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| Foto: Vía Twitter Policía Nacional.

TRAGEDIA

Nala, la heroína de 4 patas que cayó en un campo minado

En sus cuatro años como miembro del equipo erradicador de cultivos de coca, esta labrador dorado encontró más de 50 trampas mortales y evitó que muchos uniformados perdieran la vida. El 16 de diciembre la Policía la despidió en un acto tan solemne como emotivo.

16 de diciembre de 2018

Como todos los días del año, el 15 de diciembre el grupo para la Erradicación de Cultivos Ilícitos de la Policía realizaba su trabajo: un escuadrón de 100 hombres se adentraba en la selva para eliminar la mata de coca de forma manual.

Recorrían la zona en compañía de Nala y Helio, dos perros exploradores cuya misión era detectar los explosivos enterrados, sin embargo a veces la habilidad más certera puede ser falible y esta vez un detonante cobró la vida de Nala

Juan Carlos Campos, el patrullero guía de Nala y su compañero los últimos 4 años, fue uno de los 15 policías que se salvaron con la muerte de la perrita. Al mismo tiempo es, quizá, la persona a la que más le duele su partida. Iban juntos cuando un paso en falso terminó en tragedia.

Nala y Juan Carlos Campos, su patrullero guía. Foto: cortesía.

“Arrancamos a caminar. Cuando eso, 200 metros más adelante sonó la bomba. A ella la explosión la tiró por el lado derecho y a mí por el izquierdo. Ella recibió el estallido. Yo me revisé los pies y las manos, pero no era capaz de pararme. “Estoy muerto”, pensé. Cuando escuché a la perra chillando, como quejándose”, relata el patrullero Campos. Al final de esta conversación dirá que contar el suceso fue una forma de desahogarse.

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Según el teniente coronel César Sarabia Betancur, comandante de la Erradicación de Cultivos Ilícitos en Tumaco, Nariño, arrancar el sembrado de coca es una de las estrategias del gobierno en su lucha  contra el narcotráfico. El centro de operaciones para los demás municipios aledaños a la zona es justamente esa tierra de más de 200.000 habitantes que limita con el Ecuador por el río Mataje.

“Desde Tumaco se lanza toda la operación para los municipios. Este trabajo tiene cuatro fases en el año. Ahorita estamos en El cuarto y último ciclo. En estos ciclos nuestros policías están en la jungla por un tiempo estimado de 75 días”.

Nala y el patrullero Campos llevaban aproximadamente 70 días trabajando en Brisas del Mataje, zona rural localizada a dos horas de la cabecera municipal de Tumaco. “Solo faltaba una semana para sacar al equipo del área” cuando todo pasó.

La operación

En un reporte general, la Policía explica que la operación empezó a las seis de la mañana del 15 de diciembre. El siniestro sucedió alrededor de la 1 de la tarde. A esa hora Campos constataba que Nala estuviera adelante revisando planta por planta. A los 100 hombres los acompañaban dos perros que se turnaban por relevos. 

“Ya llevábamos como 500 kilómetros. Helio fue el primero en inspeccionar. Luego siguió Nala, que andaba suelta. Pero ella paró como si estuviera cansada, pero ella apenas empezaba. Entonces se echó y se acostó. Saqué la cantimplora para darle agua y no quiso recibir. Luego se paró, yo paré y los compañeros preguntaron qué pasaba”, cuenta Campos en un acento santandereano marcado y en todo caso lúcido, pese a haberse visto afectado, en menor medida, en el accidente.

El equipo creyó que Nala sí estaba cansada, pero Campos se preguntaba por qué iba a estarlo. “Yo la consentí y la miré a los ojos. Arrancamos a caminar”. Pocos minutos después de retomar el trabajo explotó la bomba, una que estaba enterrada bien profundo, comenta Campos.

Luego de percatarse de que él no estaba muerto se paró en busca de Nala. “Me paré y ella chillaba, lloraba cada vez más duro. Mi cabo me dijo que no me moviera y llamaron a la persona que desactiva las bombas y revisa el terreno. Yo solo estaba sangrando del oído. ‘Suéltenme’, les decía, porque mi perra chillaba”.

Las palabras salen unas tras otras, con velocidad y acento golpeado. Su relato es cronológico, pero sobre todo, lamentable. ¿Todavía hay minas? ¿Todavía la gente vuela por el aire y pierde sus extremidades? Sí, pero no solo le pasa a los seres humanos. En las tierras más alejadas todavía se vive el desgarro de la vida a causa de la guerra entre el que maneja el cultivo ilícito y la fuerza pública. Según la mayor Yolima Rojas, en lo que va corrido del año por este motivo van 2 caninos y 5 erradicadores de coca muertos.

