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NARCOTRÁFICO

La peligrosa mezcla entre narcos y farándula

Juan Pablo Muñoz camufló en el mundo del Jet Set sus actividades de traficante de droga. No es la primera vez que un capo lo hace. Esta es la historia del llamado en el bajo mundo "rey de la ruta europea".

10 de marzo de 2018

El mundo de la farándula nacional está al borde de un ataque de nervios. No es para menos. Los nombres de reconocidas actrices, modelos y otros famosos volvieron a quedar en la picota la semana pasada, una vez más por cuenta de la amistad y las relaciones de muchos de sus integrantes con un capo de la droga.

El martes 6 de marzo la Policía y el Ministerio de Defensa anunciaron el arresto en Madrid, España, de Juan Pablo Muñoz. Conocido con el alias de Carlos Ciro, las autoridades revelaron que lo detuvieron tras una larga investigación antinarcóticos de más de dos años en la que participaron Colombia, España y Brasil. De hecho este último país solicitó la extradición de este vallecaucano de 36 años de edad, conocido en el bajo mundo como el rey de la ruta europea, asociado con capos mexicanos, brasileños e italianos.

Cuando se supo esta noticia se desató una histeria colectiva en la farándula. Varias reconocidas actrices y actores comenzaron a borrar de sus redes sociales las fotos que tenían con Muñoz. Algunos medios publicaron las imágenes en las que el capo aparece junto a conocidos personajes. El hombre también se codeaba con familiares de la casa real española y cantantes internacionales.

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Muñoz logró meterse en ese mundo con la fachada de ser un representante de artistas y así mismo un destacado empresario de arte y dueño de empresas de importación. Sus buenos modales iban de la mano de una imagen de potentado. Era común verlo abordar aviones privados en los que iba de vacaciones a Grecia, Turquía, Francia e Italia.

Muñoz logró meterse en ese mundo con la fachada de ser un representante de artistas y así mismo un destacado empresario de arte y dueño de empresas de importación.

Pero la mayoría de sus amigos de la farándula desconocían que bajo esa fachada se escondía un capo. Según las investigaciones, Muñoz básicamente conseguía la droga con diferentes carteles en Colombia. De allí la transportaba hacia Brasil en donde aprovechaba una empresa de mármoles para camuflar en los bloques los alijos de cargamentos de droga que posteriormente exportaban hacia diferentes destinos en Europa. De ese modo amasó una gran fortuna con la que impresionaba a sus amigos de la farándula, a varios de los cuales invitaba con frecuencia a pasar vacaciones con todos los gastos pagos en lujosos hoteles de las islas griegas.

Aunque desde hace décadas es bien conocido el interés de los narcos por relacionarse con reinas, modelos y estrellas, Muñoz no tenía el perfil del típico traqueto. Por el contrario. Parecía el de un yuppie adinerado que hablaba varios idiomas. No es la primera vez que miembros de la farándula criolla se dejan seducir y terminan acogiendo a personajes de este estilo. De hecho hace menos de un mes otro escándalo similar ya había ocurrido.

Luces, cámara y narcos

El pasado 7 de febrero la Dijín capturó en un lujoso apartamento de Medellín a Sebastián Murillo. Conocido en el mundo de las drogas con el alias de Lindolfo, este hombre igualmente se había codeado con gran parte de la farándula criolla. Durante cuatro años estuvo casado con la conocida modelo y presentadora Vanesa Peláez con quien estaba en el momento en que lo detuvieron. Su matrimonio le abrió a Murillo las puertas de un mundo sofisticado en el que se movía cómodamente. Ofrecía frecuentes fiestas en su lujosa finca en Santa Fe de Antioquia a donde acudían reconocidos actores y cantantes, como Lincoln Palomeque o Pipe Bueno, entre muchos otros.

Conocido en el mundo de las drogas con el alias de Lindolfo, este hombre igualmente se había codeado con gran parte de la farándula criolla.

De solo 32 años, Murillo estuvo en el mundo de la mafia casi toda su vida. Su padre, Rodrigo Murillo, conocido con el alias de Jimmy, alcanzó a ser el quinto en la línea de mando del cartel de Medellín en los años ochenta. En esa época lo detuvieron en Estados Unidos y tras pagar una breve condena regresó a Colombia donde Pablo Escobar ordenó asesinarlo.

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Sebastián Murillo entró en el radar de las autoridades antinarcóticos hace cuatro años cuando el entonces hombre fuerte de la Oficina, alias Freddy Colas, lo nombró para reemplazarlo mientras esperaba su extradición.

La investigación de las autoridades apunta a que Murillo ordenaba a su ejército de sicarios realizar cobros de la mafia. Operaban en forma eficiente y macabra. Si alguien debía dinero de drogas a una organización o un narco y no pagaba, acudía a Murillo, siempre que la deuda superara los 1.000 millones de pesos. Él enviaba a sus matones a cobrar el dinero en efectivo o, en la mayoría de casos, les quitaban las propiedades y bienes. Murillo, a su vez, tenía una red de testaferros para traspasarlos y, posteriormente, venderlos o entregarlos a cambio de una multimillonaria comisión, en promedio del 30 por ciento.

Si bien Muñoz y Murillo son los casos más recientes, la realidad es que no resulta nuevo descubrir que el mundo de las cámaras se cruza con el de la mafia. De hecho en 2012 una operación antimafia ya había dejado al descubierto esa conexión. El 2 de junio de ese año un centenar de comandos de la Dijín y la Armada llegaron en la madrugada hasta la isla Múcura, a dos horas de Cartagena.

El mundo de las cámaras se cruza con el de la mafia. De hecho en 2012 una operación antimafia ya había dejado al descubierto esa conexión.

Con varias orquestas y todo el lugar alquilado por una sola persona se estaba celebrando el matrimonio de un hombre llamado Camilo Torres. Conocido con el alias de Fritanga, había simulado su muerte varios años antes, para escapar de una orden de extradición por ser el encargado principal de la salida de cocaína desde Córdoba para la banda criminal del Clan del Golfo. Entre los más de 200 invitados, que llegaron al festejo con todos los gastos pagos, las autoridades encontraron a reconocidos actores y cantantes. Todos negaron saber de las actividades ilegales de su anfitrión.

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Si bien es cierto que los perfiles de estos tres narcos son muy distintos al de capos del estilo ‘lobo’ de Pablo Escobar o Gonzalo Rodríguez Gacha, la realidad es que los casos recientes de estos capos-yuppie dejan en evidencia que esa atracción fatal que ha existido entre el mundo de la mafia y el jet set sigue vigente.