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“No voy a minimizar los problemas, ni a ocultarlos.La Policía está en capacidad de liderar su modernización y depurarse”, dijo el general Jorge Hernando Nieto. | Foto: Carlos Julio Martínez

ÓRDEN PÚBLICO

Purga general en la Policía

Con más de 2.000 uniformados sancionados, destituidos y arrestados, la Policía Nacional viene adelantando la purga más grande en las últimas dos décadas para sacar las manzanas podridas de esa institución.

7 de mayo de 2016

Cuando el general Jorge Hernando Nieto asumió el cargo de director de la Policía Nacional el 20 de febrero, esa institución estaba en medio de una de las crisis más grandes de su historia reciente. El alto oficial heredó, entre otros incendios, pugnas internas, escándalos mediáticos y casos de corrupción que amenazaban con devorar una fuerza con más de 180.000 hombres.   

“No voy a minimizar los problemas, ni a ocultarlos. Con el apoyo del cuerpo de generales y con el valeroso trabajo de cada uno de los 181.920 policías de la patria, los voy a enfrentar hasta entregar una Policía más humana, más íntegra, más disciplinada, más innovadora y más efectiva, todo con un fin único, ser más cercana al ciudadano. La Policía Nacional está en capacidad de liderar sus propios procesos de modernización y de autodepurarse. Pondremos en marcha una nueva política integral de transparencia, como mecanismo efectivo para combatir la corrupción de cara a la opinión pública”, dijo Nieto en su discurso de posesión en la Escuela de Cadetes General Santander.

La opinión recibió con beneplácito las palabras de Nieto. Especialmente, porque decidió tomar el toro por los cuernos y, como algo poco común, comenzó por aceptar que había serios problemas de corrupción. Aunque ese reconocimiento era significativo muchos pensaron que no pasaría de un anuncio cargado de buenas intenciones. Sin embargo, fiel a su estilo y personalidad, que lo hacen discreto pero muy efectivo, casi de inmediato comenzó una purga para limpiar la Policía y sacar ‘las manzanas podridas’. Con menos de tres meses, hoy las cifras y los hechos demuestran que con determinación esa fuerza está en capacidad de depurarse.

Lo que está ocurriendo en la actualidad no se vivía en esa entidad desde hace más de dos décadas, cuando esa institución afrontó otra crisis. En junio de 1995, cuando el general Roso José Serrano asumió la dirección, junto con el entonces teniente coronel Óscar Naranjo lideró una estrategia de limpieza y transformación que implicó sacar a más de 11.000 uniformados de un total de 80.000. Con ello dieron el primer paso que, posteriormente, les permitió atacar y acabar los grandes carteles de la droga y el crimen organizado que permearon la institución. Hoy está ocurriendo algo similar.

Limpiando la casa

El miércoles de la semana pasada, Nieto firmó la desvinculación de la Policía de 141 integrantes, entre oficiales, suboficiales y miembros del nivel ejecutivo. El 10 de mayo se celebrará la segunda cumbre de los 28 generales de esa institución, en donde la depuración será el tema principal, y quedará lista la salida de cerca de otros 600 miembros. Otros 1.000 también saldrán en las próximas semanas. A estas cifras se suman otras determinaciones tomadas silenciosamente en los últimos meses, en las cuales han salido 89 oficiales, 13 suboficiales y 1.078 del nivel ejecutivo.

Un alto porcentaje de los sancionados y retirados tiene que ver con inasistencia al servicio, incumplimiento de las órdenes y normas y negligencia. Además, las labores de contrainteligencia y la creación de una especie de bloques de búsqueda regionales han permitido a la Policía realizar operaciones contra bandas y grupos de crimen organizado, en las cuales han terminado arrestados integrantes de la propia institución.

La gama de delitos es bastante amplia. Hace dos meses en una operación contra las bandas de microtráfico que actuaban en el centro de Bogotá, resultó que de las 31 personas capturadas que integraban la organización, 15 eran policías activos.

A mediados de marzo pasado, la Policía desvertebró una red de 26 personas dedicadas a vender estupefacientes en Cali y 11 uniformados que hacían parte de la banda fueron detenidos. Ese mismo mes fueron arrestados en Antioquia tres policías de carreteras sindicados de hacer parte de una red, junto a otras 13 personas, que trabajaban en minería ilegal para la banda criminal de los Úsuga y la Oficina de Envigado. Hace un mes, en la segunda semana de abril, cayeron 18 personas que hacían parte de un grupo de contrabandistas de gasolina, de los cuales ocho eran integrantes de la Policía Fiscal y Aduanera.

