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| Foto: Luis Ángel Murcia

INSEGURIDAD

"Plata y armas hacen al jefe"

Un pandillero del mítico distrito de Aguablanca le relató a SEMANA cómo operan las temidas bandas caleñas.

10 de septiembre de 2016

La cicatriz más visible de Carlos está tatuada en su mente. En Aguablanca no se vive, se sobrevive. Hace un lustro, cuando apenas tenía 14 años, ignoraba que en su barrio los ‘límites mortales’ entre pandillas eran tan estrechos como una calle. Un grupo de muchachos lo acorraló: “Te vamos a picar y tirar al Cauca”. Pero logró canjear su encuentro con la parca por un ritual de humillación: a cambio de perdonarle la vida debía acurrucarse y cantar los pollitos a todo pulmón.

Antes un humilde mensajero de chatarrería, Carlos se convirtió en uno de los 12 jefes del barrio Potrero Grande, al oriente de Cali. El distrito es considerado una bomba social donde convergen los problemas de violencia e inseguridad de los caleños. El fenómeno es de tal magnitud que hasta hace poco se daban el lujo de asaltar simultáneamente a todo un barrio. Los escándalos pusieron en duda la efectividad de la Policía para garantizar la seguridad. Incluso se habló de militarizar Aguablanca.

Carlos afirma que ser pandillero no es una elección, sino la única forma de sobrevivir, “desde que somos unos niños nos estrellamos contra el mundo, todos nos maltratan, desde la ‘tomba’ (la Policía) hasta los pandilleros”.

Para liderar una pandilla bastan dos imanes de poder: “El que tenga su liga (dinero) y su aparato (arma de fuego) es el que manda, es el jefe”. Se subsiste delinquiendo: desde robos, hasta extorsiones y asesinatos, “cada pandilla hace sus cositas, pero el negocio fuerte está en el vicio”. El negocio del narcomenudeo es tan lucrativo que las pandillas existen por calles. Y si bien muchos de los jefes han sido capturados, “desde afuera hay otros más poderosos que controlan todo”.

En esa selva sin ley, Carlos luchó hasta descubrir que no solo existe la opción de matar o morir y se incorporó a uno de los tantos programas de resocialización de la ciudad. Desde allí aspira a dejar la vida de pandilla y convertirse en el ingeniero mecánico que siempre soñó.