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"La confidencialidad fue fundamental para llegar al acuerdo. y es clave que se mantenga”

ENTREVISTA

"No se puede condenar a los colombianos a otros cien años de soledad y violencia"

Enrique Santos Calderón, protagonista de la negociación secreta que llevó al acuerdo con las Farc para poner fin al conflicto armado, habla por primera vez. "Ojo a lo de Nicaragua –advierte–; una desmesura patriotera  puede ser fatal para el proceso".

24 de noviembre de 2012

La posición de Enrique Santos es excepcional: viejo conocedor de las Farc y de los procesos de paz, hermano del presidente, exdirector del diario El Tiempo y miembro de la élite bogotana, fue figura central en la fase de exploración que llevó al acuerdo de La Habana entre el gobierno y esa guerrilla. Después de la firma se retiró de la delegación oficial pero es uno de los pocos que saben realmente qué está pasando en Cuba y tiene sus propias opiniones sobre el proceso, la conducta de las Farc y la actitud del gobierno. Dejando  claro que habla a título  personal, sin representar a nadie, Santos le contó a SEMANA anécdotas de esos siete meses de conversaciones en Cuba y cómo ve la negociación que acaba de comenzar.

SEMANA: Empecemos por los temas de cajón. ¿Es de los optimistas o de los pesimistas?

ENRIQUE SANTOS:
Me gusta repetir la frase de Antonio Gramsci: “de la inteligencia, el pesimismo; de la voluntad, el optimismo”. Pese a  síntomas desalentadores y sin caer en la ingenuidad, esta es una oportunidad histórica que hay que explorar a fondo. El gobierno  debe rehuir  provocaciones,  asumir la complejidad del desafío en que se metió, evitar el discurso del “fracaso cantado”, no dejarse desviar por desplantes y desafíos altaneros. Hay mucho en juego. No se puede condenar a  los  colombianos a otros cien años de soledad y violencia. Esto es una negociación que tiene una estrategia y unos propósitos. Y si no resulta, ¿cuánta sangre más aguantará este país? Es algo en que  todos debemos pensar.

SEMANA: La tregua de las Farc, ¿propaganda, oxígeno o señal alentadora?

E.S.:
Si se cumple, es  una medida positiva, que  recibirán con alivio todos los que viven en carne propia el conflicto. Y es también un golpe de opinión que busca generar una decisión similar del gobierno, so pena de quedar este como guerrerista. Aunque no creo que lo haga. Hoy es clave ver cómo este cese del fuego unilateral es   acatado por todos los frentes. Permitirá medir su unidad de mando y  cohesión interna.

SEMANA: La fase exploratoria  era secreta, pero esta es pública y el país está impaciente por resultados, así sean parciales...

E.S.:
Las conversaciones les dan a las Farc un perfil político e internacional que habían perdido y por eso buscan prolongarlas al máximo, bregando por ampliar la agenda y meterle nuevas categorías. El tema de la tierra como uno de territorio, subsuelo, estratosfera, medio ambiente y espectro electromagnético, por ejemplo. O el preámbulo del acuerdo, que son considerados muy genéricos, como su parte sustancial, que son los cinco puntos concretos que se pactaron.

Si esto no coge ritmo rápido, la sociedad se volverá cada vez más escéptica, cuando no hostil al  proceso. La forma como se desarrollen las primeras semanas será muy diciente y sería grave  llegar a fin de año sin algún avance significativo. El presidente está jugado, pero conozco a mi hermano y si esto se empantana del todo,  no dudará en levantarse de la mesa. Parece que el ambiente mejoró los últimos días  y hubo acuerdos sobre funcionamiento de la mesa, pero persisten grandes  diferencias.

SEMANA: La pregunta que se hace todo el mundo: ¿Iván Márquez llegó a cambiar la agenda?

E.S.:
La fase uno fue extenuante. Arrancando de cero confianza fue posible construir, llegar a una agenda acotada. La fase dos arranca con un frenazo con la llegada de Márquez y su combo. Eso envió un mensaje muy negativo. El clima de opinión, que venía  entusiasmado, se volvió frío y escéptico. La gran inquietud es qué va a pasar con la agenda, que aún no se ha abordado de manera seria.  Sin embargo, hay cambios: el anuncio de la tregua, comunicados más reposados, soltaron a los chinos.

