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"No me dejé morir"

El columnista más leído del país, Roberto Posada, D'Artagnan, le contó a SEMANA cómo fue esa pesadilla de 50 días que casi lo lleva a la tumba y cómo lo cambió esa experiencia.

29 de julio de 2002

SEMANA: ¿Qué siente haber estado al borde de la muerte?

Roberto Posada: Pues nunca me di cuenta de ello hasta cuando 'resucité' y Lorenza, mi esposa, me contó que había estado al borde de la muerte.

SEMANA: ¿Por qué no se daba cuenta?

R.P.: Estuve dopado, sedado todo el tiempo, así que hubiera podido morirme sin sentir nada.

SEMANA: ¿Qué fue lo que le pasó médicamente?

R.P.: Me operaron de unos divertículos y al cerrarme el estómago se infectó. Entonces tuvieron que volver a abrir y ahí descubrieron que tenía una septicemia, una infección generalizada por todo el estómago muy grave.

SEMANA: ¿Eso no fue lo que le pasó a Ernesto Samper?

R.P.: Sí, entiendo que a él le ocurrió lo mismo, cuando lo operaron luego del atentado, con la diferencia de que a él los antibióticos no le sirvieron porque había tomado muchos de joven. A mí me pusieron unos antibióticos modernos, tan costosos como efectivos, que por suerte sí me hicieron efecto. Además me pusieron morfina para el dolor y yo no sentía nada.

SEMANA: ¿Cómo terminó atendiéndolo el mismo médico que lo hizo con Samper, Alonso Gómez, el ex ministro de Salud?

R.P.: Cuando se enredaron las cosas Samper fue al hospital y me vio y se aterró. Llamó a Lorenza y le dijo: "Tienes que llamar a Alonso Gómez porque si no Roberto se nos va". Así que después de una junta médica resolvieron que el doctor Gómez, un reputado intensivista, también estuviera al frente de la delicada situación.

SEMANA: ¿Cuánto tiempo estuvo en el hospital?

R.P.: Cincuenta días duré en la Clínica Marly.

SEMANA: ¿Y cuánto tiempo dopado?

R.P.: Yo creo que por lo menos 10 días.

SEMANA: ¿No recuerda nada de esos días?

R.P.: Hubo un momento en que yo estaba completamente fuera porque duré como 10 minutos sin que ninguno de mis signos vitales reaccionara. Si eso se alarga media hora no hubiera sobrevivido. Pero lo que me acuerdo es absurdo. Creí que me había secuestrado un grupo de médicos y enfermeras y que me habían llevado a España al hotel Meliá Castilla; que me habían puesto en la parte de atrás de una especie de escenario para shows que tiene ese hotel y que cuando sentían que venía gente trancaban el ascensor a la mitad para que no me vieran. Tengo muy marcadas las caras de las personas que estaban en cuidados intensivos y yo creía en mi locura que eran ellos los secuestradores. Yo pensaba que me estaban drogando y que me era cada vez más difícil reaccionar y emanciparme de ellos. Claro está que en realidad todos fueron muy amables conmigo y estoy muy agradecido con la Clínica Marly y con el equipo médico, encabezado por Jorge Padrón y Alonso Gómez.

SEMANA: ¿Qué fue lo más dramático que usted supo que pasó mientras estaba en esas pesadillas?

R.P.: Cuando comenzaron a decir misas. ¡Ahí sí me preocupé! Una fue iniciativa de Ernesto Cavelier, un amigo de Lorenza y luego me hizo otra María Isabel Rueda, con todos los compañeros de universidad, y luego los del CPB por iniciativa de Gloria Elena Rey también hicieron una. Yo aún estaba dopado pero logré entender que todo el mundo hablaba de misas. Eso me asustó.

SEMANA: ¿Tiene alguna reflexión filosófica de lo que le ha pasado?

R.P.: Pues uno sale con la sensación de que la vida es muy frágil. De que uno no se puede dejar morir porque se muere. Yo, por arriesgarme a la operación, casi me voy. Por jugar con la vida.

SEMANA: ¿Ahora siente ganas de vivir con mayor intensidad, de gozar más?

R.P.: No, como me recomendó Samper, ahora quiero pensar más en la familia, en los hijos, la señora. Quiero tomarme las cosas con mayor tranquilidad sin dejar mis responsabilidades, que son muchas, porque además de mis dos columnas semanales dirijo 'Lecturas Dominicales' de El Tiempo y la revista Credencial.

SEMANA: ¿Cuántos kilos perdió?

R.P.: Veinte kilos.

SEMANA: ¿Y perdió el gran gusto que le daba comer?

R.P.: Lo perdí y comencé a sentir repugnancia. Eso es debido a que a uno le dan la comida por tubos. Pero ya poco a poco se me ha vuelto a despertar el placer que me daba. El otro día comí sashimi recién hecho y hasta una hamburguesa de McDonald's con papitas fritas.