El enfermero del escuadrón y el mismo Campos lograron rescatar a Nala. Estaba cansada y estaba quejándose, pero ver a su compañero de labor la calmó. El impacto le causó la pérdida de buena parte de la musculatura de la parte superior de su pata derecha.

“A la perra la canalizamos, la limpiamos con paños humanos porque estaba sangrando mucho, cerca al lomo. La envolvimos con un trapo. Ella apenas me miraba y yo estaba desesperado porque aunque ya habían pedido el helicóptero de pronto por una perra no venían tan rápido... Ya habían pasado 10 minutos y nada”.

Campos nunca dejó de hablarle a su labrador: “Ya ya Nala, no me voy a ir de acá”. Llegó el helicóptero y la montaron pero la altura también afectó al animal herido. “Cuando estábamos en el aire la perra se me murió. Se le paró la respiración, entonces le dí respiración boca a boca, como a un humano, y revivió”.

Dos heridos, un sobreviente

Luego de aproximadamente 20 minutos de travesía en aeronave llegaron a Tumaco. Los dos heridos fueron separados. “Yo les dije que no, no, no, no voy a dejar a la perra sola. Pero me bajaron de la camioneta. Entonces le di un beso en la boquita  y se la llevaron al veterinario y a mí al hospital”.

A las 8 de la noche el registro clínico era positivo para Campos. Solo tenía un ojo rojo y dolor de cabeza, dos daños mínimos a comparación con las miles de víctimas que deja una mina cuando explota. El reporte de Nala era más confuso.

“Me dijeron que la perrita estaba bien, que había que amputarle una pierna, gracias a Dios. Yo descansé y pensé ‘a esta perrita me la llevo mochita para mi casa, la adopto’”. En efecto, esa promesa se la había hecho desde el calvario vivido en el helicóptero. Campos le dijo en los oídos a su compañera: “Mala, si usted llega a vivir se va conmigo para la casa, va a ser mi héroe”.  

A Campos le dijeron que el can estaba en cirugía, que no podía verla. Así que luego de estar en observación se fue al comando a descansar. “Me dolía la cabeza un poquito, pero me acosté contento. Lo poquito que yo soñaba era que ella mochita estaba en la casa y jugaba conmigo”. Sin embargo, la realidad era muy distinta a sus sueños. La alegre y diestra perra policía murió alrededor de las 9:30 de la noche el 15 de diciembre.

La tristeza la vivieron colectivamente. Tanta fue la insistencia que narra el patrullero Campos que su superior le concedió un último pero significante deseo: enterrar, en una ceremonia solemne y oficial, a su heroína de 4 patas.

Yo quería hacerle un cierre a ella, es que ella me salvó a mí. De Tumaco no me iba hasta enterrarla”, era la petición del patrullero santandereano.

Así fue. A las 4:30 del domingo 16 de diciembre el culto se hizo con todos los honores: le compraron un ataúd que encima llevaba la bandera de Colombia, le hicieron calle de honor y en el acto participaron otros guías con sus perros. “Los demás perros ladraron cuando yo pasé con ella, sabían que estaba ahí. Todo el mundo levantó las manos, como dándole las gracias”.

Foto: cortesía Policía Antinarcóticos.

Las gracias Campos se las dio de forma más reposada. Luego de la ceremonia acompañó a Nala un rato más. El precio fue inmenso y él lo sabía. “Yo pude haber estado en ese ataúd. En este caso ella puso el pecho como diciendo ‘acá estoy’".

Las promesas y el futuro

Sin Nala a su lado, es imposible para Campos mirar el porvenir y no pensar en la amiga peluda que encaró con su pata trasera un explosivo y le salvó la vida. Aunque Nala ya no está fisicamente, el policía mantiene su recuerdo en sus planes a futuro.

“Yo tengo un hijo que vive en Cartagena, pero en este momento estoy soltero. Entonces le prometí a Nala que si llegaba a tener una niña se iba a llamar Nala Campos. Lo voy a cumplir cuando Dios quiera, y cuando la niña crezca y ella me pregunte por qué ese nombre, yo le voy a decir que una perrita con ese nombre dio la vida por mí”.

El agradecimiento que siente Juan Carlos Campos prevalece y lo expresa durante toda la conversación. Para él, poder hablar de esto horas después del hecho es un milagro. “Gracias a Dios estoy contando el cuento, porque siempre que alguien cae en una mina termina mutilado. Y a mí no me pasó nada”.

Habla con tranquilidad y gratitud. De los 100 policías en el escuadrón, 15 pudieron verse alcanzados por los efectos de la bomba. Sin embargo, los estragos del explosivo subterráneo solo afectaron a Nala. La gravedad de sus heridas no le permitió seguir viviendo, pero la circunstancia inesperada la dejó tatuada en la mente de Campos y en el corazón de su escuadrón.