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| Foto: León Darío Peláez

OBITUARIO

Hernán Botero: El hincha ausente del Atlético Nacional

La victoria del equipo verde en la Copa Libertadores recordó el calvario que vivió su presidente, el primer colombiano extraditado a los Estados Unidos.  

30 de julio de 2016

Esta semana que el Atlético Nacional logró su segunda copa Libertadores muchos recuerdan al hombre que nunca pudo verlo campeón del máximo certamen continental. El sueño de Hernán Botero, como presidente de esa institución, siempre fue ver al equipo verde de Antioquia en la máxima cima del futbol de América Latina. Sin embargo, su extradición a Estados Unidos en 1985 y su reciente muerte el pasado 30 de junio le impidieron celebrar las dos máximas victorias del cuadro que dirigió durante 22 años.

La historia de Hernán Botero es una de las más dolorosas del fútbol colombiano. El empresario paisa, uno de los herederos del tradicional Hotel Nutibara, se había convertido en un ídolo en su región por cuenta de haber sacado adelante al equipo verdolaga. Era el dueño mayoritario del Atlético Nacional y durante su gestión logró contratar a varios de los mejores entrenadores y jugadores del continente. En esa lista estuvieron nombres como César Cueto, José Luis Brown, el coco Rossi y el reconocido director técnico Oswaldo Juan Zubeldía, quien acababa de ganar el campeonato mundial de clubes. Con ellos obtuvo los campeonatos nacionales de 1973, 1976 y 1981.     

En ese momento de gloria, la vida le dio un giro de 180 grados. Comenzaba la guerra contra el narcotráfico y el país vivía momentos de tensión con el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, en 1984. Estados Unidos pedía mano dura a Colombia y uno de los frentes de esa batalla era la persecución de los dineros calientes en el fútbol. Después del magnicidio, la justicia de ese país acusó al presidente del Nacional de lavado de activos y pidió su extradición.  Su captura conmocionó a Colombia. En una entrevista con SEMANA, su esposa, Lía Montoya, aseguró entonces que se trataba de una confusión pues las pasiones de su marido eran solo “el fútbol, sus hijos y yo, en ese orden” y su único guardespaldas era “una perrita french poodle”.

Botero fue trasladado a La Picota. La noche del 5 de enero de 1985 un guardia lo levantó de repente y le dijo que lo cambiarían de cárcel. Apenas pudo ponerse la sudadera de Nacional, una de las pocas prendas que atesoraba en ese penal, y salió entre dormido y despierto. No iba para La Modelo, como le habían dicho, sino para Estados Unidos. Fue el primer colombiano extraditado.

Su caso generó una amplia controversia jurídica. En primer lugar porque lo extraditaron por delitos que supuestamente había cometido antes de que entrara en vigencia el tratado de extradición, suscrito por Belisario Betancur con Estados Unidos. En segundo lugar, fue enviado a ese país a responder por conductas que entonces en Colombia no eran consideradas delito, como el “fraude al correo”, la “omisión en el registro de transacciones monetarias” y el “lavado de activos” solo tipificado en el país en 1997.  

Por cuenta de esos delitos lo sentenciaron a 30 años de cárcel. En ese país vivió todo un calvario. Vestía todos los días el uniforme caqui de los penales estadounidenses, doblaba camisas por horas para ganarse unos centavos y dormía en una celda de dos por dos. Por su buena conducta y trabajo, salió libre después de 17 interminables años.

Botero también fue el primer colombiano que regresó al país luego de una extradición. Volvió en febrero de 2002 y se declaró “un chivo expiatorio” del gobierno. Posteriormente demandó al Estado por lo que él consideraba una terrible injusticia. En diferentes entrevistas relató lo que había significado para él ser papá durante casi dos décadas por teléfono, estar separado de sus seres queridos y privado de su mayor pasión, el fútbol. En medio de todo ese dolor, nunca perdió el sentido del humor. “¿Quién creó el sexo? Dios. ¿Quién lo quita? Estados Unidos”, dijo en ese momento.  

A finales del mes pasado, sus múltiples complicaciones de salud lo llevaron a estar varios días hospitalizado en la clínica El Rosario, sede El Tesoro, en Medellín. Allí falleció el 30 de junio. Esta semana cuando su equipo conquistó la Copa Libertadores de América por segunda vez, muchos lo recordaron. Lo mismo había sucedido en 1989 cuando Leonel Álvarez luego de anotar el gol de la victoria le dedicó el triunfo.