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NO SE PIERDE PUÑALADA

El enfrentamiento Santos-Santo Domingo ilustra, demasiado tarde, eso que los marxistas llamaban "contradicciones internas del capitalismo"

Antio Caballero
9 de marzo de 1992

EL FIN DEL COMUNISMO NOS HA TRAIDO POR lo menos una buena cosa: los capitalistas pelean entre sí.

Y. como en las reyertas del hampa, no se pierde puñalada. Así, estamos viendo ahora el enfrentamiento entre el más notorio capitalista de Colombia, Julio Mario Santo Domingo, dueño del Grupo de su nombre, y el más acérrimo defensor del capitalismo en Colombia, el diario El Tiempo de la familia Santos. Hasta hace un par de años, el espectáculo hubiera sido inconcebible: temían ambos que, si chocaban entre sí, "esto" (es decir, Colombia) cayera irremisiblemente en las garras del comunismo. Y por eso nunca dejó Avianca (de Santo Domingo) de llevar en sus vuelos El Tiempo de los Santos; había que propalar la buena nueva por todos los rincones del país. Y por eso nunca El Tiempo se permitió criticar los abusos de Avianca: había que mantener la tesis de que Santo Domingo era un "creador de riqueza".

Ahora ya no se cuidan, y se cruzan los más terribles insultos: " ¡ Inmundo capitalista ! ", le dice El Tiempo al Grupo; y el Grupo le contesta: "¡Capitalista usted!". Y se pelean por la razón más capitalista de todas: saber cuál de los dos va a quedarse con todo.

La cosa empezó hace un mes, con la compra por el Grupo Santo Domingo de la mitad de la revista Cromos y la mitad de Cambio América, subsidiaria de la española Cambio 16. Con esas adquisiciones el más poderoso conglomerado industrial y financiero del país, que controla aerolíneas, seguros, cervezas, gas, astilleros, bancos, de todo, y declara ganancias anuales por 60 mil millones de pesos, se afianzó en el terreno de los medios de comunicación. Era ya dueño mayoritario de Caracol (radio y televisión); y con un Cromos frívolo, un Vea amarillo y un Cambio serio entraba a dominar la mitad del mercado nacional de semanarios, multiplicando así en la prensa escrita el peso que ya le daba indirectamente su condición de principal acreedor de El Espectador, de dueño del lote donde opera, por un alquiler simbólico, El Nuevo siglo, y de benefactor desinteresado de La Prensa, además de su condición de dispensador del 20 por ciento de toda la pauta publicitaria del país. Los tradicionales dueños de la opinión en Colombia todos de origen político y por lo general expresidencial, y no empresarial se sintieron amenazados directamente.

Tras esperar en vano que alguien saliera al quite la acorralada SEMANA, el destituido director de Cromos, algún marginado periódico de provincia El Tiempo de los Santos empezó a hacer señales desde su burladero. Primero fue una noticia sobre, o contra, Daniel Samper, director de Cambio América, que no había sabido parar la acometida del monstruo. No pasí nada. Salió entonces al ruedo un peón de brega de los Santos, D'Artagnan, pequeño accionista y columnista de El Tiempo. Bajo el discretísimo título de "Guerra de revistas", y el casi ininteligible subtítulo de "la concentración del poder informativo por parte de ciertos grupos económicos, urge reglamentarlo, para evitar excesos manipuladores sobre una misma comunidad", D'Artagnan dio unos cautelosos y embarullados capotazos desde lejos. Tras, los rodeos habituales, manifestó que "hay que decir sin rodeos" que (y un rodeo más, por si acaso) "no deja de ser inquietante" que (un nuevo embarullamiento) "al amparo de la apertura surjan los grandes conglomerados que quieran quedarse aquí también con la sartén por el mango, lo cual excluye a otros particulares de la legítima posibilidad de participar en los distintos movimientos y desarrollos políticos que se llevan a cabo en nuestro medio".

Dicho lo cual, concluyó: "Eso sería la consolidación de un capitalismo antidemocrático y de una apertura económica para privilegiados, a todas luces nociva y en total desmedro de eso que tan pomposamente denomina el gobierno como democracia representativa ".