SEMANA: ¿Ya se lanzó a escribir la columna?

R.P.: Escribí dos columnas como un ejercicio más bien intelectual. Uno sale con la duda de si se le olvidó escribir. No las publiqué porque no me sentía con la capacidad de mantenerla regularmente de ahí en adelante.

SEMANA: ¿Cree que les hizo falta a los lectores?

R.P.: ¡El periodismo es tan efímero! Si uno desaparece dos meses la gente comienza a olvidarse de uno. Si no sale la columna la gente se resigna, pero no por eso se va a acabar El Tiempo. A uno lo hacen los medios y es un error creer que es uno el importante. Eso les pasó a los Caballero cuando se fueron de El Tiempo. Creyeron que el periódico se iba a acabar y no pasó nada.

SEMANA: Bueno, pero dejemos de hablar del más allá y hagámoslo de algo más terrenal. ¿Cómo ve la salida de Samper al ruedo al final del gobierno de Pastrana?

R.P.: Me parece legítima. Según las encuestas Pastrana es más impopular que Samper. Este gobierno termina con el 21 por ciento de popularidad, mientras que Samper terminó con 30 por ciento. Me impresiona, sí, la colérica reacción de los antisamperistas, deliberadamente orquestada por determinados medios. Veo que, en cambio, el antipastranismo no es rabioso.

SEMANA: ¿Cuál es su balance del gobierno de Pastrana?

R.P.: En el fondo no me parece tan malo. Uno tiene que ser objetivo y reconocer que sí hubo cierto saneamiento de la economía, que se internacionalizó el problema de la guerrilla y ésta se desprestigió y que las Fuerzas Armadas se fortalecieron en su capacidad, aunque los resultados aún estén por verse.

SEMANA: ¿Ninguna crítica a Pastrana?? No se puede creer viniendo de usted?

R.P.: Obviamente, yo creo que existió corrupción a alto nivel, lo que nunca se presentó en el gobierno de Samper. Los escándalos de Samper fueron por otra cosa. La gente sí habla mucho de que personas que apoyaron a Pastrana se han enriquecido y muchas de ellas son de clase alta. Además creo que ha sido un gobernante frívolo que le resbala el país; se da el lujo de volver a nombrar gente como Juan Hernández. Creo que no debió haber ni un solo discurso de Pastrana preparado personalmente por el presidente, sino que todos se los han hecho. Uribe se ve que es más preparado.

SEMANA: ¿Le gustó el gabinete de Uribe?

R.P.: Pues a mí me parece que el presidente Uribe está malgastando su capital político antes de tiempo. Creo que es válido haber nombrado al Canciller, al Ministro de Hacienda y al Ministro del Interior, pero los demás nombramientos los ha debido dejar para el 7 de agosto. Ya hoy no hay expectativa ninguna. Además pienso que nombró un gabinete muy poco representativo. Para unir a Colombia en semejante momento de crisis es necesario nombrar a personas que representen varios sectores.

SEMANA: ¿Como cuáles?

R.P.: Una persona como Serpa, que sacó más de tres millones de votos, no tiene siquiera a alguien que haya trabajado con él figurando en el gabinete. Lo excluyó. En cambio, al noemicismo, no le fue tan mal.

SEMANA: Pero él ganó precisamente en contra de esa política tradicional de cuotas.

R.P.: Ese era el estribillo de campaña, pero gobernar es distinto. Yo pienso que la unidad del país se hace alrededor de nombres que representen sectores, grupos políticos, y realmente el gabinete no representa a casi nadie. Ni siquiera un nuevo país porque es elitista y exageradamente regionalista. Y me parece un error de Uribe -en el cual incurrieron Pastrana y de alguna forma Samper- que le dé miedo nombrar a gente mayor, con más horas de vuelo que él. Ojalá siempre tenga a su lado a personas como Fabio Echeverry, que lo acompañó en la campaña, que tiene gran experiencia, y además Uribe lo escucha.

Además nos anuncia Uribe que los ministros van a durar los cuatro años. Si eso es así vamos a tener ministros anodinos, que se quedarán después de que se hayan quemado en una crisis. Todo gobernante sabe que los ministros son los fusibles del Presidente.

SEMANA: ¿Qué ministro le gusta más?

R.P.: No hay personas realmente conocidas ni en Medio Ambiente ni en Comunicaciones, por ejemplo. Ahora, haber nombrado a Fernando Londoño me parece que es la tapa del desafío. Es una persona con rabo de paja y el ego alborotado permanentemente. Aparte de las denuncias que hay contra él, no lo veo haciendo su trabajo con el Congreso. Creo que haber logrado reconquistar a los parlamentarios que habían abandonado el uribismo fue labor del propio Uribe. El sí es un político de miedo. Creo que un buen ministro del Interior habría sido Jaime Castro. Estuvo en su campaña, conoce de reforma política, es jurista y tiene manejo del Congreso.

