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Partiendo el ponqué

Tres meses antes de las eleccióes presidenciales, algunos liberales piensan ya en el reparto del botín burocrático.

2 de abril de 1990

La palabra se puso de moda de un día para otro: gobernabilidad. El primero en mencionarla fue el precandidato Ernesto Samper quien planteó con ella la necesidad de que antes de la consulta popular, él y sus adversarios César Gaviria y Hernando Durán se pusieran de acuerdo en una serie de principios para que, cualquiera que sea el ganador y asumiendo que este sera elegido presidente, ejerza el poder respetando los derechos de los que resulten derrotados en la consulta.
La preocupación no había surgido en la mente de Samper. Lo cierto es que provenía de algunos barones electorales que, al verse comprometidos en el respaldo a uno de los precandidatos sin absoluta certeza de que este ganaría, comenzaron a inquietarse sobre su suerte en caso de que su aspirante resultara derrotado. Los senadores samperistas Jose Name y Jorge Perico llevaron su preocupación hasta el límite de redactar un documento borrador con las bases de un posible "Acuerdo de gobernabilidad", que, como la inmensa mayoría de los episodios de la política colombiana, terminó por filtrarse a los medios de comunicación.
El documento hablaba de una repartición equitativa entre los diferentes sectores de cuotas burocráticas en las áreas de la administración pública, a cambio de la cual las distintas tendencias y grupos regionales del partido ofrecerían su respaldo a las iniciativas legislativas que pactaran el gobierno y las directivas liberales.
Como le dijo a SEMANA un representante a la Cámara que conoció el borrador, "Se trataba sobre todo de evitar que se repita lo que sucedió en el gobierno de Virgilio Barco donde los barones eligieron al presidente y un Sanedrín de paracaidistas terminó gobernando con el con el consecuente fracaso de iniciativas tan importantes como la reforma constitucional".
Más allá de la validez de afirmaciones como la anterior, lo cierto es que entre los parlamentarios liberales existe una gran preocupación sobre el respeto que el candidato y eventual presidente liberal vaya a tener por los distintos sectores. Y esa preocupación se manifestó en el famoso borrador y en otras declaraciones de jefes regionales del partido. Pero una cosa era comprender que existiera semejante inquietud y otra muy distinta aceptar un documento de pésima presentación, en el cual parecía que los tres precandidatos opcionados para ganar la consulta popular, se repartían la burocracia como si se tratara del botín de un asalto.
Esa mala presentación hizo que la iniciativa prácticamente naciera muerta, pues le llovieron desde las páginas editoriales de los periódicos, críticas que rápidamente asustaron a los precandidatos. Como si fuera poco, el senador santandereano Eduardo Mestre, quien según algunas versiones fue uno de los inspiradores del documento, salió a defender el "Acuerdo de gobernabilidad" alegando que ese tipo de pactos se daban en otras organizaciones del mundo como el Partido Liberal Demócrata del Japón, mencinó desafortunada si se tiene en cuenta que ese partido se ha hecho internacionalmente famoso en los últimos tiempos precisamente por su manejo corrupto del poder.
El hecho es que al final de la semana, y sin que los precandidatos hubieran dicho esta boca es mía, las posibilidades de un acuerdo semejante parecían remotas, en especial si se daba en términos tan milimétricamente burocráticos como lo proponía el borrador de los senadores Name y Perico. Solo parecía salvarse del naufragio un posible acuerdo, ya en vísperas de consulta popular, en el cual Durán, Gaviria y Samper se comprometerían a respaldar a aquel de los tres que obtenga el 11 de marzo una mayoría relativa calificada, o dicho en otros términos, una mayoría de más del cuatro o cinco por ciento sobre el que resulte segundo.
Algunos apostaban al cierre de esta edición a que todavía se podía conseguir que los precandidatos firmaran una declaración conjunta, respaldando algunos principios generales de gobernabilidad, ya sin el nivel de detalle del borrador que círculo la semana pasada. Pero incluso si esto se logra, lo que está claro es que son muchos los barones y coroneles que no están durmiendo tranquilos, y que el reto de quien resulte ganador este domingo, será ofrecerles a todos o por lo menos a la inmensa mayoría, las suficientes garantías para que a partir de entonces y hasta el 7 de agosto, recuperen el sueño.