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P O L I T I C A

Porque estás que te vas

La salida de Horacio Serpa del Partido Liberal es más una estrategia de campaña que una amenaza real.

14 de febrero de 2000

Fue una columna de D’Artagnan, actuando en calidad de amigo de Horacio Serpa, la que alborotó el avispero. En ella el conocido columnista de El Tiempo aconsejaba al ex candidato liberal salirse del oficialismo. “¡Sálgase del partido, doctor Serpa! ¡Sálgase rápido de ese aparato mañoso y todo cuanto de malo se entiende por tal!”, dijo Posada. Dos días después la senadora Piedad Córdoba secundaba a D’Artagnan y a ella se sumaba Germán Vargas Lleras, miembro de la dirección oficial del partido, quien dijo que quienes criticaban al liberalismo desde hace año y medio deberían “hacerse cargo de esa casa”. Lo cierto, sin embargo, es que Horacio Serpa no saldrá del partido por más que columnistas y seguidores ventilen tal posibilidad y enumeren las ventajas de hacerlo, que no son pocas. Y no saldrá del liberalismo por una sola razón: porque la maquinaria oficialista es, hoy por hoy, prácticamente suya. Lo mismo sucederá con todos aquellos que cuenten con alguna esperanza de ser, en algún momento de su vida, candidatos oficiales del partido que ha sido, hasta hace poco, el mayoritario de Colombia. Resulta altamente improbable que cualquiera de los contendores relevantes de Serpa dentro del oficialismo, que son Juan Manuel Santos y Alvaro Uribe Vélez, y otros de menor calibre, entre quienes se contaría la propia María Emma Mejía, resuelvan, de un día para otro, abandonar el partido. La razón es simple. A pesar de la ausencia de banderas ideológicas y de la creciente clientelización de los partidos tradicionales las maquinarias políticas siguen siendo un instrumento eficaz de distribución, por así llamarlo, del mensaje del candidato oficial. Salirse del partido, para quien tiene opción de ser en algún momento candidato oficial de uno como el Liberal, es comparable al productor de cerveza que decide, en un momento dado, dejar de lado la flota de camiones que usa para la distribución en todo el país para dedicarse a repartir su producto de manera personal casa por casa. El tercer partido El origen del debate sobre la conveniencia de salir de los partidos tradicionales se encuentra en el desgaste tanto del conservatismo como del liberalismo. Las cifras electorales de los últimos tiempos muestran partidos con una militancia cada vez más desilusionada de sus dirigentes y con una notable incapacidad para atraer seguidores jóvenes a sus filas. Este fenómeno, que no es ajeno a las zonas rurales, se ha hecho más y más intenso en las ciudades. En el pasado bastaba, para un conservador, utilizar la estrategia del movimiento nacional. La teoría general de la política decía que si el Partido Liberal estaba unido alrededor de un candidato único era prácticamente imposible para el Conservador ganar las elecciones presidenciales. A menos que su candidato, como ocurrió con Belisario Betancur, se presentara arropado con una bandera más amplia. Los movimientos nacionales fueron, en su momento, la sombrilla bajo la cual los conservadores encontraron otros votos distintos de los propios para arrebatar el poder a los liberales. Pero recientemente se ha visto un fenómeno nuevo en la política colombiana: el triunfo de los independientes. Diversos casos ilustran el punto. El triunfo de Antanas Mockus en la campaña por la Alcaldía de Bogotá contra el liberalismo unido, el surgimiento en su momento de las candidaturas presidenciales del propio Antanas Mockus, Harold Bedoya y Alfonso Valdivieso confirman ese fenómeno. Pero sin duda el ascenso de Noemí Sanín en las pasadas elecciones presidenciales y su triunfo frente a Serpa y Pastrana en varias ciudades —incluyendo a Bogotá, Medellín y Cali— pareciera haber consolidado el proceso de liberación de los electores frente a las maquinarias partidistas. Ha sido ese crecimiento inusitado de los independientes en Colombia lo que ha traído como consecuencia la proliferación de candidatos que se dicen a sí mismos independientes. Todos buscan los votos del ‘tercer partido’, el de los jóvenes sin partido y el de los decepcionados de la política tradicional. Pero una de las condiciones sine qua non para ganar la votación independiente es la de serlo. Serpa no es ni ha sido jamás independiente. Al salirse del liberalismo se quedaría con el pecado y sin el género. Es decir, la opinión lo vería como un político de profesión y esa imagen sería difícil de cambiar. Y un político de profesión sin políticos que le ayuden no llega muy lejos. Eso lo sabe Serpa, quien lleva, en su condición de dirigente político regional, más de 30 años ayudando a que otros lleguen a la Presidencia. Nada indica que, al tocarle su turno de ser ayudado por los demás, él decida que ese apoyo perjudica más de lo que beneficia. Sin embargo D’Artagnan tiene razón en una cosa. Los contrincantes de Serpa intentarán todo para ponerle palos en la rueda. Eso incluye a Santos, a Uribe y a todos los que decidan retar al ex candidato liberal. En la historia del Partido Liberal sobran los ejemplos de dirigentes respetados por la opinión que carecían de votos dentro del partido. Son esos los que inician las disidencias. Hay también innumerables casos de dirigentes no muy populares que han contado con el favor de las maquinarias. Esos son los que nunca se van de allí. Y los que, gracias a la fuerza de las maquinarias del partido, terminan casi siempre en la Casa de Nariño.