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Nicolás Landes dice que aprendió una gran lección: el dinero y la fama son efímeros

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“No voy a dejar que me condenen por delitos que no cometí”

Luego de que la justicia colombiana lo declaró inocente, el banquero ecuatoriano Nicolás Landes insiste en su huelga de hambre para evitar ser extraditado a su país. SEMANA lo entrevistó en la cárcel en Costa Rica.

14 de octubre de 2006

Hasta el 8 de septiembre de 1999, Nicolás Landes era un banquero millonario. Había nacido y se había hecho gran empresario en Ecuador. Hijo de padre estadounidense y madre ecuatoriana, estudió en Estados Unidos y obtuvo un MBA en la Universidad de Harvard. Trabajó en el Citibank y luego compró su propio banco, el Banco Popular del Ecuador, que se convirtió después en el quinto banco privado más grande del país. En su expansión había comprado un banco en Colombia, el Banco Andino, y había abierto oficinas del banco en Miami y en Gran Cayman. Vivía para trabajar, no le invertía casi tiempo a su familia e iba muy poco a reuniones sociales. No era particularmente querido por la sociedad ecuatoriana. Se le veía como un tipo orgulloso, antipático, que miraba un poco hacia abajo a los demás.
A partir del día siguiente, el 9 del 9 del 99, su fortuna se derrumbó como castillo de naipes. Empezaron entonces sus siete años de mala suerte. Tres meses antes de ese día, en medio de la crisis bancaria colombiana, el Banco Andino, del cual Landes era accionista mayoritario, quebró y fue intervenido por el gobierno colombiano, junto con otro banco ecuatoriano, el Pacífico. Al momento del cierre, ambas entidades tenían varios millones de pesos de la DIAN, que les había autorizado recaudar impuestos. En la emergencia, el gobierno colombiano salió a decir públicamente que en el Banco Andino había habido saqueo de dineros y que estaba tan convencido de que Landes había dirigido esta operación fraudulenta, que presentó demandas contra él y otros funcionarios ante las autoridades colombianas y ante las estadounidenses, a donde supuestamente habían sido girados los dineros subrepticiamente. Como se trataba de la palabra de un gobierno, una juez estadounidense aceptó la demanda colombiana ese 9 de septiembre. Apenas se supo en Ecuador, a donde también se desplomaba el sistema bancario, los cuenta-habientes del Popular fueron corriendo a retirar su dinero. El banco se desplomó en días y el gobierno ecuatoriano lo intervino para liquidarlo.
El gobierno ecuatoriano también acusó al banquero en fuga de estafa y peculado. Landes había huido a Estados Unidos con su familia. Allá lo pidió Ecuador en extradición por un delito en particular, que se relacionaba con el hecho de haber puesto en riesgo el dinero de los depositarios del banco por un préstamo al West Merchant Bank del Reino Unido. El Departamento de Justicia de Estados Unidos no encontró mérito para autorizarla. La Superintendencia Bancaria de Florida que investigó la oficina del Popular en Miami no halló prueba alguna de que hubieran llegado dineros ilegalmente desde Bogotá. La Superintendencia Bancaria colombiana que intervino el Banco Andino tampoco halló evidencias de giros ilegales. El gobierno colombiano, sin embargo, insistió en su demanda. Landes, temiendo que sería pedido en extradición por Colombia, viajó de Estados Unidos a Panamá, donde tenía derecho a pedir la ciudadanía, pues había nacido allí en 1950. Se sintió confiado de dar desde allí la pelea judicial, pues en ese país está prohibido extraditar nacionales.
Cuando Ecuador pidió su extradición por segunda vez, ésta a Panamá, el propio presidente Martín Torrijos dio la orden de no hacerlo para no violar la Constitución. Sin embargo, la presión política de Ecuador fue grande, retiró su embajador de Panamá y, luego de una visita del Procurador panameño a Quito, finalmente Panamá emitió una orden de captura contra Landes con fines de extradición. Este volvió a huir. En junio de 2005 cayó preso en Costa Rica, cuando se dirigía a Canadá con un pasaporte falso. Lo condenaron a un año de prisión por porte ilegal de documento. Apeló y aún espera en prisión el fallo del Tribunal, aunque ya cumplió la condena. Es que Ecuador lo ha pedido por cuarta vez en extradición y Costa Rica la ha autorizado. Por el mismo delito que Estados Unidos no había querido hacerlo.
