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"Nunca me verán fuera de casillas"

El nuevo ministro del Interior y de Justicia, Fernando Londoño Hoyos, anuncia una conmoción interior más dura y advierte que no habrá puestos para los congresistas. Respondió además a las críticas que le han llovido por su beligerancia.

17 de junio de 2002

SEMANA: ¿Haber nombrado a un enemigo de la clase política como usted es un mensaje de que habrá revocatoria del Congreso?

Fernando Londoño Hoyos: Yo no soy un mensaje subliminal de nada. No es mi nombramiento sino el programa político del presidente Uribe el que menciona la revocatoria como uno de sus elementos básicos. Ahora, en el camino, sorpresivamente para todos, el doctor Uribe ha conseguido una mayoría política en el Congreso. De ahí que todos mis esfuerzos estarán orientados a conseguir la consolidación de esa mayoría para sacar adelante el programa de gobierno.

SEMANA: ¿Y cambiarán las relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso?

F.L.H.: No me voy a ir reptando por entre los escritorios de los 100 senadores a buscar su adhesión. Yo me voy a entender, por orden del presidente Uribe, con la bancada mayoritaria, con la bancada de oposición si la hubiere, y con el Partido Liberal oficialista, que tiene una significación, bien que esté de acuerdo o no con nosotros. Si no tenemos la mayoría en el Congreso, si es que para algunos eso era simplemente una estrategia o una aventura electoral y hoy quiere una cosa diferente, eso significa que tendremos que hacer algún replanteamiento.

SEMANA: ¿Usted cree que esto es posible sin partidos?

F.L.H.: Sin partidos no hay política. Los partidos son un instrumento fundamental de la expresión política disciplinada, seria y ordenada. Uno de los objetivos fundamentales de la reforma es recuperar a los partidos su misión y su función.

SEMANA: ¿No habrá sobres, ni puestos, ni contratos para el Congreso?

F.L.H.: Es contra esa corruptela contra la que votamos seis millones de colombianos, y no los vamos a defraudar. Esto va en serio y ya se lo he dicho a los actores. No habrá acuerdos individuales, no habrá política menuda, ni empleos, ni plata. Vamos a hacer una política grande, con una sola mira que es el interés nacional. Yo aspiro a entrar a la primera reunión con un Congreso unánimemente dispuesto a apoyar este programa de gobierno. Si no cumplo esa aspiración quiero llegar con una mayoría incontrastable y con una oposición ordenada, seria, respetable y que será en todo caso respetada por mí.

SEMANA: Usted ha demostrado ser beligerante de carácter, ¿cómo va a evitar fricciones con los políticos?

F.L.H.: Cada uno tiene la potestad de calificarme como quiera respecto a mi pasado, que no ha tenido nunca nada que ver con la política. El Ministro que está actuando es con el que los congresistas tendrán que entenderse y entonces cada uno dirá si soy beligerante, si he maltratado a la gente o si estoy haciendo imposible la unidad nacional.

SEMANA: El alcalde Mockus no le dio ni puesto, ni contratos al Concejo y le han bloqueado su obra de gobierno por eso. ¿No teme que le suceda lo mismo a ustedes?

F.L.H.: Mockus es Mockus, Uribe es Uribe. Bogotá es Bogotá y el país es el país. No llego contaminado por ninguna experiencia, sino con el ánimo más sincero y más dispuesto a conseguir las mayorías que sean necesarias para unas reformas que el país necesita en todos los órdenes.

SEMANA: ¿Qué puntales tiene la reforma política del gobierno de Uribe?

F.L.H.: El primero volver a crear partidos para que la gente les tenga fe. Segundo, vamos a crear las bases jurídicas de un Congreso independiente y transparente. La empresa de cambiar la estructura del Estado y del derecho en Colombia es una empresa enorme. Pero yo no me la voy a inventar. Voy a copiar descaradamente lo que tenga que copiar con unos objetivos elementales: que las instituciones y su funcionamiento sean eficaces, transparentes y sencillas. El derecho colombiano no puede ser más farragoso, ni más complicado, lo que hace que nadie sepa a qué atenerse ni cuáles son sus obligaciones. Aquí se hace el derecho que se hacía en Europa en 1850. Como si quisiéramos construir carreteras a pico y pala. Eso tiene que cambiar: que las leyes sean pocas pero que valgan mucho, que sean de oro.

SEMANA: Hablando de cambios en la ley, muchos sostienen que la Constitución del 91 no está hecha para la situación de conflicto que vivimos; que hay que cambiarla. ¿Usted qué opina?

