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No bajar la guardia

La muerte de 17 soldados en Arauca fue otro duro revés para las Fuerzas Militares. Estos ataques advierten que las catástrofes pueden originarse en pequeños errores.

10 de abril de 2005

El martes pasado, cuando empezaba a caer la noche, el mayor Omar Pío Bellojín Guillot, comandante del Batallón 47 de contraguerrilla, de la Brigada Móvil 5, se subió en un camión del Ejército con una veintena de sus hombres y tomó la carretera que de Tame conduce a Fortul. No habían pasado cinco minutos cuando el entusiasmo de la tropa se convirtió en vértigo y dolor. Una emboscada con explosivos impactó el carro en que viajaban. Todo se estremeció. Después, una lluvia de balas cayó sobre el grupo de soldados que aún seguían aturdidos por el sonido seco de la detonación. Muchos de ellos, heridos, no pudieron buscar una trinchera para defenderse. La emboscada los dejó totalmente atrapados. El rocket les llegó por el frente. Por encima, en los dos costados había guerrilleros con fusiles y con una metralleta M60. Muy pronto la patrulla fue aniquilada. No había transcurrido media hora de combates cuando ya los muertos sumaban 17: el mayor Bellojín, cuatro suboficiales y 12 soldados. Otros dos militares quedaron heridos.

Las Farc acababan de asestarles a las Fuerzas Armadas uno de los más duros golpes, en la región más indómita de Arauca. Una zona donde se encuentran el frente 10 de las Farc, bajo el mando de Ciro Ochonto, quien se presume condujo la emboscada; el frente Domingo Laín del ELN y el bloque Vencedores de Arauca de las AUC, que a pesar de hacer parte del proceso de paz en Santa Fe de Ralito, ha sido denunciado por no cumplir el cese de hostilidades.

Esta emboscada demostró nuevamente que si bien la guerrilla no pudo hacer una ofensiva sostenida al principio de este año, ni ha logrado golpear blancos estratégicos para las Fuerzas Armadas, sí está aprovechando cualquier error de los militares. Así ocurrió en febrero, cuando atacaron la base de Iscuandé en Nariño, donde murieron 16 infantes de Marina y 25 quedaron heridos. En ese caso, según informaciones de la Fiscalía y de Inteligencia, varios oficiales habían sido advertidos sobre una posible infiltración guerrillera en sus tropas y sobre la inminencia de un ataque, pero no se tomaron medidas. Un mes después 16 militares murieron al caer en un cerco de las Farc en Mutatá, Antioquia. En aquella ocasión se dijo que los soldados tuvieron fallas en las comunicaciones. La reacción del alto mando militar fue la inmediata sanción al comandante de la Brigada XVII, por su responsabilidad en este hecho. Días después, el oficial fue restituido en su cargo. Posteriormente fueron emboscadas dos patrullas en el Putumayo. Expertos atribuyen estos embates, que les ha causado más de 60 bajas a las Fuerzas Armadas, a un infundado triunfalismo militar que lleva a subestimar la capacidad de la guerrilla. Los militares por su parte han tomado estas emboscadas como hechos fortuitos y aislados. Avatares de la guerra, donde se camina siempre en el filo de la muerte.

No obstante, el comandante del Ejército, general Reynaldo Castellanos, anunció una investigación sobre la emboscada de Arauca. Una decisión más serena que las destituciones ocurridas en otros casos. Y que podría servir para establecer si los militares están bajando la guardia ante un supuesto repliegue de las Farc. Muy grave sería que en lugar de buscar las causas de tantos reveses, las Fuerzas Armadas cerraran los ojos. Y que un día en el futuro los colombianos volvieran a la pesadilla que ya vivieron hace casi una década con las tomas de Miraflores, El Billar y Patascoy.