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El neoliberalismo es un término que refleja malestar, preocupación y descontento. Hasta se ha vuelto un insulto, pero estar contra él no es ninguna política alternativa

Al paredón con María Isabel

¿Por qué es que ya no le gusta que le digan neoliberal?

El ex presidente César Gaviria le responde a María Isabel Rueda.

7 de octubre de 2006

M.I.R.: ¿ Es cierto, como lo afirmó el diario ‘Portafolio’, que usted se está divorciando del neoliberalismo?
C.G.T.: No, ese no fue el alcance que quise darles a unas recientes declaraciones. Estaba era reaccionando ante un comentario del decano de economía de Los Andes, Alejandro Gaviria, en el sentido de que a veces sobrevendemos las reformas, como sucedió con las medidas que tomamos durante mi gobierno. Creímos que el país iba a empezar a crecer a tasas elevadas y de manera sostenida, y eso no ocurrió.
M.I.R.: Pregunté en mi última columna si usted se está reacomodando a la filosofía socialdemócrata de su partido, o si está reconociendo graves fallas de su gobierno…
C.G.T.: Yo creo que ese debate se ha estado dando de manera equivocada todos estos años. La verdad sobre las cosas que hicimos durante mi gobierno es que hoy son imprescindibles, pero no fueron un punto de llegada, sino uno de partida. A los colombianos nos encanta simplificar los problemas y las soluciones. Creemos que hay una sola fórmula que nos va a sacar de la pobreza y de la desigualdad, y esa fórmula no existe.
M.I.R.: Como lo plantean algunos analistas, ¿el neoliberalismo fue una fórmula ingeniosa del siglo XX que llegó pasada de moda al siglo XXI?
C.G.T.: El neoliberalismo es una palabra que refleja malestar, preocupación y descontento. En Latinoamérica se volvió una especie de insulto, pero que no representa una política alternativa.
M.I.R.: ¿Usted niega que fue un Presidente ‘neoliberal’?
C.G.T.: Si neoliberal es no creer en el Estado…
M.I.R.: Más que no creer en el Estado, es que hay que redimensionarlo para que cumpla las funciones que no pueden cumplir los particulares más eficientemente…
C.G.T.: No creo que el problema se reduzca a redimensionar el Estado. El tema más importante de la política es el Estado, y es el papel del Estado. La enorme diferencia que hay entre Latinoamérica y Asia, China e India es que ellos tienen Estados que funcionan, y nosotros, Estados que no funcionan, especialmente en las responsabilidades sociales que el Estado debe cumplir.
M.I.R.: ¿Siente frustración de que su gobierno no hubiera reducido suficientemente las cifras de pobreza y desigualdad?
C.G.T.: No fue solamente un problema de mi gobierno. El problema se presentó en toda Latinoamérica. Los países no pudieron evitar grandes crisis financieras cada vez que hubo un problema grande, como el que se presentó primero en México y después en Asia, luego en Brasil y después en Argentina. Casi otra década perdida por el tema de volatilidad de capitales
M.I.R.: Si volviera al gobierno, o si pudiera devolverse al suyo, ¿haría algo distinto de lo que hizo?
C.G.T.: No soy dado a pensar que no cometimos errores. Pero no me imagino a Colombia hoy con la economía cerrada que teníamos a comienzos de los 90. Estaríamos completamente por fuera del mercado, y habría sido muy, muy costoso frente a los problemas que plantea la globalización. Hay quienes piensan que esa apertura se habría podido hacer en más años, y ese es un punto de vista respetable. Pero la hicimos de esa manera y los problemas que vinieron después no se debieron a la manera como se abrió la economía, sino a escenarios que tiene Latinoamérica, como tasas de ahorro muy bajas, y por eso cada vez que hay una pequeña crisis financiera las economías se vienen abajo.
M.I.R.: ¿Cuál fue el error que se cometió para que a finales de la década de los 90 tuviéramos esa gran crisis financiera que se presentó acompañada de una gran revaluación?
C.G.T.: Hay una cosa bastante simple: las fórmulas que estábamos aplicando no eran suficientes. No es que fueran equivocadas, sino que no eran suficientes para poner al país en un sendero de crecimiento sostenido. ¿Qué nos faltó? Primero, que si uno no es capaz de aumentar la tasa de ahorro de una manera permanente, las economías son muy vulnerables, y eso le pasó a toda Latinoamérica. Y la segunda es que los factores no económicos pesan muchísimo. Por ejemplo, en la zona andina estamos viviendo un fenómeno complicado de naturaleza política que termina siendo más importante que los factores económicos en materia de crecimiento y de igualdad. Del Estado, de la educación y de la salud dependen prácticamente todas las cosas que son importantes. Por ejemplo, que seamos capaces de insertarnos en la globalización. Pero la lucha contra la pobreza, más que un problema del modelo económico, es un problema de fallas del Estado. Por ejemplo, que tenemos una educación incapaz de cerrar el diferencial que hay entre los ricos y los pobres. Y ese es un problema tremendo que no sólo tiene Colombia, sino también Brasil y México, y en general todos los países latinoamericanos con dos o tres excepciones.