F.L.H.: Esta Constitución está hecha para defender al individuo de un Estado potencialmente agresor y olvida que hay un individuo amenazado por un agresor no potencial, sino real, que es el terror. A eso hay que darle un cambio de 180 grados. Tenemos que permitir que al colombiano indefenso le llegue la protección; que el Estado tenga la potestad real de mantener el orden público y de restablecerlo, sin olvidar que prevalecen los principios del Derecho Internacional Humanitario.

SEMANA: ¿Qué normas cambiaría?

F.L.H.: Todos los estados de excepción. El estado de excepción está diseñado para que no sirva para nada. Tiene que cambiar para que sirva. Nosotros saqueamos en 1991 la Constitución española del 78 y la copiamos en todo menos en los estados de excepción, porque ésta sí le da facultades al Estado español para defenderse y limitar temporalmente, y por el tiempo que sea necesario, el ejercicio de los derechos individuales.

SEMANA: Hay quienes piensan que no es restringiendo los derechos individuales como se derrota a los grupos terroristas, sino con normas que permitan perseguirlos mejor: congelar sus cuentas, investigar más fácilmente sus bienes, etc.

F.L.H.: Eso es literatura. La Corte Constitucional sostiene que las partes en el conflicto son los militares y los guerrilleros y que los ciudadanos somos ajenos al conflicto. Sencillamente no es así porque es que somos el sujeto pasivo del conflicto y si el Ejército interviene es para protegernos. La Corte dice que aquí no hay amigos ni enemigos y que a la población no la pueden confundir con amigo del Ejército porque lo obligan a ser enemigo de la guerrilla, pero lo es de hecho. La cuestión sí es de amigos y enemigos. Cuarenta millones de colombianos que somos amigos de la democracia, de la civilidad, del orden, del respeto por la vida y por los derechos individuales, y un puñado de colombianos que son enemigos de esos principios y de esos valores.

SEMANA: Pero la violencia está siendo financiada por el dinero del narcotráfico, del secuestro. También se necesitan normas para frenar eso…

F.L.H.: No podemos perder de vista que el comienzo del incendio está en 5.000 ó 6.000 millones de dólares que entran para abastecer los propósitos criminales. Aquí lo que tenemos es un negocio que hay que terminar porque sino el negocio termina al país. Por supuesto que 5.000 millones de dólares tienen muchos adictos y tienen muchos adeptos, y no somos tan ingenuos como para pensar que esos adictos y esos adeptos no reaccionen en función de ese interés. Por eso la política antiterrorista va a ser integral.

SEMANA: ¿Cómo evitar que al darle más poder al Estado para que se defienda no lo use para cometer abusos, como ya ha sucedido en Colombia?

F.L.H.: Esta es una revolución en seguridad a través del derecho. El derecho será la obsesión de este gobierno y vamos a respetarlo en toda su magnitud. El derecho de todos a vivir en una patria digna, a no ser maltratados por el Estado en ninguna circunstancia. Pero el derecho no implica que la sociedad esté inerme. Desde la Roma republicana con la institución de la dictadura, pasando por la Martial Law americana e inglesa, por el derecho de necesidad alemán y suizo, por los estados de emergencia, el estado de excepción y el estado de sitio en España, todas las sociedades han desarrollado instrumentos de reacción legítima contra la posibilidad de su desintegración.

SEMANA: ¿Por qué cree que el Estado colombiano se ha venido desintegrando?

F.L.H.: Por la Constitución del 91. Fue el primer producto de la inexistencia de los partidos; fue resultado de una travesura juvenil en la que no hubo ninguna organización política. Y tuvo una obsesión: acabar con el estado de sitio. Hubiera sido bueno que se hubieran ocupado en acabar las causas que lo generan. Pero no. Vendieron el sofá, como en el chiste famoso, le quitaron al Estado la posibilidad de defenderse y crearon un estado de sitio que es sencillamente cómico.

SEMANA: Ha dicho que va a cambiar el derecho ¿Cómo?

F.L.H.: Tenemos una concepción del derecho tan retardataria que produce angustia. No es posible que a un infeliz que tiene un conflicto le prometamos derecho a cinco o a ocho años vista. Tenemos que diseñar una justicia distinta. Eso no es cambiar unas normas. No, la cosa es de fondo y radical. Hay que transformar la mentalidad. No he creído nunca que los cambios de leyes cambian un país, simplemente dan un marco para que el país pueda cambiar, y ese marco es el que vamos a crear. Con dos ejes fundamentales: primero, que el objeto del derecho no es la norma sino la conducta humana en libertad. Por ejemplo, cuando un juez se enfrenta a un conflicto automáticamente mira el inciso, cuando tendría que mirar la realidad vital que se le está poniendo de presente. Segundo, vamos a hacer una justicia democrática. Nuestra primera preocupación será por la gente más pobre, la más indefensa.