Entre tanto, las liquidaciones de los bancos Andino en Colombia y Popular en Ecuador permitieron devolverles los dineros a todos los ahorradores y deudores. Incluso la DIAN colombiana recuperó los dineros que el banco estaba manejando porque ésta le había autorizado recaudar impuestos y tenía varios millones del erario en el momento de la intervención. En cambio, el Banco del Pacífico le quedó debiendo a la DIAN más de 22.000 millones de pesos. El gobierno colombiano, luego de perder el pleito contra Landes en Estados Unidos, desistió de una nueva apelación.
En Colombia, no obstante, el proceso penal contra el accionista principal del Andino y sus directivos había seguido su curso. Hace dos semanas, el juez colombiano Luis Calixto Paipa, luego de investigar cada uno de los giros que hizo el Banco Andino en los días de la crisis, y de verificar que ninguno fue fraudulento ni fue a parar a los bolsillos de los acusados, determinó la inocencia de Landes y de los directivos Carlos Cuevas, Mario Yepes y Gregorio Obregón.
A fin de agosto pasado, el Tercer Tribunal Penal de Pichincha en Ecuador consideró que el delito por el cual ese país ha solicitado a Landes en extradición a tres países en cuatro ocasiones, no había existido. Absolvió a todos los implicados del presunto peculado. A todos menos a Landes, que no fue juzgado. Costa Rica, no obstante, ratificó su decisión de extraditarlo a Ecuador.
En vista de que su extradición al Ecuador es inminente, salvo un pronunciamiento favorable de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a donde ha demandado a Costa Rica, Landes ha resuelto declararse en huelga de hambre. El domingo pasado, cuando SEMANA lo entrevistó, completaba 59 días de ingerir sólo agua y jugos.
El día de visita en San Sebastián, la cárcel para acusados aún no condenados, en San José de Costa Rica, se forman largas colas desde las 5:30 de la mañana. Viejitas, niños, mujeres exuberantes, muchachos, hacen fila ordenadamente. Una joven de minifalda con un tatuaje de un payaso perfectamente dibujado en su pierna lee la revista SEMANA, mientras espera. Muchos hablan paisa, caleño. Los colombianos hacen buena parte de la población de esa cárcel: ‘mulas’, traficantes de poca monta, traquetos.
La cárcel es un reflejo del país. Es limpia, ordenada, civilizada. Allí en el patio, en medio de las familias humildes que extendían sus mantas para hacer el pic nic, estaba Landes de pie. Flaco, ojos vidriosos, esboza una sonrisa como saludo. El blue jean le queda tan grande, que el cinturón le forma pliegues. Respondió la entrevista sentado en una banca.

SEMANA: ¿Por qué la huelga de hambre?
NICOLÁS LANDES: Después de siete años de espera, perder a mi familia, haber sufrido la destrucción de mi honra personal y mi reputación profesional y la ruina económica, resolví ponerle punto final a este asunto. Por las buenas o por las malas.
SEMANA: Es como si se sintiera derrotado, a pesar del reciente fallo favorable de un juez colombiano…
N.L.: No. Quiero concluir esta persecución, que comenzó cuando el gobierno colombiano me puso una demanda falsa ante el gobierno estadounidense, lo que causó la quiebra del Banco Popular del Ecuador, del que yo era accionista mayoritario. Estoy convencido de que sólo lo lograré con este acto dramático. A un individuo solo peleando contra un Estado que tiene toda la ventaja, sólo le queda un recurso así de extremo.
SEMANA: ¿No es esta huelga de hambre una manera de admitir alguna culpabilidad? ¿Se está castigando a usted mismo?
N.L.: Si uno es honesto y hace un juicio de sus actos, encuentra errores. Pero ya he perdonado a quienes me han hecho daño y también he dejado atrás mi autocrítica. Tengo el corazón y la mente tranquilos. Este sacrificio va a rendir frutos. Me levanto cada mañana diciéndome que esto va a salir bien.
