Home

Nación

Artículo

MUERTE MISTERIOSA

Versiones sobre la muerte del arquitecto Fernando Herazo

30 de julio de 1984

Para Carmen Sánchez, portera del conjunto residencial "Cajita del Chorro", y para Pablo Gómez, yerno de ésta, no resultaba extraño que Fernando Herazo llegara con amigos la madrugada del 26 de junio. Herazo, un arquitecto cartagenero de 36 años, hijo del Almirante (r) Fernando Guillermo Herazo González, era muy conocido en su barrio por haber sido uno de los más entusiastas gestores de la remodelación de La Candelaria. Incluso había diseñado el conjunto de apartamentos en donde él mismo residía, teniendo como vecinos a artistas y bohemios.
Los porteros de su conjunto residencial se habían acostumbrado a verlo llegar acompañado de amigos, y a veces hasta de desconocidos a quienes invitaba a tomar trago en su apartamento. Pero lo que aquella madrugada molestó a los porteros no fue que Herazo llegara nuevamente acompañado y en "plan de rumba", sino que los llamara para solicitarles el favor de que le ayudaran a conseguir aguardiente. Doña Carmen le dijo que como ya era tan tarde, era mejor que él saliera personalmente a comprarlo.
En efecto, minutos más tarde salió Fernando acompañado por una mujer morena de nombre Elizabeth Caycedo, como se pudo establecer después, y abordaron el carro que había sido estacionado frente al edificio.
Como transcurría el tiempo y Fernando y su amiga no regresaban, los dos hombres y las dos mujeres que se habían quedado en el apartamento, decidieron salir. Minutos más tarde Fernando y Elizabeth regresaron con tres "medias" de aguardiente acompañados de una mujer blanca y dos hombres, a quienes aparentemente habían recogido en el camino.
El carro de Herazo, un Fiat-128 de color negro, habia quedado estacionado al frente del edificio, ubicado en la Carrera 2a N°9-56, y los porteros decidieron dejar la ventana abierta para cuidarlo. De pronto oyeron un ruido y vieron unos muchachos jóvenes tratando de abrirlo. Pablo Gómez salió cuando una patrulla de la Policia Militar que transitaba por el lugar, hizo que los muchachos emprendieran la fuga. "Serían como las 3 y 40 minutos de la madrugada, afirma Pablo Gómez, cuando creimos que por fin podríamos dormir porque don Fernando amanecería con sus amigos. Pero de pronto oímos ruido de gente saliendo del apartamento y vimos que uno de los hombres llevaba la filmadora de propiedad de don Fernando. Cuando les dije que no podían salir llevándose ese aparato ellos salieron a correr. Salí hasta la calle y grité ¡cójanlos! ¡cójanlos!, porque la patrulla estaba todavía por ahí. Esta detuvo a la mujer y a los homhres.
Llamamos a don Fernando, que bajó en medias porque ya se estaba desvistiendo para acostarse. Una de las mujeres, la blanca, comenzó a llorar y a pedirle a don Fernando que la hiciera soltar. La Policía Militar habló con Fernando Herazo y le dijo que tenía que poner el denuncio". Pablo Gómez se ofreció a acompañarlo, pero como pasaban los minutos y no se tomaba una decisión, la Policía Militar parecia dispuesta a soltar a los detenidos. Como Fernando estaba ebrio, comenzó a gritar: "No los suelten, en este país no hay justicia". Los porteros le solicitaron que se calzara y que se fuera con la patrulla. A regañadientes Herazo se puso un zapato y se subió a su propio carro con su perro "Baco", pero partió rápidamente sin dar tiempo a que nadie lo acompañara. Pablo Gómez salió tras el carro cuando oyó unos disparos que provenian de la Plaza de Bolivar. "Ví el carro de don Fernando sobre el andén. Pregunté si estaba herido y me dijeron que estaba muerto".
Según versiones del mismo Pablo Gómez, los policias militares que habian atendido el robo de la filmadora, se hicieron de inmediato presentes en el lugar de los hechos y aclararon ante quienes allí se encontraban que ellos no habían disparado, y que, por el contrario, habian visto cuando un agente que estaba de servicio en el Capitolio lo había hecho. Lo extraño,, comentó Pablo Gómez a SEMANA, es que si los disparos provinieron de las gradas del Capitolio, el vidrio del carro que estaba mirando hacia el lado contrario fuera el que hubiera recibido los impactos de bala. Lo que si reconocieron los policias militares es que antes de que Herazo llegara al Capitolio, y a la altura del Museo Militar, calle 10 con carrera 5a--donde supuestamente hay un retén--, hicieron unos disparos al aire para advertirle a Herazo que iba en contravia. Según el testimonio de Gómez, sin embargo, él no vio ninguna valla que hiciera las veces de retén en dicho lugar. La Secretaria de Información y Prensa de la Presidencia de la República emitió posteriormente un lacónico comunicado en el que se decía: "La muerte del señor Fernando Herazo González, se produjo cuando transitaba a gran velocidad en contravía por la calle 10a.; la PM de servicio en el Museo Militar de la calle 10a. con carrera 5a, trató de detenerlo e inclusive hizo un disparo al aire (...) Los hechos están siendo investigados por las autoridades competentes".
Mientras se establecen las responsabilidades, sólo una cosa queda clara: por ningún motivo se puede justificar el asesinato de un ciudadano indefenso --y menos por la misma autoridad de Policia--, por el sólo hecho de ir en contravía y a gran velocidad. Y aunque la crónica judicial registra todos los días asesinatos en el país, éste caso parece colocarse dentro de las muchas violaciones de las autoridades en contra de civiles desarmados. -