SEMANA: Ustedes han hablado de la abolición del Consejo Superior de la Judicatura. ¿Su Ministerio va a retomar la administración de los recursos de la rama judicial?

F.L.H.: A la justicia hay que darle la administración técnica adecuada. Tiene que ser manejada por unos administradores de empresas y no por unos magistrados de una corte. Estas funciones del Consejo Superior de la Judicatura pasan a un organismo técnico hecho por técnicos para que la justicia funcione eficazmente. Ahora la función disciplinaria toda la vida la atendieron otras instancias y otras cortes y entonces hay que volver a simplificar las cosas. La Corte Suprema dejó de ser suprema, pues un mundo de cortes y jueces la contradicen. Así que tendremos que volver a ordenar este desorden.

SEMANA: Otro tema es el estado lamentable de las cárceles. ¿Qué van a hacer?

F.L.H.: Tenemos que entender que el Inpec no es un problema de la administración de justicia sino de la Policía para cumplir las órdenes de los jueces. El Ministro de Justicia ha terminado abandonando los problemas jurídicos del país por andar dando declaraciones cada vez que alguien se fuga de una cárcel. Así que necesitamos tener una entidad técnica que organice y construya las cárceles que sean necesarias con el capital que haya disponible. Nos interesan las cárceles en concesión, el capital extranjero, con el respaldo necesario del Estado para que tenga la seguridad y transparencia adecuadas. Las cárceles, además, no pueden seguir siendo focos generadores de nuevos delitos, sino oportunidades de resocialización.

SEMANA: ¿Usted cree que en cuatro años se podrá hacer toda esa reestructuración del Estado y del derecho que propone?

F.L.H.: Este país no lo vamos a cambiar en cuatro años porque el proceso es muy lento, pero sí lo vamos a encarrilar con la ayuda de todos los colombianos. Uribe consiguió una mayoría aplastante en las urnas que representa una voluntad popular y significa una ilusión del pueblo por un cambio, y eso no se va a defraudar. Por eso estamos seguros de que va a haber un movimiento de opinión, un estado de alma en favor de unos cambios.

SEMANA: ¿Qué tan autónomo va a ser?

F.L.H.: El país se va a tener que acostumbrar a una realidad y es que tiene Presidente. Será el director de una orquesta, que tiene autoridad y capacidad para indicar los lineamientos de comportamiento de cada uno de los ministros. Aquí no habrá ministros inventándose una política. Lo digo con toda humildad pero con toda franqueza: soy un peón al servicio del objetivo central de convencer a los colombianos de que ese programa vale la pena, y demostrarles, cada día, que no los estamos traicionando.

SEMANA: Hablando de algo más personal, ¿qué les responde a quienes cuestionan que como abogado haya defendido intereses en contra del Estado colombiano y que ahora esté como Ministro del Interior?

F.L.H.: Recibo el derecho de la crítica porque soy un demócrata. Pero advierto que he trabajado en los tribunales de arbitramento por absoluta convicción y que no tengo que desdecirme de nada, entre otras razones porque la primera condición para que en Colombia tengamos inversión extranjera es que haya un marco jurídico que la proteja. Ahora bien, pueden tener la absoluta seguridad de que no intervendré, no opinaré en ningún tema en el que haya actuado. Pero también quiero aclarar que he actuado en mayor número de veces a favor del Estado que en su contra. He sido abogado del Idema, de ISA, del municipio de Manizales, la Beneficencia de Cundinamarca y de Bogotá, donde estoy trabajando desde hace seis años por recuperar el coliseo cubierto y que no sea condenado el Distrito a una multimillonaria demanda por perjuicios. En la mayoría de esas actuaciones he actuado gratuitamente. Ser contraparte del Estado no es ser enemigo del Estado sino ser amigo de la justicia.

SEMANA: Su papá fue ministro de Gobierno. ¿Qué lecciones de él recoge hoy?

F.L.H.: La primera es que hay que trabajar con todo el mundo y convencerlos a todos. La segunda, que nunca estuvo pensando en las pequeñas cosas de la política sino que siempre estuvo pendiente de los altos intereses nacionales. Eso fue lo que vi y eso es lo que voy a repetir. Les aseguro que me podrán ver equivocándome, pero nunca me verán fuera de casillas, ni librándole pelea a nadie, ni maltratando a nadie, ni irrespetando a nadie. Los que quieren comprar la idea de que llegó un energúmeno a destrozarlos a todos se van a encontrar con la sorpresa de que hay una persona que, inclusive si le quieren poner todas las tentaciones de una confrontación personal, se va a mantener absolutamente incólume.