M.I.R.: Hay también quienes señalan que hubo una contradicción muy grande entre el Estado Social de Derecho que implantó la Constitución del 91 y el modelo de Estado neoliberal, incapaz de absorber los compromisos sociales que le encargó esa reforma constitucional que usted promovió…
C.G.T.: La verdad es que yo hice mucho por fortalecer el Estado, y la Constitución del 91 lo hizo de manera importante. Además, yo hice dos reformas tributarias que fueron muy exitosas. El gasto público pudo crecer mucho y fuimos capaces de atender a muchos sectores por esa razón. Por eso la expresión de que soy neoliberal viene de gente que tiene animosidad contra mis ideas. Es muy difícil sostener que mi gobierno fue neoliberal teniendo por detrás la Constitución del 91 y el gasto público, que creció de manera muy significativa.
M.I.R.: En ese momento no le molestaba tanto como ahora el calificativo…
C.G.T.: Hoy tampoco me declaro tan ofendido. Lo que pasa es que la gente que dice que no es neoliberal cree que con eso ya tiene una política. Eso no es ninguna política. Es un epíteto o un reflejo de una inconformidad y hasta un insulto, pero no una política.
M.I.R.: Reconociendo que si en su gobierno no se toman las medidas que se tomaron, Colombia estaría muy alejada hoy día del contexto internacional, es por lo que sorprende más verlo a usted marchando al lado de las centrales obreras para protestar contra el TLC…
C.G.T.: El Partido Liberal es socialdemócrata y debe tener detrás de sí las aspiraciones de los sectores obreros y de los trabajadores. Y tenemos que ser capaces de encontrar una política que haga posible el crecimiento pero al mismo tiempo ayude en la igualdad y la lucha contra la pobreza. Es un desafío, pero es posible. Y los partidos socialdemócratas han obtenido resultados de esa naturaleza en Europa y se están ensayando a lo largo del mundo. Y le menciono especialmente el caso de Brasil y también el de México, que no ha tenido propiamente en los últimos tiempos un gobierno de izquierda sino de derecha, y donde ha sido posible reducir la pobreza de manera importante. El desarrollo no tiene por qué darse contra los sectores trabajadores.
M.I.R.: El TLC, ¿cómo atenta contra esas metas que usted me describe?
C.G.T.: Lo que no podemos hacer con el TLC fue lo que hicimos con las reformas de los 90: sobrevenderlo como una gran panacea. EL TLC con México ha sido benéfico. Ha habido un espectacular crecimiento del comercio exterior y ha creado empleo de calidad. Pero hay que tener en cuenta estos cuatro factores: no se aceleró el crecimiento de México inmediatamente: apenas ahora comienza a hacerlo, después de una década. La tasa de desempleo no se redujo de manera significativa. Los trabajadores calificados fueron los grandes beneficiados, no así los no calificados. Y los sectores no exportadores tampoco se beneficiaron de manera importante. Luego el TLC trae una buena cantidad de ganadores, posiblemente la mayoría, pero también trae muchos perdedores. Lo que yo quisiera como director de mi partido es que hiciéramos un debate más realista y no sostengamos, como dijo el Presidente antes de elecciones, que el TLC no trae sino ganadores. Qué pena, pero eso no es verdad.
M.I.R.: Finalmente, ¿usted cree que este gobierno es neoliberal?
C.G.T.: (Risas). No voy a usar ese término que no dice nada para reflejar las políticas del presidente Uribe. Yo puedo estar de acuerdo o en desacuerdo, pero tampoco veo que él tenga una visión minimalista del Estado. Por eso no descalificaría a este gobierno con esa palabra que trae muchos equívocos.
M.I.R.: ¿Debo interpretar con esa respuesta que usted aprueba la gestión económica de este gobierno?
C.G.T.: No. Creo que se han dejado pasar muchas oportunidades, aunque el país atraviesa por una etapa de crecimiento. Colombia no es menos vulnerable hoy que hace una década en los temas financieros. El riesgo de que nos veamos afectados por una crisis de volatilidad de capitales es todavía muy alto. Eso nos puede ocurrir en cualquier momento. La sola desaceleración de la economía mundial, si se viene, nos va a llevar a muchas dificultades. Y uno tampoco puede estar de acuerdo con la política fiscal del presidente Uribe. Busca obtener mayores dineros para el Estado, pero él quiere tener la plata para regalarla, para repartirla, para feriarla. Es un poco la discusión con la reforma tributaria: que en cada foro gremial al que asiste, el Presidente reparte exenciones tributarias.