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Peñalosa al Senado

El ex alcalde no se le medirá a la campaña presidencial, y se la jugará por una lista que le apunta al electorado de opinión.

12 de febrero de 2006

Enrique Peñalosa no será candidato a la Presidencia, como se había dado por sentado. Después de los fallos de la Corte Constitucional que le dieron vía libre a la candidatura de Álvaro Uribe, Peñalosa decidió que el actual Presidente copará todo el escenario de la contienda presidencial y que, en consecuencia, el mejor camino para trabajar por sus objetivos políticos de largo plazo es el del Congreso. Encabezará una lista independiente al Senado, que inscribirá con 50.000 firmas y con un nombre que recuerda, y nacionaliza, el lema de su alcaldía: por el país que soñamos. Hasta ahora, los planes de Peñalosa estaban circunscritos a la campaña presidencial. Se había retirado de la consulta liberal, con un partazo que de paso lo había regresado al uribismo, donde aunque nunca estuvo formalmente, lo identificaban los analistas políticos. Peñalosa poco ha criticado al actual gobierno, comparte aspectos esenciales y varios de quienes lo acompañaron en la Alcaldía de Bogotá hoy son ministros: la canciller, Carolina Barco; la ministra de Educación, Cecilia María Vélez, y la secretaria privada, Alicia Arango. Algunos rivales de Peñalosa consideran que esta es una cuota y que entre el ex alcalde y el Presidente hay una alianza formal. En realidad, estos nombramientos nunca fueron acordados y reflejan más bien la coincidencia de perfil político entre ambos. La imagen de uribista le servía a Peñalosa en caso de que se cayera la reelección. Lo dejaba en el partidor como sucesor del proyecto uribista, que no es propiamente fuerte en la segunda línea. Pero, con la reelección, la candidatura perdía visibilidad e identidad. ¿Por qué votar por el suplente si había la posibilidad de hacerlo por el titular? Eso sin tener en cuenta que las posibilidades de derrotar al actual Presidente, si se mantiene al clima de opinión sin alteraciones muy sustanciales, es muy difícil. La posibilidad de que Peñalosa sea senador es un acto estratégico. "Desde el Congreso, Peñalosa puede participar en la construcción de una Colombia mejor. Lo asumimos deliberadamente como una manera de aportarle ideas al país", dice el concejal de Bogotá Alfonso Prada, uno de los más cercanos al ex alcalde. La idea no se limita a aspirar al Senado. Hay todo un proyecto, con otras piezas como listas de Cámara en varios departamentos. No se trata de la creación de un nuevo partido uribista -además de Cambio Radical y el Partido de la U-, pero sí está concebido como un plan colectivo que seguramente implicará el movimiento de algunas de las fichas que actualmente tiene el peñalosismo en el Concejo de Bogotá. Las listas serán cerradas. Aunque esta modalidad es poco rentable, porque reduce la relación entre votos y curules -es decir, con la misma votación de otras listas obtiene menos asientos en la corporación-, Peñalosa repetirá el ejercicio de las pasadas elecciones locales, cuando apoyó una lista cerrada al Concejo de Bogotá. Con esto buscará varios objetivos: ante todo, unir la lista a su nombre. Peñalosa es uno de los cinco políticos más populares del país: tiene una imagen positiva de 49 por ciento y una desfavorable del 31, en la última encuesta Invamer-Gallup, publicada la semana pasada. Ninguna de las listas que hasta ahora competirán con la suya tiene un líder tan visible que esté aspirando a una curul. Germán Vargas, jefe de Cambio Radical -una de las alternativas uribistas con mayor capacidad electoral- aún no ha decidido si repite o no como senador. Y otros como Juan Manuel Santos y Luis Alfredo Ramos se mantendrán como coordinadores del Partido de la U y de Equipo Colombia, pero ya tienen definido que no serán candidatos. En segundo lugar, la decisión de cerrar sus listas busca fortalecer la identidad colectiva del proyecto. En las listas con voto preferente todos los candidatos compiten entre sí por los mismos votos, mientras que en las cerradas los miembros de la lista trabajan juntos y se aglutinan alrededor de las mismas propuestas. "Esta es la motivación principal para que la lista peñalosista sea cerrada", señala uno de sus asesores al reiterar que "una de las obsesiones del ex alcalde es formar equipo". La estrategia peñalosista tiene riesgos. Para empezar, no es seguro que el electorado considere que el perfil de un buen ejecutivo sirve para ser congresista. La imagen de un Peñalosa que regresa a la Alcaldía para liderar su obsesión por la ciudad es distinta a la de un congresista que tiene que negociar y hacer concesiones sobre incisos y múltiples temas. Algunos dudarán de su disposición a quedarse los cuatro años y no renunciar para ser candidato a la Alcaldía nuevamente en 2007. El otro reto es competir con otras alternativas electoralmente organizadas y con más maquinaria. Las del uribismo, sin ir muy lejos, donde algunas tienen una rentable mezcla de candidatos de opinión y miembros de maquinaria. La lista peñalosista podría parecer técnica y excesivamente capitalina. Pero el reto mayor es manejar las coincidencias y las diferencias con el presidente Uribe. Como se trata de un plan de largo alcance, al ex alcalde le gustaría que su lista tuviera identidad propia. Es decir, que aun cuando Peñalosa defiende la política de seguridad democrática y otros aspectos de la gestión presidencial, tiene un proyecto innovador y diferente. Y este lo resume con la frase: "la calidad de vida va más allá de ganar la guerra y del crecimiento económico". De alguna manera, con su decisión de postularse al Congreso, Peñalosa se va en contravía de sus principales rivales generacionales. Mientras Antonio Navarro, Rafael Pardo, Carlos Gaviria, Andrés González y Rodrigo Rivera dejan sus curules para aspirar a la Presidencia, él busca llegar al Congreso para volverse presidenciable en el futuro. El proyecto guarda alguna similitud con el del Nuevo Liberalismo en 1982 o el de Andrés Pastrana en 1990. Es decir, conformar un grupo atractivo para los electores independientes y buscar un trabajo afinado y coherente en el legislativo, como plataforma para hacer visible en la esfera nacional al líder. A Luis Carlos Galán y a Pastrana la apuesta les resultó. Por ahora, el ingreso de Peñalosa a este ring cambia el panorama de las campañas. La presidencial, porque se empieza a reducir como consecuencia de la reelección. Y la de Congreso, donde aparece un competidor que se aparta de la moda actual, la de fortalecer partidos con listas de voto preferente. Seguramente Peñalosa también echará mano a su inclinación por innovar las formas de hacer campaña, con discursos sobre temas urbanos, recorridos en bicicleta y repartición de volantes en los peajes. Por ahora, el terreno para conquistar el voto de opinión de las grandes ciudades está abonado para una candidatura como la suya. Lo que habría que ver es si con su cambio de competencia obliga a reflexionar a otros candidatos a la Presidencia que poco tienen que hacer frente a Uribe y se dan cuenta de que podrían lograr más si se postulan al Congreso.