 Estas son tan solo algunas de las operaciones de contrainteligencia y de los bloques de búsqueda que han capturado en los últimos tres meses 248 policías, de los cuales 41 ya fueron condenados. Entre 2014 y 2015 ya habían salido destituidos otros 3.500 uniformados, y de ellos la Dijín y la Fiscalía arrestaron a 1.600 por formar parte de bandas criminales o estar involucrados directamente en delitos.

Pasado y futuro

El incendio que hoy está apagando el general Nieto empezó a arder hace cuatro años. El plan de incrementar el pie de fuerza de la Policía en 10.000 efectivos por año implicó un crecimiento desordenado en el que se relajaron los controles para cumplir la meta. No pocos aprovecharon esa circunstancia para, desde las filas, venderle el alma al diablo y aliarse con toda suerte de delincuentes.  

A esta circunstancia se sumó otra que si bien no tenía que ver directamente con temas de corrupción, sí generó un grave inconformismo que se salió de control en los últimos años. Por falta de presupuesto, desde hace casi dos décadas no ha sido posible que la Nación gire los recursos necesarios para ascender y pagar los sueldos de quienes conforman el llamado nivel ejecutivo en la Policía, esencialmente la base de la institución. Algunos capitalizaron la desconexión de los últimos dos directores con la base para impulsar una especie de revuelta en los mandos bajos, especialmente durante la administración del general Rodolfo Palomino.

 El estilo autoritario y un poco déspota con el que Palomino ejerció su comando detonó una crisis que tuvo su punto más álgido a finales del año pasado. Sin apoyo y margen de maniobra interno, algunos generales vieron en esa debilidad la oportunidad de generar una crisis que forzara al gobierno a reemplazarlo.

El candidato de muchos era el entonces jefe de Seguridad de la Presidencia, general Luis Ramírez Calle. Anónimos y toda suerte de denuncias empezaron a inundar los medios de comunicación. Palomino se aferró a su cargo y ahondó la crisis. Si bien hoy algunas de las investigaciones que adelantan la Procuraduría y la Fiscalía sobre las denuncias públicas han sido archivadas y otras pronto serán aclaradas, la Policía quedó a la deriva y los corruptos capitalizaron la situación.

 A finales de enero de este año, el gobierno decidió cortar por lo sano. Sacó al general Ramírez y pocas semanas después salió Palomino. Nieto llegó con la casa en llamas. Con una hoja de vida intachable, cargada de condecoraciones y logros en la lucha contra la mafia y el crimen organizado, empezó a poner orden. Respetado no solo por su trayectoria profesional, sino porque jamás ha hecho parte de roscas, el nuevo director no genera ningún tipo de resistencia. Supo capitalizar esto y logró unir al cuerpo de generales y oficiales en un propósito común. El de combatir la corrupción y sacar a la Policía de una crisis que le costó un desplome en la confianza de la gente por una institución que, por su naturaleza, es la más cercana al ciudadano.

Al igual que ocurrió en la época de Serrano, hay claridad que para poder enfrentar con mayor éxito la lucha contra las bandas criminales, las redes de microtráfico y el crimen organizado, el paso fundamental es sacar a los policías que trabajan o colaboran con esos delincuentes. El tema no es fácil. Si bien la misma Policía ha retirado de las filas a algunos de los integrantes que han tomado el mal camino, el tristemente célebre carrusel de reintegros que denunció SEMANA ha impedido una depuración definitiva. Algunos de estos integrantes de la Policía han vuelto a las filas tras acudir a la complicidad de algunos jueces y magistrados que ordenan pagarles millonarias indemnizaciones y reintegrarlos para continuar con sus andanzas.

En febrero pasado, la Corte Constitucional emitió un concepto que por ahora se ha convertido en una útil herramienta en el camino de la depuración. El alto tribunal dio claridad y vía libre a la Policía y las Fuerzas Militares para acudir a la facultad discrecional, lo que permite de una manera más rápida sacar de las filas a quienes por acción u omisión se han alejado de su deber. Esta ha sido una de las armas más eficaces que Nieto ha aplicado. La medida, sin duda, es controversial, pues cuando ocurren estas purgas algunos pocos inocentes terminan pagando por los pecados de muchos culpables. También es previsible, como ya ha ocurrido, que la depuración vendrá acompañada nuevamente de lluvias de anónimos de los inconformes. Por ahora, lo cierto del caso es que la decisión de limpiar la Policía ya está en marcha y no tiene reversa.