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Partido sin piedad

Piedad Córdoba sale de la dirección del Partido Liberal. ¿Cómo jugará César Gaviria? ¿Qué hará Alvaro Uribe?

8 de diciembre de 2003

La política es ante todo un escenario de paradojas. Quienes en un momento están en la cresta del éxito al día siguiente pueden estar, como por arte de magia, mordiendo el polvo de la derrota. Por lo ocurrido en los últimos meses en la política nacional esta tesis queda confirmada. El referendo del presidente Alvaro Uribe, que tenía todo a su favor, terminó ahogándose. Y Enrique Peñalosa, que como político estrella lanzó a Juan Lozano a la Alcaldía de Bogotá, fue derrotado en las urnas. A esos dos casos hay que sumarle uno más. La senadora Piedad Córdoba, quien cobró esas derrotas como triunfos políticos personales, terminó la semana pasada perdiendo el control de la dirección del Partido Liberal. Cuando se había anunciado que seguiría allí por unos años más, una votación de última hora la dejó por fuera del juego. En una sesión en la que oficializó su renuncia el secretario general del partido, Germán Chica, los miembros de la dirección liberal le dieron a Piedad dos meses más al frente del partido y escogieron para reemplazarla al senador Camilo Sánchez.

Que paso?

La salida de Piedad tiene varias explicaciones. Algunos piensan que se trata de tires y aflojes de política en pequeña escala en la que se definen intereses personales y no directrices de fondo. Simples muñequeos intestinos de poder. Esto puede tener algo de cierto. Pero hay más que eso. En realidad en este conflicto interno están sobre el tapete dos cosas de gran importancia. La primera es el realineamiento ideológico del liberalismo. El giro de Piedad a la izquierda no cayó bien en muchos sectores. Senadores cercanos al presidente Uribe, como Rafael Pardo y Claudia Blum, prefirieron salirse del partido y armar movimientos independientes antes que seguir los lineamientos de Piedad. Otros, como Germán Vargas, han ido más allá y han propuesto la unión con los conservadores para contrarrestar con un nuevo partido el crecimiento de la izquierda luego del triunfo de Lucho Garzón con la ayuda de Piedad.

La segunda cosa que está en juego es la candidatura presidencial del Partido Liberal. Todos los protagonistas de la política liberal quieren reemplazar a Alvaro Uribe en 2006. Desde Germán Vargas, quien ya anunció su pretensión, hasta Horacio Serpa, que dice que no pero todo el mundo cree que sí, todos están aspirando. En la lista también están Rafael Pardo, la propia Piedad, el ex ministro Juan Manuel Santos, el ex alcalde Enrique Peñalosa y hasta el ex fiscal Alfonso Gómez Méndez. En este elenco de aspirantes se presentan dos problemas. El primero es que todos son de tendencias ideológicas diferentes. Unos, como Santos, Peñalosa y Pardo, con sus diferencias, están más cerca al liberalismo económico. Los otros, Serpa, Piedad y Gómez Méndez son amigos de la socialdemocracia y creen más en el Estado que en el mercado. Y aunque se supone que el liberal es un partido pluralista, a la hora de elegir candidatos la ideología cuenta bastante. Por eso algunos observadores consideran que por más esfuerzos que se hagan para escoger un candidato único a la Presidencia, el partido terminará dividido y una fracción terminará aliándose con el Polo Democrático como sucedió con Lucho Garzón en la candidatura a la Alcaldía de Bogotá.

El futuro

A pesar de este panorama varios analistas creen que existe una fórmula que lograría unir al partido. Se trata de una jefatura única en cabeza de César Gaviria. El ex presidente Gaviria termina su período como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en agosto del año entrante y se cree que podría volver a hacerse cargo del liberalismo. Hace algunos días el ex presidente pasó por Colombia y estuvo desayunando en Cartagena con varios dirigentes liberales. En algunos círculos políticos esto fue interpretado como un nuevo acercamiento suyo a la política nacional. La idea puede ser buena. Pero para que se concrete tendría que adelantarse la elección de una nueva dirección del partido en la que Gaviria tendría que ser elegido. Eso sin embargo no es fácil. El liberalismo tiene unos estatutos muy claros que establecen condiciones específicas para que esto pueda llevarse a cabo. Una de ellas es que la propia junta de parlamentarios lo decida. Pero con tantas tendencias y con tantos intereses esa es una posibilidad que no parece estar a la vuelta de la esquina.

Con Gaviria o sin Gaviria existe un jugador que necesariamente va a influir en las decisiones: el presidente Alvaro Uribe. Aunque salió elegido en disidencia Uribe es un hombre que siempre se ha considerado liberal. Como Presidente tiene un gran ascendiente sobre toda la política nacional. Sin embargo sus mensajes han sido ambiguos. Su discurso en contra de los politiqueros cada vez les hace más daño a los políticos. Dentro de estos hay muchos liberales, incluso de su propia bancada, que se sienten injustamente maltratados. Esto se ha evidenciado en los recientes intentos de que el Congreso le apruebe sus iniciativas. El uribismo se ha roto como bloque y no ha logrado las mayorías. Por otra parte el Presidente no ha ocultado su interés en que se cree un nuevo partido que siga sus lineamientos. Ha habido varios intentos pero todos han fallado. Algunos congresistas sostienen que han fracasado porque ninguno ha sido liderado directamente por el jefe del Estado. Que si él se pusiera en la tarea lograría consolidar un movimiento alrededor de sus ideas. Pero otros son escépticos y dicen que si Uribe no ha logrado consolidar una bancada menos podrá consolidar un partido. Y que por eso tarde o temprano volverá por las filas del liberalismo.

Algunas personas sostienen que con un Partido Conservador desaparecido y con un Partido Liberal que no puede superar sus peleas internas, la oportunidad está servida para el Polo Democrático. Eso dependerá en gran parte de las gestiones de Lucho Garzón en Bogotá y de Angelino Garzón en el Valle del Cauca. Si no les va bien, habrán perdido una oportunidad para refrescar la política. Pero si hacen la tarea con buenas calificaciones es posible que la gente los premie en las urnas. Habrá que ver qué pasa. Pero por ahora lo cierto es que dentro del liberalismo, la pelea está como para alquilar balcón.