Home

Nación

Artículo

"NO ESTOY EN STAND BY, SINO EN STATU QUO"

ENTREVISTA:VICTOR MOSQUERA CHAUX

12 de octubre de 1987

SEMANA: ¿En cuáles circunstancias cree usted que le correspondería asumir el poder ante la situación que vive actualmente el país por la salud del Presidente?
VICTOR MOSQUERA: En las circunstancias que determina la Constitución Nacional, que es completamente clara al respecto. El Designado asumirá la Presidencia por faltas absolutas o temporales del Presidente.
Las faltas absolutas son la muerte, la incapacidad absoluta para ejercer el poder y el abandono del cargo. Estas últimas tienen que ser declaradas por el Senado. Las temporales también están establecidas en la Constitución: suspensión en ejercicio del cargo cuando el Senado acepte acusación instaurada por la Cámara; la licencia solicitada por el Presidente para separarse temporalmente del ejercicio del cargo, que puede ser un caso de enfermedad. En el caso actual, si el Presidente pensara que está inhabilitado transitoriamente, podría avisar al Senado y entonces el Congreso posesionaría al Designado. Pero eso es absolutamente facultativo del Presidente de la República.
S.: ¿Pero si el Presidente esta bájo los efectos de la anestesia o de drogas muy fuertes y no está en uso de sus plenas facultades, qué pasa?
V.M.: Lo que se ha sabido por los constantes boletines médicos y la comunicación permanente con el hospital, la recuperación del Presidente es cada día más acentuada y realmente el posoperatorio ha tenido características extraordinarias tratándose de una intervención quirúrgica de esta naturaleza. El presidente Barco no está en estado de inconciencia, está en pleno uso de sus facultades mentales.
S.: ¿Tratándose de una gira tan orquestada, tan costosa, tan llena de compromisos, no se pensó en algún momento que usted tomara el puesto del Presidente?
V.M.: No se puede constitucionalmente. Eso fue precisamente lo que se cambió con la reforma constitucional del 77. Antes se creía, por costumbre, que cada vez que el Presidente abandonaba el país, así fuera en ejercicio de sus funciones, tenía que sustituírlo el Designado. Ocurría entonces que había dos presidentes: uno en el extranjero y otro en el interior, con iguales preeminencias y funciones. Hoy en día la institución del ministro Delegatario remplaza al Presidente, siguiendo el orden de precedencia.
S.: Personalmente, ¿cuál piensa que es mejor figura: la del Designado o la del Vicepresidente?
V.M.: Aquí la animadversión por la vicepresidencia data del 31 de julio de 1900, cuando el vicepresidente Marroquín le dio golpe de estado al presidente Sanclemente. En ese momento, el Presidente estaba incapacitado para ejercer el poder. No podía vivir en Bogotá, y desde la población donde convalecía no había comunicación con la capital. Además, se había desatado la Guerra de los Mil Días. El propio Partido Conservador, incluyendo al señor Caro, uno de los redactores de la Constitución del 86, presionó al señor Marroquín para que asumiera el poder. Desde entonces se ha creído que la vicepresidencia es una amenaza para la estabilidad de las instituciones. Pero sucede que históricamente hay otro caso: el del general Mosquera, cuando lo derrocaron en 1867. Intervino en eso el segundo designado, Santos Acosta.
Personalmente pienso que, restablecido totalmente el sistema democrático, desmontado el Frente Nacional, es bueno ampliar la participación popular al máximo y que, por consiguiente, el Congreso debería estudiar una de las iniciativas presentadas para restablecer la vicepresidencia. Es preferible que quien remplace al Presidente lo sea por mandato popular directo.
S.: En los últimos meses su nombre parece haberse convertido en el perfecto catalizador de los últimos impasses de la política liberal, como el de la escogencia de Designado y de candidato único a la Alcaldía de Bogotá. Eso ha llevado a muchos a pensar que podría estar abonado el camino para una próxima candidatura presidencial...
V.M.: El hecho de que para determinados asuntos mi nombre haya servido para solucionar algunos problemas como el de la Designatura, no significa que ese sea el mejor título para ser candidato a la Presidencia.
S.: ¿Su "no" a la candidatura presidencial es categórico?
M. V.: Mi decisión desde que me retiré del Congreso era la de apartarme definitivamente de la vida pública.
