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¿PRIMER `ROUND'?

Incidente entre 'EL Tiempo' y Noemi Sanín destapa rivalidades electorales para 1998 y deja en claro que lo que menos quieren los colombianos es un madrugón de la campaña presidencial.

17 de octubre de 1994


AL MEDIODIA DEL MIERCOLES, LOS INVITAdos a viajar con el presidente Ernesto Samper a Washington a la posesión de César Gaviria como secretario general de la OEA se encontraban reunidos en el salón protocolario de la base de Catam, en el aeropuerto Eldorado. Como en el vuelo viajaban los ex ministros y hoy, cuatro años antes de las próximas elecciones, precandidatos presidenciales -Noemí Sanín y Juan Manuel Santos- y como ambos se habían convertido esa mañana en RCN en protagonistas de una polémica por las denuncias del diario El Tiempo sobre nombramientos hechos por la ex canciller en los últimos meses de su gestión, a los periodistas Daniel Coronel y Yamid Amat -invitados al viaje- se les ocurrió que una vez despegara el avión podía ser, divertido repartir tarjetones y simular una votación entre Noemí y Santos.
La idea se puso en marcha a los pocos minutos de vuelo. Los pasajeros -con excepción del presidente Samper, del ex presidente Alfonso López y de sus respectivas esposas- marcaron sus papeletas y fueron nombrados escrutadores el embajador Alberto Casas, el ex consejero presidencial Darío Vargas y la periodista Daissy Cañón. Los tres se trasladaron a la cabina y por el altoparlante, ésta última comenzó a leer uno por uno los votos emitidos. "Noemí Sanín, Noemí Sanín, Noemí Sanín", escucharon uno detrás de otro los pasajeros, y algunos incluso aplaudían. El resultado era tan evidente que el único voto cuyo remitente se pudo identificar era a favor de Noemí Sanín y tenía una firma inconfundible: la de Juan Manuel Santos.
El ex presidente Belisario Betancur, entusiasmado con la charada que estaba haciendo menos largo el vuelo, decidió entrar también a la cabina "para evitar maniobras de los cachiporros". Al final, el resultado fue contundente en favor de la ex ministra: 37 votos por ella, seis por Santos, uno en blanco y uno más que fue declarado nulo porque proponía a Noemí para Presidenta y a Santos para Vicepresidente.
El inocente juego del avión presidencial trascendió a los medios horas después y se convirtió en uno de los aspectos más comentados de la posesión de Gaviria como secretario general de la OEA.
La votación en el avión era la culminación de una semana de fricciones entre los bandos de Noemí Sanín y Juan Manuel Santos. El origen de todo esto fue la publicación en el diario El Tiempo de un informe titulado 'El nombramiento , nuestro de cada día', en el cual se presentaba con tono de denuncia un balance del último trimetre de la cancillería de Noemí Sanín. Concretamente se dejaba la sensacion de que el gobierno de César Gaviria se había despedido del país en medio de una feria de nombramientos diplomáticos sin antecedentes.
Entre otras cosas, el informe revelaba que en los últimos 93 días de la administración Gaviria, el Ministerio de Relaciones Exteriores había nombrado a 68 funcionarios de nivel diplomático y consular que iban desde hijos de ex presidentes hasta la hija de la peluquera de Noemí Sanín
Teniendo en cuenta que Noemí Sanín, hoy precandidata a la Presidencia, ha sido siempre una consentida de los medios de comunicación, verla aparecer en el periódico más importante del país como la reina del clientelismo despertó suspicacias. Y teniendo en cuenta que el ex ministro Juan Manuel Santos, hijo del editor de El Tiempo, es un posible rival de la ex canciller en la próxima contienda electoral, las suspicacias recayeron sobre él.
Muchos creyeron que la investigación sobre la Cancillería podía tener una motivación más política que periodística.
El informe de El Tiempo tenía bastantes inexactitudes y la Ministra pasó la semana defendiéndose y haciendo rectificaciones. Se presentó como una víctima indefensa de la aplanadora de El Tiempo, lo cual le representó grandes dividendos políticos. El broche de oro de su intervención acabó siendo la defensa del nombramiento de la hija de su peluquera (ver entrevista) con lo que logró desviar el debate que iba a ser sobre excesos burocráticos y acabó siendo sobre igualdad de oportunidades. La verdad es que el informe de El Tiempo tenía algo de sesgado. No tanto por las inexactitudes, que eran accidentes de calculadora y calendario, sino porque presentaba como una revelación o denuncia algo que ha sido una constante histórica en Colombia: la utilización de la Cancillería como el máximo botín burocrático del sistema. En esta cartera casi todos los nombramientos tienen nombre propio y el balance de gestión de cualquier cancillería anterior sería parecido al de Gaviria: parientes de políticos, parientes de periodistas, protegidos del régimen y todos aquellos a quienes al final de mandato se les agradece con un cargo diplomático.
