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Juan Mario Laserna falleció a los 49 años. | Foto: SEMANA

OBITUARIO

Adiós al gran economista, político y periodista

Juan Mario Laserna, exsenador, ex codirector del Banco de la República y consejero editorial de la revista Dinero murió este domingo en un lamentable accidente de tránsito, a sus 49 años.

24 de julio de 2016

Transcurría la tarde de este domingo cuando se conoció la noticia en Bogotá. En la consternada redacción de la revista Dinero -que se reunió de urgencia- nadie podía aún creer que su consejero editorial Juan Mario Laserna ya no estaría más al frente de una de las publicaciones económicas más leídas del país.

Fue allí donde, en los ultimas años, contribuyó con sus respetadas posiciones y opiniones, que daban fe de su personalidad tremendamente crítica, analítica e inteligente.

También tenían fama sus divertidos apuntes y sus muchas ocurrencias, que lo mostraban como alguien entrañable y noble, aunque también un tanto tímido y reservado.

A las 12:45 p. m. de ese día, Laserna falleció en un lamentable accidente automovilístico cuando se disponía a regresar a Bogotá desde Tolima, tierra de su familia y de su recordado padre, el excelso pensador y político Mario Laserna, fundador de la Universidad de los Andes.

Juan Mario nació en Bogotá el 26 de agosto de 1967. Tenía apenas 48 años y, seguramente, muchos proyectos por emprender. Fue polifacético. Tuvo la enorme capacidad de desempeñarse sobresalientemente en campos tan disímiles como pueden ser la economía, el periodismo y la política.

Se graduó como economista de la Universidad de Yale y, tras graduarse, ingresó al gobierno de César Gaviria para trabajar en su equipo económico y en 1992 fue analista del Consejo Superior de Política Fiscal, en el Ministerio de Hacienda.

Según un perfil suyo publicado en la revista Dinero, allí comenzó a manejar un tema que a lo largo de su vida se convertiría en una de sus principales pasiones: los asuntos militares. Para la época, cursó la especialidad de Gestión Pública en la Universidad de los Andes.

Posteriormente, fue asistente del director del Departamento Nacional de Planeación y promovió la creación de la Dirección de Justicia y Seguridad, de la cual fue su primer jefe de división de Fuerzas Armadas y Policía.

En 1994 se fue a Washington para acompañar al entonces expresidente César Gaviria como su secretario privado en la OEA y un año después ingresó a la Universidad de Stanford, donde cursó un MBA con énfasis en finanzas.

A su regreso al país, en 1998, se vinculó como viceministro de Hacienda y en 1999 se convirtió en el director de Crédito Público, cargo que desempeñó hasta finales del gobierno Pastrana.

Volvió a Washington en el 2003, esta vez como especialista en mercados de capital del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), e hizo un posgrado en Economía y Seguridad de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad John Hopkings.

Quizá, entre muchos otros, su máximo reto fue como codirector del Banco de la República (2005-2009), durante el gobierno de Álvaro Uribe, a donde llegó por cuenta de su amplia trayectoria académica y profesional.

Se mantuvo allí hasta el 2009, cuando decidió aspirar al Senado por el Partido Conservador, posición que alcanzó para el periodo 2010-2014.

Junto con el senador Jorge Robledo (Polo) lideró un debate sobre monopolios y abuso de posición dominante en el sector de las telecomunicaciones, en especial en el mercado de celulares. También fue un veedor permanente del tema del régimen de regalías y se convirtió en un fuerte crítico del proyecto de exploración de oro de La Colosa (Tolima).

Finalmente llegó al periodismo, como consejero editorial de la revista Dinero, publicación donde tuvieron cabida sus afilados editoriales y el análisis de temas macroeconómicos nacionales y temas de coyuntura mundial. También fue comentarista matutino en La FM.

Hoy, ciertamente, deja un profundo vacío en las vidas de aquellos con los que compartió en su vida pública y privada. Sus calidades profesionales y humanas serán gratamente recordadas y extrañadas. Una mente brillante que no se apagara, pese a su ausencia.