesinos del menor. Durante cinco días hicieron labores de inteligencia para estar seguros y, para su sorpresa, descubrieron que los autores del crimen no eran pandilleros. El jueves de la semana pasada la Policía capturó a cuatro personas: tres menores de edad, estudiantes de prestigiosos colegios de la capital, y un hombre de 19 años. Este ya se encuentra recluido en la cárcel La Modelo. Los otros, debido al sobrecupo en los centros de reclusión de menores, quedaron por el momento bajo la custodia de sus padres. De ser hallados culpables podrían enfrentar una pena hasta de 40 años de cárcel.
Según las autoridades, este caso debe poner a pensar a los educadores, a las familias, y a la sociedad en general sobre qué está fallando en su interior. Esto, que haya una reflexión, es lo que quiere Marcela, la mamá de Lucas: "Yo no quiero venganza pero sí justicia para que estos muchachos aprendan que no se puede jugar así con la vida, con su propia vida. Porque ellos, con lo que hicieron, destrozaron su propia vida. Queremos evitar que cada 15 días haya un Lucas y una familia destruida como la nuestra".