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Pasos de animal grande

La fórmula mexicana se impone en la televisión. Libretistas y actores no ven otra opción que adaptarse a esta realidad. ¿Agoniza la telenovela colombiana?

13 de junio de 2004

Cuando los gigantes pelean la tierra tiembla, se sacude por varios kilómetros a la redonda, y las ondas sísmicas que generan tienen efectos imprevisibles en otros lugares. Eso ocurrió hace tres años, cuando dos colosos de la televisión, Univisión y Telemundo, las cadenas hispanas más grandes de Estados Unidos, midieron sus fuerzas ante la conquista del mercado de latinos en ese país. Univisión golpeó primero con una hábil jugada. Aunque ya tenía convenios con Venevisión y Televisa, compró todos las telenovelas que RCN Televisión y Radio Caracas Televisión (Rctv) tenían para la venta. Telemundo resintió el golpe pero reaccionó con rapidez. Selló una alianza con Caracol y RTI para coproducir sus propios materiales. Este toma y dame cambió las reglas de juego para el mercado de las telenovelas, y sus efectos inesperados comienzan a sentirse ahora con fuerza.

Hace tres semanas varios de los más exitosos libretistas de la vieja guardia de la televisión colombiana analizaron este fenómeno reunidos en el restaurante El Sitio, en Bogotá, hablaron en un tono menos académico de este fenómeno. El encuentro les dejó una gran desazón porque coincidieron en que la televisión que hicieron durante más de dos décadas, y que tuvo reconocimiento en decenas de países, está a punto de desaparecer. Y para que ellos no corran la misma suerte, tendrán que adaptarse al modelo impuesto desde Miami, la nueva meca del mercado televisivo para el mundo hispano. En conclusión, "nos volvimos maquila de 'Telemundo' y 'Univisión'; en ese proceso está perdiéndose todo lo que ha sido la televisión colombiana", en palabras de uno de los libretistas que estuvo en la reunión.

Durante la mayor parte de los 50 años que lleva al aire la televisión, los productores colombianos trabajaron sin la presión de tener que exportar, y gracias a las condiciones particulares en las que se desarrolló este medio en el país (enriquecido por los aportes de la gente de teatro y de cine que se encontró en él) pudo experimentar a su antojo. En este proceso hubo aciertos y errores, pero sobre todo se ganó experiencia para hacer, llegado el momento justo, una telenovela nacional que se disparara como un cañón en el mercado internacional. Esa telenovela fue Café, con aroma de mujer, del libretista Fernando Gaitán.

En 1993 Café tuvo un éxito rotundo en Colombia. Un año después conquistó los espacios de televisión internacionales en los que estaba agotado el modelo del gran melodrama mexicano. Desde 1951, cuando se produjeron las primeras telenovelas en México, este país dominó el mercado de este producto en América Latina. En la década de los 80 los venezolanos copiaron el modelo mexicano y con Cristal, hecha por la Rctv en 1983, comenzó su época dorada que terminó justo 10 años después. Para entonces su propuesta melodramática se había estancado y la alternativa a la que le apostaron, telenovelas realistas de corte sociopolítico, como Por estas calles (1993), tuvieron un boom efímero. En este ambiente Café apareció, gustó, venció y abrió la brecha para que se internacionalizaran otras producciones nacionales.

Las telenovelas colombianas gustaron porque tenían estructuras dramáticas sólidas, narradas en forma diferente y aderezadas con mucho humor. Los diálogos y las situaciones eran creíbles, no recurrían a la truculencia extrema. Los actores se veían más naturales porque no usaban al apuntador y se aprendían sus líneas de memoria. Los héroes y las heroínas se salían del molde tradicional que habían impuesto los mexicanos y los venezolanos. Los personajes secundarios tenían carácter y se robaban el show. A esta lista el libretista Luis Felipe Salamanca agrega el rol que se le dio a la mujer: "No eran víctimas de un sino fatal, si sufrían era por su propia responsabilidad. Eran activas sexualmente y trabajadoras". Estas características fueron las que hicieron brillar en el firmamento mediático a las producciones criollas, las cuales, con sobrados méritos fueron calificadas como la 'novela gourmet' o 'el momento refrescante de la parrilla' en América Latina.

