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En algunos barrios de Pasacaballos, Aguas de Cartagena tiene que hacer la distribución a través de carrotanques. | Foto: Tadeo Martínez

INVESTIGACIÓN

El vecino pobre de Reficar

A los habitantes de Pasacaballos, corregimiento de Cartagena, poco o nada les ha servido estar cerca de un polo de inversión y modernización, como la refinería.

26 de marzo de 2016

Al final de la zona pe-troquímica de Mamonal y a escasos cinco minutos de la moderna planta de Ecopetrol reconstruida por Reficar, está Pasacaballos, un corregimiento de Cartagena de aproximadamente 17.000 pescadores, agricultores, carpinteros de ribera y navegantes. Un pueblo polvoriento, a orillas del canal del Dique poblado por esclavos que fundaron en ese sitio un palenque rodeado de ciénagas y caños, donde les resultara difícil a sus propietarios recapturarlos.

Durante gran parte de la vida de Pasacaballos, sus habitantes vivieron de la pesca en la bahía y en las ciénagas que están a lo largo del canal, así como de la cacería y la agricultura en las colinas de Albornoz y en las llanuras paralelas. En los últimos 60 años han visto crecer la próspera industria petroquímica, que se extiende a lo largo de 15 kilómetros del corredor portuario, donde se alzan decenas de calderas y hornos que emplean como materia prima etilenos, metanoles, ácidos, acetonas, anilinas, bencinas y alcoholes altamente inflamables, tóxicos y carcinógenos.

Entre las empresas que se han instalado en la zona, está la refinería de Ecopetrol, con más de 50 años de labores y que acaba de vivir un proceso de inversión y  modernización que le permitirá pasar de 80.000 a 160.000 barriles diarios de refinación. Pero a pesar de que Ecopetrol y las otras petroquímicas cuentan con una gran inversión de capital y tecnologías de punta, su presencia en el entorno no ha incidido en una mejor calidad de vida.

Por su posición privilegiada en la desembocadura del dique sobre la bahía de Cartagena, los pasacaballeros siempre tuvieron maneras para sostener su tranquilo estilo de vida. Pero a medida que ha crecido la industria petroquímica, los terrenos para cultivar fueron desapareciendo y las zonas de pesca se redujeron porque las empresas arrasaron con los manglares que son bancos ictiológicos y hábitat de aves locales y migratorias, caimanes, tigres, venados, manatíes, ponches y osos hormigueros, algunos en peligro de extinción y otros desaparecidos.

Con motivo de la inversión de 8.000 millones de dólares en la moderna planta de Ecopetrol, SEMANA indagó si sus habitantes se vieron beneficiados con esta cuantiosa y cuestionada inversión.

Reficar, dice Benito Babilonia, un soldador formado en el Sena, sí benefició a Pasacaballos porque en el tiempo que duró la construcción de la refinería fueron contratados más de 700 de sus habitantes en los oficios de soldadura, tuberos, ayudantes técnicos, obreros rasos, paileros, metalistas y en seguridad industrial con sueldos que oscilaban entre 2 y 7 millones de pesos. Babilonia construyó dos casas y le dio educación universitaria a uno de sus hijos, que este año no se matriculó a séptimo semestre porque desde que salió de Reficar no ha conseguido un empleo ‘digno’.

Yaradni Julio Marriaga, presidenta del Consejo Comunitario de Comunidades Negras, aclara que no quiere ser desagradecida, pero que la presencia de las petroquímicas generó beneficios individuales, como la mejora de viviendas, más no comunitarios. “Esa contratación no ha ocasionado un impacto que se pueda mostrar como algo que haya transformado la vida de este pueblo”, dice.

Para Yaradni, los beneficios se limitan a las mejoras en unas cuantas viviendas de las familias que trabajaron y recibieron buenos sueldos. Una de las fallas por las que no hubo beneficios mayores, cree ella, fue el hecho de que la refinería no pasó por la consulta previa de comunidades negras, trámite que debió hacerse por el impacto sobre la población.

De otra parte, es evidente que la pesca como actividad económica ha ido desapareciendo en la bahía de Cartagena y en sus zonas aledañas. Manuel Ahumedo Sosa, presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales de Pasacaballos -que agrupa a 241 familias- y quien ha sido pescador durante 34 años, dice que la pesca se ha ido acabando porque las empresas arrasaron con el mangle que había en las orillas. “En esos manglares desovaban los peces. Hoy, especies como el sábalo, el macabí, la mojarra rayada, el pampano y el róbalo desaparecieron”.

Pero la extinción de la pesca no solo se debe al cambio de manglares por muelles, sino también a la contaminación por sustancias tóxicas, como la que se produjo en 1977, cuando Alcalis derramó mercurio, y en 1985 cuando Dow Química derramó Lorsban, con daños cuantiosos sobre la fauna y la flora marina.

Reficar apoyó a los pescadores en la consolidación de la asociación con la dotación de un centro de acopio. Pero ellos consideran que el apoyo no fue suficiente: “Creemos que la bahía necesita un ordenamiento pesquero que permita reconstruir unos bancos de pesca con arrecifes artificales y repoblamiento manglar en unas zonas exclusivas para los pescadores, porque el tráfico de embarcaciones es grande, eso nos expone a accidentes con lanchas grandes”, dice Sosa.

La disminución de la pesca y el detrimento que han tenido los pescadores artesanales se confirma con la menor cantidad de capturas y en el tamaño de los peces.  En los años noventa, en una noche de pesca, una lancha regresaba con 150 kilos o más. Hoy traen 40 kilos y apenas alcanza para el consumo de Pasacaballos.

A todo lo anterior, se suman la falta de proyectos de desarrollo del municipio, que hoy se encuentra en un 90 por ciento sin pavimentar. Cuando se le pregunta a las autoridades de Cartagena, qué ha pasado con los recursos que han dejado las prestigiosas empresas en la región, responden que sí se han hecho inversiones, pero que aún falta avanzar. “Necesitamos más inversión por parte del Distrito y de las empresas domiciliadas en Mamonal”, afirma el secretario de Hacienda de Cartagena, Napoleón de la Rosa, exdirector de la Fundación Mamonal.

En declaraciones a SEMANA, Reficar afirmó que en los cinco años de construcción de la refinería emplearon a 990 personas de Pasacaballos, que en promedio ganaron dos millones de pesos para un total de 28.700 millones de pesos. Adicionalmente, invirtieron 1.756 millones en la ejecución de proyectos sociales beneficiando a 500 personas y han apoyado en la dotación de computadores a las instituciones educativas distritales, al Centro Regional de Educación Superior, a una escuela de béisbol, a un proyecto musical y al desarrollo de un proyecto productivo denominado Agricultura Urbana, en beneficio de 18 familias.

El futuro de este viejo palenque de pescadores y agricultores ya no depende de los recursos a los que históricamente estuvieron acostumbrados. Su suerte está ligada a la economía de compañías que durante décadas han contaminado las aguas y el aire con amoniaco, ácidos y azufre y, por supuesto, al mal desempeño institucional.