SEMANA: Su protesta no ha sido muy escuchada. El caso de un banquero acusado de corrupción no inspira mucha simpatía…
N.L.: Escucharán cuando pasen más días y entre en una etapa crítica de salud. He sido víctima de dos persecuciones políticas disfrazadas de procesos penales. No voy a dejar que me condenen por quién sabe cuánto tiempo más por delitos que no cometí.
SEMANA: ¿Persecución política?
N.L.: El gobierno de Pastrana quería levantar una gran cortina de humo para tapar el escándalo del Banco del Pacífico, que involucraba a varios de sus altos funcionarios. No lo digo sólo yo, sino las investigaciones publicadas del periodista Alberto Donadío y del congresista Gustavo Petro.
SEMANA: ¿A quién le interesaba esa demanda en Colombia?
N.L.: El causante de mi desgracia mide 1,50 y vive en Washington y se llama Luis Alberto Moreno. Él era el más involucrado con el Banco Pacífico.
SEMANA: La gente puede imaginarse a un político, a un guerrillero en una huelga de hambre, pero ¿un banquero en huelga de hambre?
N. L.: Tampoco es común un banquero quebrado en lo personal. No es fácil cambiar prejuicios de una campaña mediática repetitiva y consistente.
SEMANA: ¿Y el Estado ecuatoriano qué interés puede tener en perseguirlo?
N.L.: Ecuador sufrió una crisis bancaria que causó el cierre de cuatro de los seis mayores bancos y agravó la recesión económica. El Banco Popular fue cerrado sin motivo válido por el gobierno, y sus accionistas, expropiados. Tres años más tarde, el Popular había devuelto el 100 por ciento del dinero a sus depositantes y cancelado todas sus deudas con el Banco Central. Quedó comprobado que había sido correctamente administrado. La persecución política, vía procesos penales, fue iniciada por altos funcionarios del gobierno también vinculados con el Banco del Pacifico. Me convertí en uno de los chivos expiatorios para justificar el caos económico del país. Por siete años, magistrados, políticos, periodistas han repetido ese epíteto de banquero corrupto, dando por cierto mi culpabilidad anticipada. No habrá juez ecuatoriano que tenga el coraje de declararme inocente, así no encuentre delito alguno. Pagaría un costo demasiado alto.
SEMANA: Eso mismo pudo pensar de la justicia colombiana y, sin embargo, un juez lo absolvió…
N.L.: No se puede comparar la seriedad de las instituciones colombianas con las ecuatorianas. Ecuador se pasó un año sin Corte Suprema. La justicia allí no es autónoma ni imparcial. Me están pidiendo en extradición para juzgarme por un delito que ya un tribunal ecuatoriano dijo que no había existido. Y aunque Ecuador se comprometió ante Costa Rica a que sólo me juzgará en ese proceso, como lo ordena la legislación internacional, ya dos magistrados de la Sala Penal de la Corte declararon en radio que no honrarán ese compromiso. Cursan contra mí cinco procesos judiciales: tres por supuesto peculado y dos más por estafa. Los ahorradores del Banco Popular recibieron su dinero. Entonces ¿cuál estafa, cuál peculado?
SEMANA: En el caso del fondo mutuo de inversiones Visión la gente sí perdió su dinero…
N.L.: Cuando el gobierno intervino el Banco Popular, las inversiones en el Fondo Visión estaban en el piso de la caída de precios. En tres años estos habrían recuperado su valor. Pero el gobierno congeló esa inversión y les retuvo a sus dueños el dinero por cinco años. Luego se organizaron y consiguieron que les devolvieran las inversiones, pero al valor que tenían en lo más bajo del mercado. Por eso la gente está dolida con razón. ¿Y a quién culpan? Pues a mí porque nadie sabe ni quiénes en el gobierno administraron esos fondos.
SEMANA: ¿Qué ha hecho en estos 16 meses en la cárcel?
N.L.: Hasta antes de la huelga de hambre he estado dando clases de estudios sociales, historia e inglés, a unos 40 presos. Los pastores evangélicos que vienen dos veces por semana, me han pedido que dirija el culto en mi pabellón. Aquí uno aprende a tratar a cada ser humano como tal, independientemente de los delitos que haya cometido.
