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POLITICA Y BUSETAS

Atentados cada vez más incomprensibles complican la situación de orden público

26 de octubre de 1987

Cinco bombas en cinco busetas, con un resultado de un muerto y ocho heridos, en Bogotá, el jueves 24 de septiembre. Dentro de la confusión que vive el país, las cinco bombas podrían tener cinco orígenes diferentes. Sería posible, en resumen que hubiera una motivación distinta para el atentado de cada buseta. Y otra para la bomba de alto poder colocada en la editorial "La Oveja Negra" (¿la derecha?), otra más para la de las oficinas del diario "El Tiempo" en Cali (¿la izquierda?) y una todavía más inescrutable para la de la sede de la fundación "Solidaridad por Colombia" que preside doña Nydia de Balcázar Monzón.
Si todos los atentados de la semana --a los cuales se suman varios de los ya habituales asesinatos de policías, jóvenes desempleados y militantes de la Unión Patriótica-- tuvieran pese a todo un único propósito coordinado, que sería el del amedrentamiento generalizado de la ciudadanía, tampoco sería fácil encontrar a quién atribuírselo. Este tipo de terrorismo indiscriminado carece de precedentes en Colombia, si se exceptúa el caso de la bomba en el bus de Barranquilla que dejó catorce muertos en enero de este año, y fue reivindicada por la Coordinadora Nacional Guerrillera con la explicación de que se trataba de un error de cálculo: en teoría, el bus debería haberse hallado ya en los patios de depósito para el momento en que estallara la bomba. Y en el campo variado del terrorismo internacional, tampoco son muchos los ejemplos: las bombas palestinas en autobuses israelíes tienen la explicación de que las víctimas son israelíes; las bombas irlandesas en supermercados ingleses, la de que los muertos son ingleses. Sólo las bombas italianas (los ochenta muertos de la estación ferroviaria de Bolonia, por ejemplo) parecen colocadas igualmente al azar. Y en ese caso se estableció finalmente la responsabilidad de la ultraderecha neofascista, interesada en desestabilizar de tal modo la sociedad italiana que fuera inevitable un golpe militar.
Pero la confusión en torno al tema del orden público no se limitó esta semana a los atentados, sino que invadió también el terreno de los debates parlamentarios. En el que se hizo en el Senado con participación de los ministros de Defensa, general Rafael Samudio; de Gobierno, César Gaviria, y de Justicia, Rafael Arias Carrizosa, no quedaron demasiadas cosas en claro. Al contrario. ¿La debatida "autodefensa"? El ministro Samudio dijo que los grupos de autodefensa que existen en el país son más de cincuenta, en os Santanderes, Boyacá, Huila, Cauca, Meta y otras regiones, pero son todos ellos "paraguerrilleros" y no "paramilitares". El ministro Arias reiteró su tesis filosófica de que lá autodefensa es un derecho tan antiguo "como la existencia del hombre sobre la tierra" y en la única parte donde se discute es "en nuestra sociedad". El ministro Gaviria afirmó que "si los grupos de autodefensa existen, deben disolverse". La descoordinación ministerial, pues, pareció mantenerse a ese respecto. Pero se agravó con una frase del ministro de Gobierno referida al tema de la tregua con las guerrillas de las FARC, que dejó en entredicho lo afirmado hace apenas tres meses por el presidente Vilgilio Barco a raíz de la emboscada a los soldados del Caquetá.
El Presidente había advertido que la tregua se consideraría rota en dondequiera que los subversivos atacaran al Ejército. El ministro Gaviria va más lejos, anunciando que si los subversivos no se desmovilizan de una vez, "lo único que el gobierno puede hacer es derrotarlos desde el punto de vista militar, así se tomen muchos años o entrañen muchas dificultades".
En declaraciones posteriores para la radio, Gaviria fue todavía más explícito que en el Congreso, afirmando que "las Fuerzas Armadas de Colombia actuarán aunque no sean previamente atacadas. Algunos sectores consideraron simplemente "impolíticas" las declaraciones del ministro de la política. Otros las calificaron de "abiertamente peligrosas", y equivalentes a una declaratoria de guerra abierta. Solamente el senador conservador por el Huila, Héctor Polanía, que lleva años distinguiéndose como el más intransigente crítico de las soluciones políticas al problema de la subversión armada, aplaudió sin restricciones a Gaviria: "Creo --dijo-- que en realidad la única solución es la fuerza".
Un tercer elemento de la semana fue la proliferación de marchas "por la paz" o "por la vida" realizadas en las más importantes ciudades del país. Se las ha calificado de "marchas políticas". Pero, como señaló a SEMANA un observador (también político): "Es que también los asesinatos son políticos, y eso no quiere decir que no sean asesinatos".--