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MUCHO TILIN TILIN...

A pesar de las repercusiones internacionales, el gobierno prefirió sacrificar la venta de Cementos Paz del Río a cambio de una fórmula que le daría un aire nuevo a la siderúrgica del mismo nombre.

22 de enero de 1996

A MEDIADOS DE LA SEMANA pasada todo era expectativa en la Bolsa de Bogotá. Los operadores del mercado estaban pendientes de lo que iba a ocurrir con lo que habría podido convertirse en el negocio del año: la compra del 80 por ciento de Cementos Paz del Río por parte de la mexicana Cemex, por un valor superior a los 100 millones de dólares. Todo indicaba que el grupo azteca tendría que competir con el Sindicato Antioqueño, dueño de parte de la cementera, que no tenía intenciones de permitirle a los extranjeros tomar el control de la empresa.
La tan anunciada puja era el resultado de meses de análisis y miles de horas de trabajo de financistas, abogados y especialistas en el tema. Era además la primera vez en la historia del país que se iba a hacer uso en esas magnitudes del mecanismo de oferta pública de adquisición de acciones que es usual en otras partes del mundo. Como sucede siempre que se abre camino, en los últimos días habían aparecido problemas y dudas de tipo operativo que se creían superables. A mediados de diciembre el presidente de Cemex, Lorenzo Zambrano, había visitado Colombia y después de reunirse con sus asesores y con diversos representantes del gobierno había quedado convencido de que ciertas modificaciones a los reglamentos eran posibles. No obstante, el primer anuncio de problemas se escuchó cuando el Sindicato Antioqueño le hizo saber a la Superintendencia de Valores que no era aceptable ningún cambio.
La actitud del grupo colombiano era, de alguna manera, predecible. Cuando a mediados de la década pasada había comprado Paz del Río lo había hecho más por la operación cementera que por la siderúrgica y ahora, con esta última en problemas, corría el riesgo de quedarse con el hueso y ver partir la joya de la corona. El punto central del negocio era un paquete por el 42 por ciento de las acciones de Cementos que la acería le había entregado a una fiduciaria, garantizando varios créditos con entidades financieras. De tal manera, mientras Cemex y sus representantes argüían que la venta de las acciones era el camino para salvar la acería, pues se les pagaba a los bancos y sobraba dinero, la contraparte le hizo saber al gobierno que de triunfar el grupo mexicano la liquidación de Acerías Paz del Río quedaría sellada.
El gobierno aprovechó la coyuntura para hacerle saber al Sindicato Antioqueño que necesitaba un compromiso formal de salvamento de la siderúrgica. En consecuencia, a comienzos de la semana pasada se expidió un documento según el cual el Sindicato acepta capitalizar a Acerías en 40 millones de dólares y asume pasivos adicionales por 25 millones de dólares. Por su parte el gobierno a través del IFI compraría 20 millones de dólares en acciones de Paz del Río y prestaría 20 más. "Con 105 millones de dólares, con diversas concesiones de los trabajadores, con la venta de algunos activos y con el esfuerzo de los demás acreedores, la siderúrgica sale al otro lado", le dijo a SEMANA un vocero oficial.
Pero para forzar al Sindicato, el gobierno mantuvo hasta última hora el garrote. El problema es que todo se realizó a las espaldas de Cemex, que seguía creyendo en la bondad de su oferta. El primer anunció de que algo iba mal se dio el miércoles 20 cuando la Superintendencia de Sociedades negó el permiso para vender el paquete en fiducia, alegando que éste formaba parte del concordato en que se encuentra Acerías. Y aunque los mexicanos estaban dispuestos a comprar otro pedazo, era evidente que no iban a lograr la mayoría sin que se destrabara la venta del 42 por ciento.
Un nuevo intento fracasó al día siguiente. A pesar de que se llegó a ofrecer el 37 por ciento de las acciones, Cemex decidió retirarse del proceso. Gustavo Caballero, el número uno de las finanzas de la cementera mexicana, dijo a SEMANA que "lo sucedido causa una mala imagen internacional. Nosotros hicimos todo de frente, pero no se dejó que operara el mercado y la verdad es que estamos defraudados. Nuestra oferta servía para sacar adelante a Acerías Paz del Río, pero sentimos que el Sindicato Antioqueño fue el principal obstaculizador del proceso".
Y es que para nadie es un misterio que lo que estaba detrás del negocio era ayudarle a Acerías Paz del Río a salir de su situación. Aunque Cemex hizo una propuesta en tal sentido, el gobierno se mostró más tentado por la del conglomerado paisa, aunque días antes había celebrado la intención de los mexicanos de vincularse al país. Sean cuales fueren sus razones, lo cierto es que el mal sabor quedó, y la sensación que tienen muchos operadores del mercado es similar a la que expresó el presidente de la Bolsa de Bogotá, Carlos Caballero, "el gobierno no entendió en qué liga estaba jugando".