Que esas cosas se digan en El Tiempo, así sea cautelosa y embarulladamente; que El Tiempo se atreva a hablar de "excesos manipuladores" y a denunciar "privilegiados" que no sean, como siempre, los obreros (la "aristocracia de overol"); que El Tiempo mencione sin la debida reverencia al gobierno (a cualquier gobierno) y le ponga unas irónicas comillas a la sacrosanta expresión "democracia representativa", muestra que, efectivamente, algo ha cambiado. Cuando existía el miedo al comunismo, en Colombia no pasaban esas cosas.

Pero casi nadie se enteró. De los 200 mil lectores que pueden congregar las páginas deportivas y los avisos clasificados de El Tiempo no son muchos los que se toman el trabajo de desentrañar la prosa de D'Artagnan para saber qué mandan decir el ex presidente Turbay o el ex presidente López. De manera que para los cientos de miles de oyentes de "Seis a.m. nueve a.m." fue al día siguiente una sorpresa escuchar al director de Caracol, Darío Arismendi (muchos, en la buseta, no saben todavía que ya no es Yamid Amat, expulsado por Julio Mario), perorar indignado contra un señor Roberto Posada (casi nadie sabe que es el mismo que firma D'Artagnan) y llamar pulpo al "conglomerado periodístico y económico de la familia Santos" (muy pocos entendieron que se trataba de El Tiempo) por oponerse al "pluralismo informativo" (yo tampoco sé muy bien qué es eso).

Los Santos no escucharon a Arismendi, porque a esas horas están jugando al golf en el Country. Pero alguno de sus empleados de buseta les debió contar la cosa porque el primero de febrero, bajo el anacrónico título de "La Voz de la Víctor", el editorialista del diario regañó al director de Caracol por " agraviar a El Tiempo lo acusó de faltar a la verdad por llamarlo "pulpo" y "congiomerado", y terminó comparándolo despectivamente con "el simpático perrito" que, en los anuncios de la niñez de Hernando Santos, se embelesaba con "la voz de su amo" .

Nadie entendió: en los almuerzos, los más viejos tuvieron que explicar el chiste. Arismendi peroró nuevamente por la radio contra la "Ira santa" con cólera santodominga: "Nadie se crea con la verdad revelada o con derechos heredados de por vida". Rafael Santos, uno de los cosubdirectores de El Tiempo, bajo el enigmático título "De un grupo y sus medios" glosó el editorial del día anterior: "No se sabe por orden de quién el periodista Darío Arismendi las tomó con este diario y lo acusó de ser un pulpo. ¿Sería para desviar la atención de la inatajable voracidad de su empleador?". Del lado de los Santos, hasta entonces, nadie había mencionado el nombre del "empleador": Julio Mario, a quien todo el país llama Julio Mario a secas, salvo salvo sus empleados, que lo llaman "don Julio Mario" (y cada día son más los que lo llaman "don").

Arismendi, entonces, acusó a los Santos de haber "mostrado el cobre" al "eludir el debate" atacándolo a él en "términos personales y ofensivos" cuando él no había hecho otra cosa que "representar las políticas editoriales de este Grupo". Y declaró terminada la polémica.

Pero El Tiempo insiste siempre en tener la última palabra. De modo que al día siguiente (vamos ya por el 6 de febrero) salió el co-sub-director faltante, Enrique Santos Calderón, a apuntillar al director de Caracol, ya mareado por los mantazos del resto de la cuadrilla: le dio las gracias por haber finalmente dejado en claro "lo que todo el mundo pensaba": que Arismendi no hablaba "como periodista independiente sino como intéerprete del Grupo Santo Domingo". A continuación, y bajo el título ambicioso y definitivo de "Grupos y medios: el debate (precisiones a una polémica)", se limitó a reiterar lo ya dicho cautelosamente por D'Artagnan, enigmáticamente por Hernando Santos y herméticamente por Rafael. Enrique lo dijo con su habitual claridad campechana: "Como diría el filósofo, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa".

Una cosa, según el filósofo, es "el más grande conglomerado industrial financiero" del país que "decide incursionar en el periodismo escrito adquiriendo publicaciones ya existentes". Y otra cosa es "un diario que se desarrolla dentro de su esfera propia de comunicación". Lo del diario es bueno, justo y saludable: "responde a la natural evolución tecnológica de los medios informativos en esta época de acelerados avances electrónicos". En cambio lo del Grupo es malo, inequitativo y dañino: "suele generar fenómenos de concentración que no favorecen la libertad ni el pluralismo informativos". El filósofo no ilustra la bondad de lo del diario, que en su opinión salta a la vista, pero sí la maldad de lo del Grupo, recordando que éste quiso asfixiar publicitariamente a SEMANA por sus informes críticos sobre Avianca y fue piedra de escándalo hace año y medio, cuando lo multaron con 14 millones de dólares por un delito cambiario y "vario importantes medios informativos", por tener deudas con él, por haber recibido ayudas económicas o por ser de su propiedad, "se abstuvieron de informar sobre el caso" y guardaron "un silencio flagrante y cómplice".