SEMANA: ¿Cambiar a Mauricio Jaramillo, el médico, por Márquez es señal de un cambio de línea en las Farc?

E.S.:
A mí me sorprendió que hubieran retirado a Mauricio  Jaramillo, sucesor de Jojoy. Era el tipo que le daba el peso a la delegación, un jefe militar. Sobrio, adusto, callado, pero cuando hablaba tenía la autoridad de ser el hombre sobre cuyas espaldas estaba el compromiso de las Farc.  Yo tuve con él una buena conexión. Hoy, fuera de Márquez, la delegación de las Farc es de pesos livianos comparada con los del gobierno. Una explicación es que como el gobierno no quiere tregua, ellos dejan a sus jefes militares en el terreno. Pero, si esto avanza, es posible que más adelante envíen a un Catatumbo o a un Joaquín Gómez.

SEMANA: ¿Está entre los asustados por el discurso de Márquez en Oslo?

E.S.:
Entre los decepcionados. Era previsible que se vinieran  con una cosa muy dura, pero me pareció torpemente agresivo y reflejó una desconexión con la realidad política de alguien que se supone está hace años en Venezuela.  Comportamientos posteriores insinuaban que estaba en el plan de ponerle palos a la rueda.  Parece que la cosa fluye ahora un poco mejor. Hay que ver cómo evoluciona.

SEMANA: ¿Cuál es la manzana de la discordia ahora, en el arranque? ¿La participación de la sociedad? 

E.S.:
Cómo participa la sociedad es uno de los cabos sueltos que quedó en los encuentros exploratorios, pero  tengo entendido que ya se está amarrando. Puede convertirse en un  escollo sí, como ha dicho Márquez, es “la que va a marcar el ritmo  de las conversaciones”. Es importante  rodear el proceso de apoyo ciudadano y propiciar la participación de la  sociedad,  pero a través de mecanismos eficaces  y realistas que no sean un circo público ni un “sancocho nacional” como el que quiso montar  el M-19 en las negociaciones de los ochenta. Y hay mecanismos, aunque nadie está hablando de ellos. Los medios no han informado nada sobre las mesas que está haciendo el Congreso para recoger propuestas en las regiones.

No hay que olvidar que esta es  la segunda fase, para  desarrollar una agenda acotada producto de un acuerdo que se debe honrar. Si hay voluntad no debe demorar una eternidad. Falta la definitiva tercera fase sobre implementación de todo lo acordado. Ahí es donde debe haber una activa vigilancia y participación de la sociedad, sin lo cual todo esto quedaría muy cojo.

SEMANA: En las conversaciones exploratorias, ¿eran las Farc tan reacias a aceptar que han causado miles de víctimas?

E.S.:
No les gusta mucho hablar de eso,  pero lo de que el tema de las víctimas es “intrascendental” resultó un error de trascripción, como ellos  aclararon.

SEMANA: El gobierno callado y las Farc hablando…

E.S.:
La confidencialidad  fue  fundamental para llegar al acuerdo. Y es clave que se mantenga. Sacar la discusión de la mesa a los medios sería fatal. Otra cosa es la eficaz ofensiva publicitaria que desataron las Farc, aprovechando el mutismo tal vez excesivo de la delegación oficial. Declaraciones y comunicados diarios, entrevistas a granel por radio, prensa y televisión,  la reinita holandesa, el viejito Pascuas, la efigie de Trinidad... Comprensible después de tan larga sequía mediática.

Pero tanta locuacidad puede intoxicar. Lo que dijeron en las primeras ruedas de prensa sobre víctimas, secuestro y narcotráfico lesionó seriamente su credibilidad y reafirmó ante la gente que faltan a la verdad. Pueda que  le mermen a la retórica y entiendan que a veces el silencio es oro. El gobierno también tiene que pensar. Mantener discreción sobre lo que pasa en la mesa es correcto, pero debe promover una pedagogía, ambientar el proceso, coordinar sus distintos voceros y lo que dicen los militares.

SEMANA:¿El panorama internacional es favorable al proceso?