Pero cuando Virgilio Barco se retiró de la jefatura única del Partido y fui llamado a la Dirección Liberal, creí un deber contribuír con los demás miembros a que el gobierno pudiera realizar sus programas. Después, estando en el exterior, fui elegido Designado, y ahora he sido nombrado embajador en Washington. Esto no quiere decir, sin embargo, que haya revivido aspiraciones electorales ya canceladas.
S.: Aunque usted no aspire, hay quienes creen que podría llegar a ser candidato presidencial en el 90. El próximo Presidente probablemente recibirá al país en guerra con las FARC. ¿Usted sería partidario de prolongar la tregua o de fijarle desde ya, y unilateralmente, un plazo?
V.M.: En esta materia he emitido muchas opiniones. Fui adversario total de la política del doctor Belisario Betancur. No creí que las medidas tomadas y la complacencia con los grupos guerrilleros condujeran al restablecimiento del orden público. Por eso combatí públicamente esas medidas. Creo que los hechos han demostrado hasta la saciedad que esa política ha fracasado. Naturalmente, sería deseable que las FARC entendieran que es preferible, inclusive para sus propias aspiraciones políticas de cambiar el sistema, decidirse por el cese al fuego, la desmovilización de sus efectivos y su reincorporación a la vida civil y republicana.
S.: ¿Entonces, usted sí sería partidario de fijarle un plazo a la tregua?
V.M.: Los mismos grupos armados que se comprometieron en el gobierno anterior a la llamada de tregua, se han encargado de que este gobierno asuma otras actitudes, como aconteció en el Caquetá, con la matanza de un cuerpo de tropa, y de otras agresiones que periódicamente se han venido realizando contra la Policía y las Fuerzas Armadas en general.
S.: Usted es conocido como partidario del regreso de Galán al liberalismo. ¿Está el partido al borde de la unión?
V.M.: El oficialismo quiere que el Nuevo Liberalismo se incorpore definitivamente al Partido Liberal y se acaben las denominaciones, que se reconstituya al Partido bajo un solo nombre, el de Partido Liberal. Eso hubiera podido lograrse más fácilmente si el doctor Galán hubiera participado antes de viajar a Europa en la discusión de los estatutos del Partido. Hubiera podido proponer las reformas que considerara convenientes y que ha solicitado en la estructura interna del liberalismo. Hubiera sido deseable su participación en la Convención de febrero que eligió la nueva dirección. Si lo hubiera hecho, el doctor Galán sería, seguramente, uno de los miembros de la Dirección Liberal.
Sin embargo, él ha considerado que todavía no están dadas las condiciones para que se dé esa integración.
S.: ¿Entonces con Galán va a haber una coalición y no unión?
V.M.: Ahora de lo que se trata es de hacer coalición, o una aproximación entre el oficialismo y el Nuevo Liberalismo. Eso supone entendimiento sobre ciertas bases programáticas para resolver los problemas esenciales del Distrito Especial de Bogotá. Claro que sería deseable que esos acuerdos se produjeran también en otras ciudades.
S.: ¿No es irónico que usted, habiéndose opuesto a la elección de alcaldes, ahora sea la persona clave en la elección de candidato único liberal para Bogotá?
V.M.: Desde que Alvaro Gómez presentó el proyecto de reforma constitucional hace como 6 años para elección popular de alcaldes, fui partidario de que si se optaba por ese procedimiento se aplicara gradualmente, empezando por las capitales y las ciudades de más de 100 mil habitantes. Ese mismo punto de vista lo sostuve cuando Betancur presentó nuevamente el proyecto a consideración del Congreso. Los que votamos en contra fuimos muy pocos en el Senado. Unos cinco. Fuimos abrumadoramente derrotados. Ahora estoy cumpliendo el papel de compromisario no con resignación, sino con interés.
S.: ¿Es usted partidario de suspender la elección de alcaldes en algunas regiones del país, como se ha pedido en el Caquetá?
V.M.: Es una medida que no se puede descartar. Si se aplicara, no sería la primera vez que sucede en Colombia. Cuando el gobierno llega al convencimiento de que no es posible garantizar el libre ejercicio de la voluntad popular, cabe la posibilidad de tomar una medida en ese sentido.
S.: Finalmente, doctor Mosquera, ¿cuándo se va para Washington7 ¿O es que lo tienen stand by?
V.M.: A mi esa palabra no me gusta. Es más apropiada para las instituciones financieras o los préstamos del FMI. Prefiero el término de que estoy en statu quo, una expresión que, traducida por un campesino, quiere decir "estáte quieto".
S.: ¿Eso quiere decir que el Presidente Barco le mandó la señita de que se estuviera quieto?
V.M.: No. Yo no he hablado con el presidente Barco, ni he recibido señal alguna.