SEMANA: ¿De la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, qué opina?

R.P.: Me parece un error. Los militares son machistas y se sabe que incluso a ciertos hombres civiles que han estado frente al Ministerio se los han pasado por la galleta. ¡Cómo será a una mujer! Ya sobre la persona de Marta Lucía Ramírez, de quien no discuto sus calidades intelectuales y sus méritos profesionales, creo que es ambiciosa, siempre quiere más. Muchos de sus subalternos han dicho que más que respetarla le temen porque es dura, irascible, poco receptiva. No sé si esa dureza le dará para manejar el estamento militar.

SEMANA: ¿Va a ser opositor de Uribe?

R.P.: No voy a dispararle porque sí. Deseo que le vaya muy bien a Uribe pues las expectativas del país son inmensas. Uno critica cosas específicas que me parece que no sólo perjudican al país sino al propio Presidente.

SEMANA: Usted fue muy crítico en la campaña de personajes que rodeaban a Uribe, como Pedro Juan Moreno. Ya se sabe que van a estar cerca al gobierno (Moreno, por ejemplo, hizo el empalme en la consejería de seguridad). ¿Qué opina?

R.P.: Pues yo creo que si Uribe realmente no se emancipa de esa gente va a tener una piedra en el zapato. Porque no basta haber nombrado a Pacho Santos para neutralizar a las ONG de derechos humanos europeas o las críticas de parlamentarios demócratas en Estados Unidos. Si no marca distancias frente a este tipo de personajes, sumado al desgaste natural que tiene todo gobierno, se le puede convertir en una bola de nieve difícil de neutralizar.

SEMANA: ¿Vio a Ingrid Betancourt en el video por televisión??

R.P.: Me pareció una persona valiente en eso que dijo que si no hubiera sido ella en esa situación, sino Serpa o Uribe, seguramente sí la hubieran llevado en el helicóptero del Presidente o en otro vehículo. Me pareció que sus acusaciones fueron duras y que si a ella le llega a pasar algo al presidente Pastrana le va a quedar difícil zafarse de la responsabilidad indirecta que le cabe.

SEMANA: Cambiando de tema, ¿qué tanto cree que afectará a 'El Tiempo', su casa editorial, la gestión de Francisco Santos como vicepresidente?

R.P.: Realmente yo pienso que mientras El Tiempo demuestre total y reiterada independencia frente al gobierno es una forma de indicar que lo de Pacho no lo compromete. Además supongo que Pacho va a ser una persona que va a estar al margen de los problemas diarios; va a ser una especie de embajador viajero.

SEMANA: ¿Y la competencia cómo la ve? ¿Se salva?

R.P.: Espero que El Espectador vuelva a salir todos los días, así sea como tabloide. Hoy sus columnistas son muy provocadores, y eso es bueno, pero necesita recuperar su presencia diaria en bien del país y de El Tiempo.

SEMANA: ¿Quién sería un buen director para 'El Espectador'?

R.P.: Yo pienso que Felipe Zuleta porque es una persona muy creativa, ingeniosa y con carácter. Noemí cumple los requisitos pero no sabe de periodismo, y se requiere más alguien con olfato periodístico que con prestigio en otros campos.

SEMANA: ¿Qué le aconseja a Uribe?

R.P.: El tiene que entender que ya no es el gobernador de Antioquia sino el Presidente de todos los colombianos. Y darse cuenta que bien adelante en su gobierno, cuando esté en medio de las crisis que suelen darse en Colombia, tendrá que recostarse en el Establecimiento -incluyendo sus ex presidentes-, que finalmente fue el que lo eligió. Porque él fue novedad y sorpresa, pero de todas maneras dentro de los moldes del Establecimiento. No ganó por estar en contra de éste, sino por su imagen de mano dura, autoridad y orden.

SEMANA: Va a ser difícil que Uribe lo escuche porque dicen que poco lee diarios o ve noticieros?

R.P.: Yo no digo que se deje manosear de los medios. Los presidentes que se dejan manosear de los periodistas, le quitan dignidad a la estatura presidencial. Pero subestimar a los medios es más grave que subestimar a la maquinaria política. Puede que aquí haya surgido un poco la tiranía de la prensa, pero no se puede negar que tienen una influencia que, por cierto, le ayudó bastante a salir elegido al mismo Uribe. El nuevo Presidente es lo suficientemente político para saber que no puede enfrentarse con los distintos flancos simultáneamente. Porque se desgasta y la luna de miel se le convierte en luna de hiel.