Hasta ahora nadie más ha opinado, salvo El Espectador, que confunde lo de monopolios con lo de grupos económicos, y su columnista Antonio Panesso, que es también comentarista de Caracol y opina que, como el capitalismo es bueno, todo lo que hagan los capitalistas es bueno y no puede ser de otra manera. Arismendi, por su parte, desde Caracol anunciaba la tarde del jueves que la pelea seguiría al día siguiente.

Pero el problema no está en saber quién tiene razón en la disputa entre El Tiempo y el Grupo Santo Domingo. Tienen razón los dos, en lo que dicen: tanto cuando están de acuerdo como cuando están en desacuerdo. De acuerdo: cuando hablan de "pluralismo", de "sana competencia", de "interés del público" y de "diversidad de opiniones". En desacuerdo: cuando cada cual señala, con acierto, la hipocresía del otro cuando dice las cosas en las que están de acuerdo. Tiene razón El Tiempo cuando llama "pulpo" al Grupo, y el Grupo cuando llama "pulpo" a El Tiempo. Porque no es ésta una "pelea de gallos finos", como opinan los políticos que quieren halagar a los dos, sino una turbia pelea de octópodos gigantes, un sórdido entrelazarse de tentáculos y ventosas entre nubes de tinta.

Y es que no es un azar si El Tiempo y el Grupo son las dos instituciones más temidas, además de odiadas, del país. A las dos las caracteriza esa "mal disimulada prepotencia" que menciona Enrique Santos al hablar del Grupo, y ambas, en este episodio, la han mostrado de sobra. Como también llevan las dos muchos años ejerciendo su enorme poder respectivo de manera absoluta e implacable, tanto frente a sus adversarios como ante sus empleados. Durante decenios, quien no era del agrado de los Santos de El Tiempo ni nacía ni moría en sus páginas sociales, y muchas veces tenía que irse del país. Y Julio Mario ha sido siempre todavía más duro: lo suyo recuerda con la salvedad de la violencia física la frase que "Caliche" atribuye a su patrón Pablo Escobar: "O sube. o pierde el año". Son muchos los que han "perdido el año", metafóricamente, a la sombra de Julio Mario, aun entre los que han sido sus manos derechas en Bavaria o Avianca. Y a sus enemigos simplemente los ha devorado.

Curiosamente, en las carreras paralelas de crecimiento y destrucción que han seguido el diario El Tiempo y el Grupo Santo Domingo los dos no han conocido sino un fracaso, y es el mismo: el de la tentativa de eliminar al diario El Heraldo de Barranquilla mediante el Diario del Caribe. Durante años éste fue de Julio Mario, como una vena rota heredada de su padre, quien a su vez lo había comprado para callarlo. Julio Mario se lo vendió a El Tiempo (¿quién hizo peor negocio?) porque éste, según Rafa el Santos, "quiso servir a la Costa con la resurrección del Diario del Caribe". Y El Tiempo, tras perder mucho dinero, se lo revendió por fin a los hermanos Name Terán, el senador y el contratista. La Costa debe estar agradecida de semejante hoja de servicios.

Porque, decía, lo importante no es cuál tiéne la razón, si el Grupo Santo Domingo o El Tiempo, sino que los dos existan. Es decir: que no existan sino ellos.

Hay en Colombia, claro está, más periódicos y más grupos financieros poderosos: El Colombiano o El País, Ardila o el Sindicato Antioqueño. Pero aquellos dos son, por antonomasia, el periódico y el Grupo coimo los tiburones son muchos en el mar pero solamente uno en la película: el que se come a todo el mundo. La cosa funciona exactamente al revés de como lo decía Arismendi en uno de sus editoriales contra El Tiempo y a favor del Grupo, que lo mismo hubiera podido ser contra el Grupo y a favor de El Tiempo: "La propiedad no es buena ni mala: lo que cuenta son los principios". Yo digo, es al revés: los principios no son buenos ni malos: lo que cuenta es la propiedad. Y lo grave es que la propiedad, principio fundamental del capitalismo que Santo Domingo ilustra y los Santos defienden, esté concentrada en Colombia hasta el punto de que ésta tenga sólo dos dueños: los Santos y Santo Domingo.

