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Si bien la posibilidad de un pacto nacional se ve lejana, un acuerdo político entre Vargas Lleras y Duque no es del todo imposible. | Foto: Fotomontaje SEMANA

POLÍTICA

Pacto nacional: ¿para qué?

Todo indica que no va a ser posible. ¿Por qué es tan difícil llegar a un consenso cuando las dos partes quieren pasar la página de la polarización?

26 de mayo de 2019

Luego de que la JEP profirió el fallo que ordenaba la libertad inmediata de Jesús Santrich, y de la novela que desató su posterior recaptura, el presidente Duque citó a los partidos de gobierno y a los independientes para plantear un pacto político que permitiera doblar la página de la polarización y llegar a consensos institucionales. Sin embargo, hasta ahora la cosa parece no tener mucho futuro.

Invocando la famosa tesis de Álvaro Gómez del acuerdo sobre lo fundamental, Duque quiso medir el ambiente entre los líderes de los partidos más cercanos al Gobierno para determinar si era posible llegar a un acuerdo sobre tres temas centrales: el narcotráfico, la impunidad y la figura de la extradición.

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Así las cosas, la agenda presidencial del lunes empezó con una reunión entre el jefe de Estado y las cabezas del Centro Democrático, el Mira, la ASI y Colombia Justa Libres. En ese encuentro, como se trataba de los partidos de la mesa de gobierno, no hubo mayores contratiempos ni diferencias de opinión frente a los temas tratados. Sin embargo, el hecho de haber comenzado la jornada discutiendo las modificaciones de los acuerdos de paz con el uribismo y sus otros detractores, marcó la pauta de lo que estaría por venir.

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Después de haber hablado con sus aliados políticos, llegó el momento de afrontar el mayor reto del día para el presidente de la República: convencer a Aurelio Iragorri, a César Gaviria y a Germán Vargas Lleras de montarse en el barco de la modificación de los acuerdos de paz. La cosa con Gaviria e Iragorri, presidentes del Partido Liberal y el Partido de La U, no salió como el Gobierno esperaba. Los dos le manifestaron al presidente que era inviable pensar en la posibilidad de un acuerdo o un pacto nacional sin incluir en este a la oposición. Tanto Iragorri como Gaviria consideraban que la bancada alternativa, que obtuvo un apoyo popular muy importante en las elecciones pasadas, no podía ser ignorada. Así mismo, dejaron saber que el compromiso de sus partidos con lo pactado en La Habana estaba por encima de cualquier cálculo político.

Cada vez que en Colombia hay una crisis se busca un gran pacto que abarca todo y no termina en nada.

Pronto quedó claro que el Gobierno iba a apostar a que la indignación que generó ver a Santrich ad portas de la libertad le sirviera como elemento de negociación para persuadir a los partidos de la necesidad de efectuar cambios de fondo en los acuerdos de paz. En aras de encontrar coincidencias, los jefes políticos convocados le manifestaron al presidente que estarían dispuestos a apoyar leyes aclaratorias que dieran un parte de tranquilidad sobre algunos aspectos del acuerdo de La Habana que pudieran tener vacíos. Sin embargo, dejaron claro que no impulsarían ninguna iniciativa que buscara cambiar la columna vertebral de lo acordado allá.

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El Gobierno, por su parte, llegó al encuentro con la idea de revivir el contenido de las objeciones que presentó el presidente a la ley estatutaria de la JEP. Algunos incluso iban más allá. El expresidente Uribe, por ejemplo, planteó la posibilidad de limitar la participación política de los excombatientes que tengan deudas pendientes con la justicia y de crear un tribunal especial que se encargue de juzgar a los militares. Palabras más, palabras menos, con planteamientos de esta naturaleza por parte del partido de gobierno, la idea del pacto nacional nació muerta. Era previsible que un problema de gobernabilidad, que en buena medida surgió como consecuencia del desacuerdo sobre objeciones, no iba a solucionarse con revivir las mismas objeciones. Más aún, cuando el Senado y la Cámara ya las hundieron.

Buscar un consenso nacional sin incluir a la oposición no es una opción viable.

La polarización por cuenta del debate de las objeciones hizo recordar las épocas del plebiscito. Los aspectos ahí contenidos no solo afectaban de una u otra manera la esencia de lo pactado, sino que se habían convertido en un punto de honor tanto para el Gobierno como para la oposición. En esa medida, era casi una utopía encontrar puntos de coincidencia sobre temas tan ampliamente debatidos, que han tenido paralizada la agenda política del país durante casi diez meses.

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Luego de que el encuentro con los jefes de los liberales y de La U no dio mayores frutos, al presidente solo le quedaba la carta de Germán Vargas Lleras. Este, a diferencia de Gaviria e Iragorri, al salir de Palacio no dio declaraciones ni emitió comunicados. El exvicepresidente se limitó a decir que había tenido una reunión constructiva con Duque y que no comentaría aspectos de un encuentro privado. Ese hermetismo, sumado a que varios congresistas de Cambio Radical han manifestado no tener conocimiento de lo que Vargas y Duque puedan haber hablado, se prestó para que algunos analistas empezaran a especular sobre posibles acercamientos entre las dos partes.

Aun cuando hasta ahora solo se trata de especulaciones, una alianza política entre el Gobierno y Cambio Radical podría ser rentable tanto para Duque como para Vargas. El primero podría ganar, en un momento en que la gobernabilidad parece complicada, un bloque parlamentario determinante a la hora de aprobar sus proyectos en el Congreso. El segundo no solo recuperaría el ala varguista que no quería oponerse al Gobierno, sino también a los Char, que estaban en lo mismo.

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Por ahora, solo es claro que el pacto nacional no se ve en el escenario político. La oposición, al sentirse marginada, ya hizo su propia propuesta de pacto y convocó al presidente a sentarse a la mesa para discutir sobre cómo manejar la implementación del proceso de paz. Eso sí, dejando claro, como lo hicieron los liberales y La U, que esa propuesta de consenso tiene dos inamovibles: 1) respetar lo pactado en La Habana; 2) que el acuerdo al que lleguen involucre a todas las fuerzas políticas, incluido el partido de la Farc.

En Colombia ha existido la tradición de convocar acuerdos nacionales que la mayoría de las veces no desembocan en nada concreto. Eso mismo parece estar pasando en esta ocasión. Mientras el tema central de la discusión siga siendo un pulso entre el Sí y el No en el plebiscito, no será fácil llegar a un acuerdo.