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Otra para la lista

La jefa de Salud Pública de Estados Unidos se suma a la lista de personajes que piden que se se estudie la legalización de las drogas.

10 de enero de 1994

LOS ESTADOUNIDENSES EStán acostumbrados a las declaraciones explosivas de Joycelyn Elders, la directora general de Salubridad de Estados Unidos. Hace unos días la funcionaria había dicho que no consideraba inmoral tener hijos ilegítimos o fuera del matrimonio porque cada persona tenía su idea de lo que era moral.
El presidente Clinton, que conoce el carácter desabrochado de la funcionaria desde que él era gobernador de Arkansas y ella su jefe de Salubridad estatal, respondió a la misma pregunta casi emulando a Dan Quayle. "Creo que este país sería mucho mejor si los niños nacieran de parejas casadas", dijo Clinton en una clara oposición al planteamiento de Elders.
Lo que no esperaba el Presidente es que su desobediente subalterna se le saliera del coro una vez más en menos de una semana. La señora Elders se atrevió a proponer la legalización de la droga como una alternativa para reducir la criminalidad en su país. Sus palabras exactas durante un discurso pronunciado en el Club de la Prensa en Washington fueron: "Reduciríamos sustancialmente nuestros niveles de criminalidad si las drogas fueran legalizadas ".
Aparte del contenido, la propuesta de Elders tenía otra implicación más importante. Era la primera vez que un funcionario de su categoría ventilaba un tema hasta ahora reserva- do para académicos y ex empleados del gobierno que esporádicamente lanzan la idea en seminarios y entrevistas. Pe- ro que una funcionaria que se sienta al lado de los secretarios de Gobierno y del Presidente en las reuniones de ga- binete, planteara semejante expectativa, es algo que nunca se habia visto.
Su propuesta está basada en estadísticas que los estadounidenses están cansados de escuchar y que tienen que ver con el hecho de que un gran porcentaje de los delitos que se comete en ese país contra la propiedad y las personas es perpetuado por delincuentes en busca de dinero para comprar dro- gas. Elders anunció que su oficina estudiaría todos los métodos para contener la violencia. "El crimen es un problema real; la violencia es un problema real", dijo la funcionaria.
Pese a que el argumento de Elders es tan claro como las cifras y que la propuesta estaba supeditada a un estu- dio, sus declaraciones cayeron como un balde de agua fría especialmente en las oficinas del gobierno que cele- braron la muerte de Escobar como una prueba más de que la guerra y no el armisticio es la solución.
Una vez más los periodistas buscaron a Clinton para medir su resistencia frente a Elders y una vez más Clinton trató de dorar la píldora.
"Cuando se tiene a alguien que habla francamente y es enérgico como lo es ella -dijo Clinton-, habrá ocasiones en que hablará francamente y será enérgico en una forma en que yo no esté necesariamente de acuerdo".
Toda esta introducción era para decir que el costo de legalizar las drogas superaría con creces a los beneficios. Pa- ra curarse en salud, la Casa Blanca aclaró que la funcionaria no había manifestado la opinión del Gobierno Federal. Varios senadores, sin embargo, pusieron el grito en el cielo, y uno de ellos, parodiando la leyenda que aparece en los cigarrillos, dijo que Elders era mala para la salud de los estadou- nidenses. Y otros, como Don Nickles, pidieron la renuncia de esta funcionaria.
Los argumentos del Gobierno de Estados Unidos contra la legalización han partido tradicionalmente de tres hipótesis: que si la droga es barata fácil de adquirir, el consumo será mayor, habrá mayor dependencia y un mayor deterioro de la capacidad mental del ciudadano.
Elders no se rectractó de lo dicho, pero su oficina de relaciones con los medios aclaró nuevamente que esa era la opinión de la funcionaria y no la del Gobierno.
Pero como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, esa misma semana, en el programa de mayor sintonía de la televisión gringa, uno de los personajes extranjeros más estimados por las autoridades de ese país en la lucha contra el narcotráfico proponía también la legalización de las drogas. En un inglés directo y elemental, y a bordo de un Mercedes Benz blindado, el fiscal general de Colombia, Gustavo de Greiff, le dijo a uno de los periodistas del programa "60 Minutos" que ve cada vez más viable la posibilidad de la legaliza ción.
El programa se había grabado a finales de octubre, cuando la idea de atrapar a Escobar era considerada un chiste de mal gusto entre los policías antinarcóticos estadounidenses. Por eso, antes de comenzar el segmento, el director del programa, Mike Wallace, actualizó a su audiencia de más de 60 millones de televidentes con la noticia de la muerte del narcotraficante.
Pese a que al cierre del programa Wallace citó el arresto de dos escoltas de De Greiff por cargos de traficar con drogas, el Fiscal quedó como un héroe.
El programa lo mostró como un sencillo y corajudo combatiente, que a pesar de todas las adversidades está al frente de un cargo que alguien en la sociedad tiene que ejercer.
Sus planteamientos de legalización, sin embargo, no tendrán mayores efectos. A juzgar por la rígida posición oficial estadounidense, De Greiff y Elders serán dos nombres más en la lista de personajes ilustres que la prensa es- tadounidense casi siempre publica cuando recicla el debate de la legalización. Pero nada más.