Mientras fueron amigos, todo funcionó bien. Así y con la excepción de una alusión fugaz del propio Enrique y otra de Francisco Santos El Tiempo participó en el "silencio flagrante y cómplice" de los medios sobre la multa cambiaria a Julio Mario (que no pagó, pues le fue perdonada), silencio que hoy denuncia Enrique Santos Calderón. Y si hoy Rafael Santos "no cree mucho en la independencia" que pueda tener Arismendi "para comentar los frecuentes atrasos y cancelación de los vuelos de Avianca, o los precios de la cerveza ningún lector de El Tiempo recuerda que El Tiempo los haya comentado jamás, salvo para justificarlos. ¿Es que Santo Domingo, que era bueno, se ha vuelto de repente malo? No. Simplemente ha crecido. Esa es la "evolución natural" de que habla Enrique, dentro del sistema capitalista. Este año, sus múltiples empresas le dieron utilidades declaradas de 60 mil millones de pesos. Ya era dueño de casi todo lo concebible: con el gas natural de Julio Mario los colombianos cocinamos las Pastas La Muñeca de Julio Mario en ollas Unco de Julio Mario, etcétera. ¿Qué tiene de raro que se gastara 500 millones de esos 60 mil en comprar Cromos, y otros tantos en entrar en Cambio América? Le siguen sobrando 59 mil millones para este año.

Lo suyo trae a la memoria una vieja historieta del Pato Donald (de antes de que Walt Disney se convirtiera en un conglomerado perverso como los que hoy denuncia El Tiempo, y todavía contaba historias ciertas). El tío Rico Mac Pato encargaba a Donald de gastar sus ganancias de una semana en cualquier cosa, pues ya no le cabían en la caja fuerte; y cuando Donald regresaba feliz y sin un centavo al cabo de una semana le había producido al tío el doble de ganancias, pues todo lo había gastado en industrias que le pertenecían. Si ya todo es suyo ¿qué va a hacer Julio Mario de ahora en adelante con su plata? ¿Sacarla del país? El Tiempo (en el futuro, al menos) se lo criticaría con dureza. ¿Comprar lo que le falta del país? Lo critica, ya, El Tiempo. Pobre Julio Mario Santo Domingo: la suya es una tragedia del capitalismo.

Una tragedia para todos: en eso tiene El Tiempo razón. Pero así es el sistema. Es una lástima que los Santos sólo se hayan dado cuenta de que el capitalismo es malo cuando el capitalismo ha triunfado definitivamente.

Nota: sobre las contradicciones internas del sistema feudal:

Como lo que cuenta es la propiedad, y no los principios, debo explicarle al lector desde la propiedad de quién estoy hablando.
Desde la revista SEMANA, de Felipe López Caballero. ¿Soy entonces, como diría El Tiempo, "la voz de mi amo"? ¿O soy más bien, como diría Arismendi, un elemento del "conglomerado periodístico y económico de la familia", en este caso López Caballero?

La familia: soy primo de los López Caballero, de los Santos Calderón y de los Santo Domingo Pumarejo. Los López han expoliado a mi familia, los Santos la han explotado, los Santo Domingo le han vendido de todo, desde pasajes de avión hasta cerveza. No les guardo rencor. Personalmente, sin embargo, prefería la cerveza Aguila, hoy desplazada en todas partes por la mediocre y cara Clausen de lata; de manera que me gustaba más Julio Mario cuando era dueño solamente de Cervezas Aguila, y no de todo el país: antes de su "evolución natural" lo hacía mucho mejor.

El amo: me paga este artículo SEMANA, de los López, que en Caracol son socios de los Santo Domingo. Pero también me paga Cambio 16, hoy socio de Santo Domingo, propiedad de un antiguo empleado de los Santos, que son socios, en la televisión por cable, de Santo Domingo. Me pagan además los Cano de El Espectador, rivales de los Santos, y deudores de Santo Domingo y los Santos a su vez me pagaron durante años y me deben todavía un artículo publicado en la revista Credencial. Parece mucho, ya lo sé. Pero todos me pagan mal: el capitalismo consiste en que las ganancias van a los dueños del capital, y no a los del trabajo.
Y eso es lo que tenemos.