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¿POR QUE LO HIZO ANDRES?

¿Qué hay detrás de semejante autogol?

25 de julio de 1994

POCAS VECES EN LA HISTOria alguien se ha hecho tanto daño en tan poco tiempo como Andrés Pastrana. Y lo único que no se sabe es a quién le hizo más daño, si a sí mismo o a Colombia.
El sábado antes de elecciones, Pastrana, con tres y medio millones de votos en el bolsillo, era para todo el mundo el presidente de la República. Solo ocho días después era el hombre más envilecido de los últimos años.
¿Cómo se había producido semejante metamorfosis? En realidad fue una combinación de mala suerte y mal cálculo. Pastrana y su coordinador de campaña, Luis Alberto Moreno estaban seguros de que iban a ganar la elección. Habían pasado a Ernesto Samper en las encuestas después de la primera vuelta y esta tendencia parecía no tener reversa. Cinco días antes de las elecciones, sin embargo, sucedió algo inesperado. Todas las encuestas demostraron que Samper había vuelto a empatar. En ese mismo instante fue cuando llegó a sus manos el narcocasete. Era evidente que, de hacerse público, incidiría en el resultado electoral.
¿A favor de quién? Sin duda alguna a favor de Andrés. A pesar de que el contenido salpicaba para todos los lados, al que más agua sucia le caía era a Samper.
Hacer pública la cinta tenía consideraciones de solidaridad con dos colaboradores, Hernán Beltz y Alvaro Pava, además el riesgo de tener que explicar rumores sobre dineros calientes en la campaña pastranista mencionados en ésta. Una y otra vez oyeron el contenido y la conclusión fue que Pastrana era mencionado tangencialmente en calidad de especulación, mientras que de Samper había testimonios que comprometían a su tesorero. Interrogados Pava y Beltz sobre la aparición de sus nombres, dieron las respectivas explicaciones pero manifestaron su desacuerdo con la divulgación pública del asunto.
Sopesando todos estos pros y contras, se decidió entregárselo solo al presidente Gaviria, pues si se iban a ganar las elecciones podría ser contraproducente empañar la victoria con semejante escándalo.
De ahí salió la decisión de Pastrana de jurar públicamente que no había recibido un centavo del narcotráfico y de pedirle a Samper que hiciera lo mismo, aceptando renunciar a la Presidencia si se probaba el ingreso de dineros calientes a la campaña.
El juramento en realidad era algo ridículo si no se aclaraba que dicho reto se basaba en algún tipo de información. Ernesto Samper simplemente no lo contestó y a nadie le importó.
La noche de las elecciones Andrés Pastrana lloró. Sus lágrimas lo que expresaban era la frustración de haber perdido la Presidencia teniendo el casete. Esa noche pensaba que no era sino haber hecho una rueda de prensa transmitiendo la frase de Alberto Giraldo en el sentido de que el liberalismo necesitaba 3.000 millones de pesos y por lo tanto "la elección de Samper está en manos de ustedes, qué curioso". Con esto los 100.000 votos de ventaja que tenía Samper habrían desaparecido automáticamente. No importaba que Samper replicara que la cinta también hacía referencia a Pastrana. Esta defensa nunca tendría tanto peso como la denuncia inicial.
Mientras continuaba haciendo estas reflexiones con amargura, cometió el error mortal de insinuarlas en su discurso de aceptación de la derrota. Al reiterar que Samper debería renunciar si se comprobaba el ingreso de dineros calientes a su campaña, olvidaba que está había terminado, que nada iba a cambiar el resultado y que el verdadero estadista se mide tanto en la derrota como en el triunfo.
Por otro lado, un general nunca debe embarcarse en una guerra que no puede ser ganada. Y precisamente eso fue lo que hizo Andrés Pastrana. Porque pedir la renuncia de un presidente electo tiene sentido si la denuncia puede producir el retiro. Si solamente va a quedar flotando en el aire la acusación, queda la sensación de que el cargo no pudo ser comprobado y que no pasó de ser un chisme o una gestión de un intermediario sin el conocimiento del candidato.
Lo sucedido tiene mucho más alcance de lo que se puede pensar a primera vista. En primer lugar, suspende la posibilidad de una colaboración del andresismo con el nuevo gobierno y lo deja en la oposición. En otras latitudes esto no es muy grave y, por el contrario, fortalece movimientos o partidos políticos. En Colombia, sin embargo, la experiencia es la contraria. Todo el que no tenga participación en el gobierno siempre pierde terreno. La cuota burocrática produce más dividendos que la fiscalización. Los rivales de Pastrana van a hacer su agosto con el cupo que les deja el rompimiento por el narcocasete.
La otra consecuencia es que se ha perdido la objetividad para tratar el problema del cartel de Cali. Cualquier arreglo a que se llegue será visto en el contexto de un soborno aunque no lo haya sido. La política de sometimiento a la justicia del gobierno de Gaviria parecerá blanda y siempre habrá presiones para reemplazarla por una guerra. Las presiones no serán solo políticas, como lo demuestra la creación la semana pasada de un movimiento llamado Mucali (Muerte al cartel de Cali). Este está integrado por los restos de la organización de Pablo Escobar y su propósito es convertirse en la contraparte de los Pepes. En otras palabras, atacar a todo el que consideren simpatizante con el cartel de Cali. En la lista que le dieron a los medios de comunicación, en esta categoría están incluidos personajes tan disímiles como Francisco Maturana y Ernesto Samper.
La denuncia de Andrés Pastrana debilitó la posición del nuevo gobierno y fortaleció la del gobierno de Estados Unidos. La avalancha de mala prensa que se desencadenó por el narcocasete pone en tela de juicio la integridad personal del presidente de Colombia. No a nivel nacional, donde se ha generado una solidaridad instantánea alrededor de Ernesto Samper, sino a nivel internacional, donde las cosas son más simplistas y todo se ve blanco o negro.
El costo del autogol fue alto, no solo para Colombia sino para Pastrana. Si las elecciones fueran hoy, es probable que el candidato liberal tuviera un millón de votos más y el conservador un millón menos. Si Andrés Pastrana, en lugar de haber roto la raqueta de tenis de la rabia, hubiera saltado la malla para estrechar la mano del ganador, las cosas habrían podido ser al revés. -