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A paso de tortuga

La salvación de las tortugas caná, que desovan entre abril y mayo en el Chocó, está en marcha. Pero aún falta mucho por hacer.

25 de abril de 2004

La tortuga Caná, la campeona entre las tortugas marinas en nadar largas distancias, llega todos los años a poner sus huevos a las playas colombianas. Abril y mayo son los meses de mayor desove. La Playona y Acandí, en el Chocó, están entre las cinco más visitadas por esta especie, de las 19 playas a nivel mundial en donde son muy apetecidos para la comercialización y el consumo.

Los huevos de la tortuga Caná, la más grande del mundo y pariente de los dinosaurios, fueron por muchos años alimento de los lugareños de La Playona, una vereda que queda en la costa del mar Caribe, en el golfo de Urabá. Las aves de rapiña y otros animales también los consumían. La caná, con más de 50 millones de años de existencia, con dos metros de longitud y 700 kilos de peso, se convirtió en pocos años en una especie en vías de extinción.

En 1993 la Fundación Darién, conformada por varios ciudadanos antioqueños, fueron a esta playa y con obras de teatro sensibilizaron a niños y jóvenes para que cuidaran la tortuga y no les permitieran a los adultos su consumo. Con el tiempo empezaron a darse cuenta de lo difícil que era para la caná sobrevivir. La veían llegar a tierra firme y arrastrar su cuerpo pesado esquivando troncos y basura que la podían herir. Muchas veces llegaban mutiladas, o algunas nunca llegaban porque quedaban atrapadas en las redes camaroneras. Con lentitud sube por la arena y escoge el lugar para desovar, luego de excavar con sus aletas huecos un poco profundos donde pone alrededor de 120 huevos. Esta tarea puede durar hasta dos horas.

Pero ellas no son las únicas que viven en condiciones difíciles. Los pobladores que las ven llegar cada año a La Playona viven en extrema pobreza. No les fue fácil entender por qué no se podían comer los huevos que estaban en la playa y con los cuales podían alimentar a sus hijos. En esta playa no hay acueducto, ni baños, ni líneas telefónicas, ni servicio de salud, y tienen un alto nivel de analfabetismo. La población infantil sufre altos índices de parasitismo, alergias respiratorias y paludismo. La protección de la tortuga por parte de los nativos no se dio de inmediato, fue un proceso de años. En este momento ya no se consumen sus huevos gracias a un trabajo en conjunto de los nativos.

El chocoano Feliciano Chaverra, de 30 años, escuchó a los paisas de la Fundación Darién hace 11 años y se sensibilizó hasta tal punto que dedicó su vida al cuidado de los nidos y de las tortugas. Este hombre se convirtió en su principal protector. Las cuida seis meses al año, época reproductiva de la tortuga, sin importar si hay financiación o no.

"Las personas de la Fundación Darién fueron a La Playona hace 11 años y empezaron con la concientización a través de obras de teatro, charlas y campañas. A mí me motivó mucho eso y empecé a trabajar hasta el día de hoy", dijo Feliciano. Ahora labora con cinco nativos más en su playa.

Feliciano trabaja de 8 de la noche a 5 de la mañana. Les toma la temperatura a los nidos, y recoge datos de las tortugas como fecha, hora y longitud. Luego traslada los nidos a un corral para que no corran peligro. Cada hora hace un

recorrido por los 14 kilómetros que tiene su playa para darse cuenta de dónde pone los huevos. Su experiencia es tal, que con sólo mirar la arena sabe dónde está el nido. Puede leer la playa y ver cada movimiento que hizo la tortuga en días anteriores hasta encontrar el lugar exacto de desove.

La tortuga caná se ha convertido en una de las principales atracciones turísticas de la región, pero los flash de las cámaras fotográficas, las linternas y las fogatas que hacen los turistas pueden asustarla y desorientarla. El fomento del ecoturismo se ha convertido en una alternativa económica contra la pobreza, pero este negocio está monopolizado por los colonos antioqueños de la región que viven en la playa, mientras que los nativos viven selva adentro y sobreviven con los cultivos de plátano, ñame, maíz, y arroz a baja escala para el autoconsumo, y la pesca artesanal.

El ecoturismo implica en teoría la sensibilización de los turistas citadinos frente a los recursos naturales, pero se convierte en un peligro cuando el número de personas se desborda y llega en grandes masas destructoras. La llegada de grandes masas a este territorio podría ser una amenaza no sólo contra las tortugas caná, sino para una de las últimas selvas húmedas tropicales en contacto con el mar. La del Darién chocoano es considerada, junto con la Amazonia, la despensa del mundo en materias primas para la elaboración de medicamentos y contribuye a la regulación climática, descontaminación del aire, producción de maderas finas y agua. Así que es un tesoro que debe protegerse a toda costa.