E.S.:
Lo ha sido hasta ahora, pero la tensión con Nicaragua  es un nubarrón que ha aparecido. Es peligroso y puede afectar el proceso y tensionar de nuevo el entorno regional. Hay que evitar que prospere en la sociedad colombiana el chauvinismo beligerante. Una actitud belicosa con Nicaragua podría frenar el compromiso de Chávez con el proceso e incluso a los cubanos.  

SEMANA: ¿Qué hacer con el ELN?

E.S.:
Los elenos no tienen la fuerza militar de las Farc y tienen fama de enredar hasta un aplauso. Importante que se vinculen en el momento oportuno. La hoja de ruta con ellos sería muy parecida a la de las Farc, pero tienen que hacer antes gestos unilaterales muy convincentes, como renunciar al secuestro, liberar a todos sus rehenes, cesar hostilidades, desminar... No puede ser cuando siguen asesinando secuestrados. Una mesa conjunta no sería lo más aconsejable pues significaría avanzar al ritmo del más lento.

SEMANA: Ahora, las delegaciones no fraternizan. ¿Lo hicieron ustedes en la fase exploratoria?

E.S.:
Tuvimos unas pocas ocasiones de contacto social, promovidas por los noruegos, que invitaban a salmoncito y cerveza, y siempre eran muy cordiales. Fundamentales fueron los recesos para el café. Ahí había distensión y se hablaba. Ya al final hubo hasta mamadera de gallo, colombianos  a fin de cuentas.

SEMANA:¿Cómo ve a los de las Farc, con los que estuvo por meses?

E.S.:
Rodrigo Granda era el más elocuente. Bueno para el verbo; dialéctico y dicharachero a la vez.  Marcos Calarcá fue muy eficaz  en las comisiones técnicas. Tiene su humor valluno, conciliador, realista. Andrés París pasaba días de silencio absoluto. De golpe se echaba unas vainas durísimas,  pero también tiene  su sentido del humor. Esos tres son veteranos de negociación. La viuda de Tirofijo, Sandra, al comienzo  no teníamos ni idea de quién era. Solo apareció un par de veces en la  mesa para hablar  de  cómo las Farc protegían fauna y flora. Es simpática y de bajo perfil. Supimos que Timochenko vino por lo menos una vez  a La Habana, aunque no lo vimos. “Ya que está el jefe, consúltenle a él’, les decíamos. Y ellos ni mu.

SEMANA: La pregunta de la que depende el proceso: ¿cree que las Farc han llegado a la conclusión de pasar a la política?

E.S.:
El consenso interno no parece aún tan sólido. No daban la impresión de  una organización monolíticamente comprometida en pasar a la lucha política. Había muchas consultas, todo el tiempo, lentas, complejas, porque están desvertebradas. Muchos militantes solo conocen la selva y la guerra. Le tienen desconfianza  a la lucha política. Y el recuerdo de la UP aún es traumático.  Para el Estado y el gobierno es un reto garantizar su seguridad.

SEMANA: ¿Qué futuro les ve a las Farc?

E.S.:
Son parte de la historia colombiana de medio siglo. Por eso se está negociando con ellas. Todo su discurso sobre la tierra tiene base social en algunas regiones. De ahí lo importante es que den el brinco a la política legal. En un país con tanta inequidad y drama social como Colombia, el discurso de las Farc podría calar. Si se atreven a plantearlo en democracia, de cara a la gente, sin fierros ni bombas. Con  garantías, por supuesto. 

SEMANA: ¿Y qué les diría?

E.S.: Se trata de ponerle fin  al conflicto armado. Lo que no significará el fin del conflicto social. Los problemas seguirán y se trata de superarlos  sin violencia.  Es una peligrosa ilusión  creer que la Mesa puede resolver los grandes problemas de pobreza, corrupción o narcotráfico del país. Las Farc deben entender que esta es la última oportunidad. Tienen que traducir en algo su presunto capital político de 50 años. Gran parte del sentido del punto agrario es darles protagonismo y visibilidad en sus zonas de influencia, para que puedan ejercer liderazgos concretos en esas zonas. El papel de la fase dos es llegar a acuerdos sobre los cinco puntos de la agenda. Pero no puede haber ningún tipo de implementación mientras ellos estén en armas. La fase tres es sin armas. Tiene que empezar con la aplicación de los compromisos del gobierno y el desarme de las Farc. La fase tres es la clave. Si es que quieren llegar a ella.