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SECUESTRO

Noticias desde el infierno

SEMANA y 'Caracol Radio' se unieron en una campaña para que las pruebas de supervivencia de 10 soldados y policías, conocidas esta semana, impulsen la búsqueda de una salida al drama de los secuestrados.

12 de septiembre de 2009

Las familias de los 10 policías y militares, cuyas pruebas de supervivencia fueron interceptadas por el Ejército la semana pasada, todavía están en shock. Hubo desmayos, lágrimas, insomnio, dudas y mucha tristeza. Los hombres, otrora jóvenes, se ven desgastados físicamente, tristes, silenciosos y con dificultad para comunicarse, algunos con dispersión en sus pensamientos, y otros hablando no como quien ofrece una prueba de vida, sino como quien dicta un testamento.

Más que alegría, las pruebas generaron inquietud y dolor. Todos llevan más de 10 años en cautiverio. Y sus rostros agotados, las cadenas en el cuello, el fondo camuflado y miserable de los videos, y el incesante ruido de cigarras y sonidos de la selva, son apenas un asomo que le permite a cualquiera imaginar el infierno que están padeciendo. A pesar de verlos con vida, las de la semana pasada no fueron buenas noticias.

Hace 60 años, Primo Levi escribió un testimonio sobre su vida en un campo de concentración nazi. Lo llamó Si esto es un hombre. Levi narra cómo la estrategia de los fascistas era despojar de la humanidad a los detenidos. De su individualidad, de su lenguaje, de su identidad, de la oportunidad de amar y de recibir amor, de su belleza natural. Aferrados apenas a la supervivencia, las personas se vuelven vulnerables. Así se puede traficar con ellas, matarlas, usarlas como escudo o como carnada.

Ni siquiera Primo Levi, que ha conmovido a más de dos generaciones con sus reflexiones, podría imaginar lo que un cautiverio tan prolongado y cruel puede lograr.

Hace dos años las pruebas de supervivencia de varios secuestrados, incluida Íngrid Betancourt, que se veía famélica y enajenada, conmovieron a la comunidad internacional, y empujaron a millones de personas a las calles a protestar. Muchos de estos cautivos tenían influencia política y eso sirvió para convertir en bandera mundial su libertad.

Pocos dudan que esta movilización incidió en que muchos de ellos: los políticos, Íngrid, los norteamericanos y el grupo de policías y soldados, volvieran a sus casas. Unos rescatados por el Ejército, otros por liberaciones unilaterales de las Farc. No importa. Quedó probado que las liberaciones son posibles, por un camino o por otro. Que es posible dejar a un lado los cálculos políticos y militares. Estas liberaciones no han significado sólo volver a la vida a un puñado de colombianos, sino el alivio para una herida profunda en la dignidad nacional.

Los policías y soldados que quedan en la selva no tienen influencia política. Casi nadie recuerda sus nombres ni sus rostros. No hay gobiernos ni instituciones que se desvelen por ellos. Por eso las imágenes que los muestran encadenados, delirantes y resignados a esperar son un espejo donde debería mirarse Colombia.

Son la imagen de la incapacidad que ha tenido el Estado para resolver -en una década- un problema que atañe a los más importantes valores: la libertad y el valor que tienen las personas. Especialmente aquellas que hacen parte de las instituciones de la seguridad, y que están cautivas cuando intentaban proteger a las poblaciones donde hacían presencia.

SEMANA y Caracol Radio quieren que estas imágenes estén en los hogares colombianos para que al verlas recuerden la deuda de humanidad que tiene este país. Por eso esta edición de la revista está acompañada de un afiche con las fotografías de 10 policías y soldados secuestrados, y al respaldo, los familiares escribieron unas cartas especialmente para esta ocasión, con la esperanza de que puedan llegar a manos de los secuestrados en los próximos días. Este afiche será una especie de ícono que la gente puede tener en paredes y ventanas, para recordar el compromiso de cada uno con estos colombianos.