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| Foto: Getty Images

ESPECIAL

El papa Francisco y el San Lorenzo

Los colores que enamoraron a Jorge Mario Bergoglio tienen nombre propio: San Lorenzo de Almagro, el equipo de uno de los barrios más tradicionales de Buenos Aires.

Pablo Calvo (*)
6 de septiembre de 2017

Sus padres se conocieron en el Oratorio San Antonio, el lugar en que nació el club San Lorenzo, en 1908. Jorgito Bergoglio tenía 10 años cuando trepó por primera vez los escalones de madera del Gasómetro de Boedo para alentar al mejor equipo azulgrana de todos los tiempos, el de 1946, integrado por Farro, Pontoni y Martino, que llegó a golear a las selecciones de España y Portugal. Un club de barrio, fundado por el cura Lorenzo Massa para alejar a los niños de los peligros de la calle, fue capaz de derrotar a los imperios.

Y de esa lucha de los débiles contra los gigantes se enamoró Bergoglio, que pateaba pelotas de trapo en una plaza de Flores y soñaba, como todos los niños del mundo, con hacer un gol inolvidable.

Los domingos, él juntaba caracoles en un frasco para llevarlos a un restaurante cercano al estadio. Luego veía el partido junto a su familia. Y horas más tarde coronaba la fiesta comiendo pizza con salsa de caracoles, un sabor que quedó impregnado en la zona cálida de su memoria.

De ese tiempo en blanco y negro recuerda otras dos cosas: la campana del tranvía que dejaba a los hinchas en las puertas de aquel templo y el calor áspero de la mano de su padre, a la que siempre se sintió aferrado.

De estas maravillas mundanas hablamos con Francisco en julio de 2014 en el Vaticano y a través de cartas que intercambiamos sobre nuestra pasión terrenal, el amor por los Santos de Boedo. Nos llaman “cuervos” por la sotana negra del cura que nos inventó, pero el estatuto nos define como “club cosmopolita”, abierto a todos.

Tal fue la conmoción entre los hinchas que produjo su llegada a Roma que la cancha se empezó a llenar de papas disfrazados, banderas con su sonrisa y hasta la foto de su rostro en el pecho de los jugadores. Y sucedió un milagro: sin patear una sola vez al arco en el partido contra Colón, que se disputó a horas de su salida al balcón, San Lorenzo ganó 1 a 0, gracias a un gol en contra de los rivales… o vaya a saber qué otra movida celestial.
El Ciclón estuvo también a punto de irse al descenso. Pero llegó Francisco y se salvó.

Al año siguiente, cuando un jugador de Vélez pateó solo en el área chica y se disponía a convertir el gol decisivo del torneo, en el último segundo del partido, apareció una mano milagrosa del arquero y nosotros salimos campeones.

Y en 2015, tras décadas de frustraciones, ganamos la Copa Libertadores de América por primera vez en nuestra historia. Los jugadores le llevaron el trofeo a la Santa Sede y allí todavía reposa, junto a los frescos de Miguel Ángel.

A lo largo de su vida, San Lorenzo disfrutó de los colombianos Iván Ramiro Córdoba, Mario Yepes, Carlos Valdés, Freddy Grisales y Leonardo Favio Moreno, entre otros. Hace tres años, Córdoba regaló a Francisco su camiseta azulgrana y se la autografió sobre lo blanco del número dos con la leyenda “Colombia te quiere ver”.

Hoy, 38 años después de andar vagando por Buenos Aires, desterrado por ordenanzas de la última dictadura argentina, el club del papa sueña con construir un nuevo estadio, en el mismo lugar en que quedaron atrapados los recuerdos. La tierra prometida es aquella a la que Jorgito iba con sus caracoles. Y se llama Boedo.

¿Qué nombre tendrá el estadio? La asamblea lo decidió en menos de lo que dura un vallenato: “Papa Francisco”, propuso el historiador Adolfo Res. Y se alzaron las manos.

A esta cruzada romántica solo le faltan dos milagros: que aparezcan los 80 millones de dólares que se necesitan para levantar las tribunas y que el bautismo de la obra quede a cargo de… sí, la persona que usted se imagina.
Dios quiera.

*Periodista argentino y autor de los libros Dios es cuervo (2013), en el que intercambia cartas de fútbol con el papa; y Los tesoros del Gasómetro (2016) acerca del estadio sagrado que enamoró a Bergoglio cuando era niño y que la hinchada de San Lorenzo busca hoy reconstruir.