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A palo seco

El ELN y el gobierno de Uribe por fin van a hablar. ¿Qué se puede esperar del encuentro en Cuba entre Luis Carlos Restrepo y Antonio García?

12 de febrero de 2006

Esta semana, cuando Luis Carlos Restrepo y Antonio García se encuentren frente a frente en La Habana, no habrá whisky en la mesa. El Alto Comisionado de Paz ha criticado a sus antecesores porque "se iban a tomar 'whisky' con los guerrilleros". Y aunque aún es temprano para saber si habrá motivos para brindar, es sorprendente lo rápido que se ha destrabado la posibilidad de un diálogo con el ELN. La cita de La Habana es el inicio de una fase exploratoria que, en el mejor de los casos, podría conducir a una negociación en firme entre el gobierno y este grupo. Como es obvio, la distancia entre unos y otros es muy grande, y no hay grandes expectativas sobre los que pueda ocurrir en este primer encuentro. La primera preocupación que hay en el ambiente es si habrá química entre Restrepo y García. Dos personalidades difíciles, arrogantes y testarudas. Y aunque este parezca un asunto banal, vale la pena recordar que hace seis años, cuando García se encontró por primera vez con el entonces alto comisionado Víctor G. Ricardo, la fricción fue tan grande, que a los 10 minutos ya se había roto la posibilidad de un proceso y se necesitaron meses para reconstruirlo. Si se supera este aspecto inicial, tendrán entonces que discutir los asuntos de procedimiento de una posible negociación. El primer tema de agenda para el gobierno es el cese de hostilidades. El cese, que parecía ser un gran obstáculo para iniciar un diálogo, parece ser uno de los temas donde más fácilmente se puede llegar a un acuerdo. Por un lado, el proceso con las AUC ha mostrado a un gobierno laxo y poco exigente en este tema. Por el otro, el ELN reiteradamente ha dicho que un cese de sus actividades implicaría que su organización sea financiada mientras se negocia. Esta fórmula, que hace siete años, cuando se propuso en Maguncia, Alemania parecía una locura, hoy ya ha tenido receptividad entre algunos gobiernos extranjeros que estarían dispuestos a financiar una tregua, siempre que sea en un momento avanzado de la negociación, con tiempos claros y una verificación seria que garantice que los guerrilleros no están obrando ilegalmente. Pero si para el gobierno el cese es lo primero, para el ELN lo serán los asuntos metodológicos del diálogo. A esta guerrilla le interesa que las conversaciones se realicen, en su fase inicial, en La Habana, Cuba, que es prácticamente el único país donde pueden estar con la seguridad de no ser capturados ni extraditados. Adicionalmente, insistirán en la participación de la sociedad civil y de la comunidad internacional en el proceso. De hecho, en La Habana estarán delegados de Noruega, Suiza y España, así como los miembros de la comisión de garantes, que han hecho posible los avances que tiene el proceso hasta hoy. Por eso, aunque el gobierno tenga como su carta la tregua, muy seguramente el ELN pondrá primero sobre la mesa los cinco obstáculos que desde agosto plantearon como escollos para la paz. Estos son, según sus propias palabras: "Negar las causas sociales, económicas y políticas que originaron el conflicto; pretender que la paz es un asunto entre la insurgencia y el gobierno, negando que un proceso de paz debe contar con la participación activa de los diversos sectores de la sociedad; negar que el conflicto ha producido una profunda crisis humanitaria en los sectores más empobrecidos de la sociedad y que requiere ser atendida con prioridad; la negación que hace el actual gobierno de la existencia del conflicto interno; y la farsa de negociación del gobierno con los paramilitares, un verdadero proceso de paz tiene que empezar por reparar los daños causados a las víctimas de la barbarie paramilitar". Estos obstáculos hacen parte de la retórica del ELN y podrían ser fácilmente resueltos con la también abundante retórica del gobierno. Es más, el propio presidente Álvaro Uribe dijo hace pocos meses que estaría dispuesto a aceptar que hay un conflicto armado si eso se requería para un proceso con los elenos. Si se logra superar esta primera agenda de procedimiento, es posible entrar en una agenda sustancial, que para el ELN pasa por la realización de lo que ellos llaman una convención nacional. Sin embargo, es improbable que antes de agosto de 2006 se llegue hasta ese punto. Los períodos electorales nunca han sido las mejores épocas para que se concreten negociaciones. Estos meses serán de calentamiento y de construir confianza. El gobierno deberá probar que su afán por sentarse con el ELN no es simplemente una oportunidad de campaña. Y que puede imaginar un modelo de negociación diferente al utilizado con la AUC, que está basado apenas en el desarme y la reinserción. Sin duda, con el ELN habrá que discutir una agenda política. Los elenos, por su parte, tendrán que entender que no pueden seguir dilatando la opción de una salida negociada, jugando con las esperanzas y las ilusiones de muchos colombianos, y de la comunidad internacional. En La Habana deberán demostrar que están dispuestos a sentarse a la mesa, para salir de allí vestidos de everfit. Quizá entonces, bastará un 'mojito' para celebrar.