SEMANA: ¿Quiénes están en este pabellón?
N.L.: Hay de todo. En mi celda somos 12. Algunos de ellos han sido acusados de violación, uno de asesinato.
SEMANA: ¿Siempre fue muy religioso?
N.L.: Nunca me atrajo la religión organizada. Aquí ha habido el tiempo y las circunstancias para leer y reflexionar sobre temas espirituales.
SEMANA: Si llega a salir libre algún día ¿qué va a hacer?
N.L.: Saldré a buscar trabajo para ganarme la vida.
SEMANA: ¿En banca?
N.L.: Me gustaría porque es lo que conozco. Pero, lamentablemente, estaré vetado en ese ramo toda la vida. Ese estigma nadie me lo quita.
SEMANA: A usted lo encarcelaron por andar con un pasaporte falso...
N.L.: Me fui a Panamá porque como nací allí, me protegía la no extradición por Constitución. Aun así, Ecuador la pidió. La primera vez la negaron, pero la presión política fue tal, que en su segundo intento, en marzo de 2005, Panamá sacó una orden de captura con fines de extradición en mi contra. Busqué refugio en Canadá y conseguí luz verde para viajar allí. Tenía que renovar mi pasaporte panameño para conseguir la visa canadiense, pero me lo negaron. Tuve que recurrir a un pasaporte costarricense falso para conseguir la visa. Hice escala en Costa Rica, pero cuando salía me detuvieron por el documento falso. Me condenaron a un año de cárcel, y estoy apelando. La ironía es que gracias a esa condena no me han extraditado aún a Ecuador.
SEMANA: Usted demandó a Costa Rica ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos porque cree que no está previniendo la inminente violación de sus derechos en Ecuador, pero juzgarlo no es violarle sus derechos...
N.L.: Sí cuando de antemano se ha anunciado que se va a violar el debido proceso. La demanda fue admitida. Espero el fallo.
SEMANA: ¿No habría evitado todo esto si se hubiera quedado en Ecuador a enfrentar la justicia desde el principio?
N.L.: Es por estar fuera que he podido defenderme, que personas independientes lo hayan investigado y hayan podido difundir la verdad.
SEMANA: Insisto, ¿no es mejor poner la cara y someterse a la justicia ecuatoriana? ¿Le teme enfrentarse al escarnio público?
N.L.: Nadie que haya ocupado algún cargo y tenga un proceso penal en Ecuador regresa. Ni siquiera políticos que tuvieron mucho poder, como Bucaram o Mahuad. El ex presidente Noboa regresó cuando le levantaron los cargos. No va a haber justicia para mí allá. No niego que en los primeros años me dolían las acusaciones y los insultos. Con el tiempo le he quitado valor a eso. Pero no voy a dejar que me condenen injustamente.
SEMANA: Pero peor que eso es perder la vida..
N.L.: La vida debe tener ciertas calidad y dignidad. Uno puede sobrevivir estando preso injustamente, en una cárcel soportable como esta, pero eso no es vivir con dignidad.
SEMANA: ¿Va a demandar al Estado colombiano si el fallo de absolución no es apelado?
N.L.: No lo sé. Ahora estoy despojado de las ambiciones que tenía. Mi vida no está en recuperar el pasado. Lo pasado, pasado está. Lo único que quiero es resolver mi situación actual, y mañana veré qué hago.
SEMANA: ¿Admite haber cometido alguna falta?
N.L.: Mi error es haber pretendido ser un banquero ajeno a la política. Como no compré protección política, cuando me tocó ser chivo expiatorio no tuve quién me defendiera.
SEMANA: ¿Cómo puede alguien creerle que no hizo nada mal?
N.L.: Bueno, aprendí mucho con todo este proceso. El dinero y la fama son efímeros y transitorios. Viví 25 años siempre ambicionando algo para mañana. Esa fue una tremenda equivocación. Sacrifiqué horas con mi familia, con mis amigos, en aras de un éxito profesional que resultó hueco de un día para otro.