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NARCOTRAFICO

26 de enero de 1987

Si en los últimos años el narcotráfico se podía contar como uno entre los principales problemas del país, en los últimos meses ya a nadie le cabe duda de que es el más grave problema nacional. De ser uno de los factores que contribuían a la descomposición moral y al descuadernamiento económico del país, en el que las preocupaciones se centraban prácticamente en el terreno de la lucha contra la drogadicción y la corrupción, ha pasado a convertirse en principal elemento perturbador de orden público y las preocupaciones se han elevado de tono: ahora son angustias vividas por familias enteras que temen por la vida de uno de sus miembros. Basta con que en alguna ocasión haya "pecado" de pensamiento, obra o palabra en contra de los narcotraficantes, para que esté posiblemente en capilla.
Esta etapa, prácticamente inaugurada en abril de 1984 con el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y que tal vez se haya cerrado por ahora, terminó con el del directo de El Espectador, Guillermo Cano, el 17 de diciembre, ha estado marcada por la desesperación de los narcotraficantes que no han vacilado en emprenderla a fuego contra todos aquellos que de una u otra manera han estado comprometidos en su persecución y denuncia.
La guerra declarada por "los extraditables", como ellos mismos se han denominado en comunicados que han hecho llegar a los medios de comunicación, no se ha caracterizado precisamente por ser una guerra convencional, o de "honor" como han sido las de las mafias de otros países. Al contrario, ha sido completamente unilateral e inhumana. Los muertos han caído en condiciones de total indefensión: magistrados, periodistas, e incluso oficiales de la Policía "cazados" por los sicarios de la mafia, como el coronel Ramírez, en presencia de su mujer y sus hijos. Un grupo pequeño pero supremamente poderoso económica y militarmente, ha colocado por primera vez en la historia, al país en una situación de intimidación y amedrentamiento tal que da la impresión de que estár ganando la guerra.
No ha habido renglón social o económico en donde no se haya logrado infiltrar el narcotráfico. Relaciones diplomáticas, exportaciones aviación, deportes, Fuerzas Armadas, banca, Parlamento, campañas políticas, empresa privada, construcción, Iglesia, justicia y hasta la guerrilla han sido víctimas de los tentáculos del tráfico de drogas. Unas veces con sus dineros, otras con sus armas y en el mejor de los casos con el poder político oculto que ya ha conseguido. El problema de la extradición se convirtió en la papa caliente de los parlamentarios y de los magistrados.
En el transcurso del año han ocurrido atentados casi siempre mortales contra representantes de todas las diferentes ramas del poder. Asesinatos de militares y de magistrados, atentados cóntra políticos, llamadas anónimas y amenazas a jueces, matanza de periodistas, etc., hicieron que el tema de la extradición se volviera algo intocable y lo que probablemente fue la causa de que hace tres semanas, el Tratado de Extradición con los Estados Unidos fuera declarado inexequible.
Las medidas contra los narcotraficantes, tomadas a partir de la muerte de Lara Bonilla, no han arrojado prácticamente ningún resultado. No se conoce la primera captura hecha contra los grandes "capos" de la mafia, mientras que todo el mundo afirma haberlos visto como Pedro por su casa, muy campantes en las fiestas taurinas, en los partidos de fútbol y en las discotecas más exclusivas. La desconfianza se ha apoderado de los funcionarios del gobierno y algunos se atreven a decir en privado que existen amplios sectores de la Policía y del Ejército que están estrechamente ligados a los dineros del tráfico de drogas.
Esos dineros, que durante mucho tiempo se regaron como pólvora hasta el punto de que casi no existía ninguna familia en el país que por algún lado no fuera tocada por los hilos de los narcotraficantes, se han convertido en sueldos de sicarios que se han encargado de transformar el asesinato en una industria. Lo que hoy existe es que prácticamente no hay familia a la que no le toque por algún lado el chorro de sangre en que han convertido el país.
La crisis ya no solamente es moral ahora también es mortal. Y mientras algunos consideran que lo mejor es hacer mutis por el foro, otros se han dado a la tarea de denunciar hasta la muerte la situación a que se ha llegado. Aunque hay quienes se empeñan solamente en algunos de sus aspectos muy particulares, como el de la existencia de alianzas entre narcos y guerrilleros. La gente del común se pregunta por qué los militares, que tienen tanto éxito para combatir a la guerrilla, y que prácticamente han logrado desmantelar por ejemplo al M-19, no han hecho lo propio con los "capos" solicitados por la justicia.
Nadie cree en que las discusiones que se repiten cada vez que hay un muerto importante, como la de prohibir las motos, o permitir solamente su tránsito a partir de tal o cual cilindraje, conduzcan a nada. Ya que lo que unca se discute es el problema esencial: cómo capturar a los traficantes. Y sin embargo, en lo que sí se está de cuerdo es en que de la forma en que se enfrente este problema, depende en buena parte la historia del próximo medio siglo del país.--