El péndulo se devuelve

La primera coproducción de Telemundo y RTI fue Amantes del desierto, un remake de la telenovela Un largo camino, de Julio Jiménez. Fue un giro brusco de retorno al gran culebrón mexicano y tuvo un efecto inesperado: cautivó a la audiencia colombiana, latinoamericana y a la hispana de Estados Unidos, un auténtico filón sin explotar. Fernando Gaitán, quien ya había vuelto a triunfar con Yo soy Betty, la fea, no ocultó su preocupación ante el éxito de Amantes porque intuyó que podía marcar la pauta de unas telenovelas homogéneas y estandarizadas que se apoderaran del mercado. El tiempo le dio la razón. La venganza y Pasión de gavilanes son variaciones sutiles de la misma fórmula del culebrón, que se tomaron por asalto la parrilla televisiva por cuenta del amplio respaldo que les ha dado el público. Estos productos se venden bien pero del sello colombiano de antaño lo único que les queda es el humor. Todo lo demás se perdió en el camino. Alejandro Higuita, crítico de televisión del diario La Patria, sostiene que en estas telenovelas, que denomina con sorna 'miamescas', "el rico es rico porque fuma pipa y toma 'whisky'. La mala lo es porque usa escote y mira de soslayo. Los libretistas de estas novelas no construyen personajes, proponen caricaturas. Los malos son perversos totales, los buenos, demasiado virtuosos. Sus acciones y las situaciones que viven son previsibles y se repiten al infinito".

El triunfo de este estilo de telenovela neutra, sin referentes y políticamente correcta en todo sentido, ya comienza a sentirse. Los primeros afectados han sido los actores. En este esquema tienen que cumplir dos requisitos fundamentales: ser bonitos y reconocidos internacionalmente. Parece un asunto trivial, pero no lo es tanto. Luis Felipe Salamanca cuenta que se ha enterado de que en algunas escuelas de actuación los profesores les advierten a sus alumnos que si no son caribonitos se olviden de la televisión de una buena vez y se dediquen mejor a hacer teatro. Incluso RCN, que sigue apostándole al estilo colombiano, también ha involucrado galanes y heroínas extranjeras en sus producciones porque sabe que eso le facilita el ingreso en algunos mercados internacionales. Con ese mismo argumento, por recomendación de Univisión, neutralizaron el acento de los actores nacionales y utilizan ahora un lenguaje genérico, más universal.

Para Higuita estos son los primeros cambios de una transformación más profunda y dolorosa. Según él, si se sigue el esquema propuesto por los grandes canales de Miami, los productores y los actores principales se volverán más importantes que los directores y los libretistas. Unos y otros se volverán simples máquinas repetidoras de la fórmula de fábula ganadora.

Este análisis puede parecer un poco exagerado y apocalíptico, pero algo ha de tener de cierto como para movilizar a los libretistas colombianos a reflexionar sobre el asunto. Lo más grave es que este negocio de maquila puede acabarse en cualquier momento si aparecen países que ofrezcan mejores ventajas competitivas, léase costos de producción más baratos que los actuales y mejor calidad.

En la actualidad Colombia es el tercer productor de horas de televisión al año en la región, detrás de México y Brasil. No obstante, Venezuela podría volver a competir en cantidad tal y como lo está haciendo ahora en calidad, según Ramón Pineda, crítico de televisión de La Hoja de Medellín. Para él "las telenovelas venezolanas como 'Cosita Rica' o 'Trapitos al sol' están haciendo el recorrido inverso de las nuestras. Historias locales, con acento regional fuerte. Se ven búsquedas de formas de narrar diferentes, están dándoles fuerza a los personajes secundarios y hablando de sexo de frente". Lo mismo que caracterizó hasta hace un tiempo a la mayoría de novelas nacionales pero que se abandonó, como si David hubiera botado su cauchera, al quedar atrapado en medio de la pelea de un par de Goliats.