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Robert Hamm (círculo) y los egresados del Colegio El Campo de Santa Elena de Upía, Villanueva, Casanare, casi 60 años después de su fundación. Aún a sus 91 años busca financiar nuevas ONG en los Llanos.

PERFIL

El gringo llanero que dedicó su vida a la Orinoquia

El nonagenario Robert Hamm busca recuperar las tierras de un colegio autosostenible que fundó hace 60 años, refundidas en un enredo judicial.

21 de agosto de 2016

De llanero solo tiene el corazón. Robert Allan Hamm tiene 91 años, nació en Maryland (Estados Unidos), ha tenido tres parejas y nueve hijos y hace 60 años vive en Colombia. Su licenciatura en religión y educación de la Universidad Adventista de Chattanooga (Tennessee) lo convirtió en misionero. La ONG Pro-am-or (Asociación Pro Amazonia Orinoquia), que fundó en 1996, puede dar fe de ello. Sin embargo, sus últimos años han estado marcados por la decepción: quiere recuperar el terreno de su primer proyecto pero los abogados insisten en que está en un callejón sin salida.

Llegó a Colombia en 1957 como supervisor educacional de la Iglesia Adventista en Bogotá, con la que luego cortó lazos. En 1960 decidió realizar su tesis de posgrado: un plan de desarrollo comunitario en la Amazonia y la Orinoquia colombianas. Con la meta clara, obtuvo los fondos, compró los terrenos y construyó el Colegio El Campo en Santa Elena de Upía, un corregimiento de Villanueva (Casanare), al cual solo se llegaba en chalupa desde Puerto López (Meta). Después de tantos años, sus estudiantes aún lo recuerdan con cariño. Justo Acosta, alumno fundador de 71 años, contó a SEMANA que “Hamm construía los salones, conseguía donaciones. Nosotros pagábamos las clases trabajando por el colegio. Es un visionario”.

Insaciable, el gringo llanero fue por más. Construyó tanques elevados para agua potable, bebederos para ganado, molinos de viento y microacueductos que luego fueron utilizados por el Plan Nacional de Rehabilitación durante el gobierno de César Gaviria en Arauca, Vichada y Guaviare. Con ayuda de Profamilia, The Pathfinder Fund de Boston y el Servicio de Erradicación de la Malaria, en 1983 montó el proyecto Voluntarios de Salud, para contrarrestar la ausencia de médicos en los cientos de kilómetros de riberas del río Meta. Finalmente fundó Pro-am-or para capacitar a las poblaciones fluviales en desarrollo sostenible y unos Centros de Desarrollo y Capacitación (Cendecaps). Pero tras décadas al servicio de los ríos de la llanura, un revés marcó el rumbo de su trabajo social.

Hace dos años está tratando de contactar a su antiguo socio, Carlos Augusto Puentes, pero no ha encontrado rastro de él. Precisamente, Puentes interpuso una demanda por reparación directa para que le fueran restituidos sus derechos sobre la finca de 223 hectáreas Vegas de Flor Amarillo, donde se encuentra el Colegio El Campo. Esto, pues cuando Hamm se fue a vivir a Villavicencio, Puentes quedó en las propiedades. Sin embargo, por un conflicto de escrituras y linderos indefinidos, en 2008 el Juzgado Promiscuo del Circuito de Puerto López sentenció que el terreno era de Raúl Cabrera Barreto, un exalcalde de Villanueva.

Sin embargo, los pocos avances judiciales hechos en 2010 parecen perdidos. Hamm y sus colegas de Pro-am-or descubrieron que el abogado apoderado de la demanda de Puentes, Regis Sarmiento Leguizamón, fue sancionado en abril de 2008 por la Sala Jurisdiccional Disciplinaria de la Judicatura de Boyacá, es decir, que estaba inhabilitado en ese momento. Por lo pronto no ha habido quien quiera tomar cartas sobre el asunto.

“Los abogados dicen que no se comprometen con el caso porque es un tema sin salida”, le explicó a SEMANA María del Carmen Pardo, pareja de Hamm desde hace tres décadas y casi los mismos años menor que él. Sus amigos quieren ayudarlo, pero el asunto es enrevesado e implica promesas de compraventa, secuestros y avalúos de tierras incompletos, linderos indefinidos y escrituras a nombre de terceros, una realidad tristemente recurrente en los Llanos. Pero Robert Hamm aún guarda la esperanza. Hernán Camacho, su amigo cercano y secretario de la asociación, dijo a esta revista que “el trabajo de Roberto (sic) en la región ha sido admirable y ahora solo quiere recuperar su propiedad... en el tiempo que le queda”.