El binomio Gaviria-Sanin no hizo sino seguir esta tradición aunque con dos elementos contradictorios. Por un lado, la administracion Gaviria fortaleció la carrera diplomática a través del decreto 10 del 3 de noviembre de 1992 quc expidió el estatuto orgánico del servicio exterior y de la carrera diplomática y consular. El objetivo de este fue profesionalizar la carrera diplomática y darle prioridad a sus miembros frente a los nombramientos políticos. Medidas en este sentido han tomado prácticamente todas las administraciones anteriores, pero siempre han quedado en papel, pues la decisión final era discrecional. El decreto 10 de 1992 es diferente porque hizo obligatoria la aplicación de la norma y su incumplimiento objeto de falta disciplinaria. Sin embargo, los funcionarios de carrera siguen siendo minoría y la meta es que en siete años lleguen a ser el 50 por ciento de la carrera diplomática.
Pero simultáneamente con todo esto, al presidente Gaviria y a su Canciller se les fue un poco la mano en nombramientos al final del gobierno. Aunque se alega que se trataba de rotación rutinaria, no le pareció tan rutinaria al gobierno de Samper que en privado ha dicho que lo dejaron bastante maniatado. Ochenta por ciento de los nombramientos de los últimos seis meses pueden corresponder al giro ordinario de la Cancillería, pero un 20 por ciento parece corresponder al cesarismo que se adueñó del país al final del revolcón.
Los nombramientos en Washington, a donde se fue medio kínder, han sido los más criticados. La capital de Estados Unidos acabó convirtiéndose en sede de un gobierno en el exilio y como gran parte de este desplazamiento es por cuenta del erario público esto, ha sido mal recibido.
La realidad es que muchos de esos nuevos cargos no están destinados para el servicio de la embajada colombiana ante la OEA sino para el servicio de la OEA, es decir, de Gaviria. El ex presidente, consciente de que esa organización es altamente burocratizada e ineficiente, decidió conformar su propio equipo de trabajo. Para evitar fricciones dentro de la OEA, por la remoción de funcionarios de otros países latinoamericanos y su reemplazo por colombianos, los hizo nombrar en la embajada colombiana. La idea es ir gradualmente desburocratizando la OEA, que tiene una nómina bastante ineficiente y reemplazarla por personal más competente respetando las cuotas de cada país. Incluso a la vuelta de un par de años la misión colombiana ante la OEA volvería a tener el número de funcionarios que tenía en la época de Julio Londoño. Pero esto es un proceso a mediano plazo, pues hay que detectar quién sirve y quién no sirve y luego conseguir reemplazos en México, Argentina, Chile, etcétera, lo cual es dispendioso. Por esto, Gaviria llevó su combo del Palacio de Nariño y lo distribuyó entre la OEA y la embajada colombiana.
Aunque las motivaciones de lo anterior son estrictamente de trabajo, desvirtúan un poco las funciones de la misión colombiana ante la OEA. El hecho de que el secretario general sea el ex presidente Gaviria no significa automáticamente que todas las posiciones del gobierno colombiano tengan que coincidir con las de él. En el caso de Haití, por ejemplo, la posición de la OEA puede ser la de no oponerse o incluso apoyar la invasión y la del gobierno colombiano puede ser la de protestar. Lo mismo puede suceder con el ingreso de Cuba al organismo. En otras palabras, puede haber contradiciones entre las posiciones de la OEA y las del gobierno colombiano y no es necesariamente sano haber creado un cordón umbilical burocrático entre el país y esta organización.

LA DISTANCIA ENTRE LOS DOS
Todas estas disquisiciones burocráticas han puesto sobre el tapete el distanciamiento entre César Gaviria y Ernesto Samper. Aunque al parecer las relaciones entre los dos siguen siendo cordiales, como lo sugiere la reunión privada que sostuvieron el pasado miércoles por la noche en la sede de la Embajada de Colombia en Washington, las personas cercanas a ambos no disimulan su enojo por lo que ha Pasado. Los de Samper, porque afirman que el actual Presidente no se considera tan consultado sobre todos los nombramientos, como afirma la canciller Noemí Sanín. También cree que no es un ejemplo de delicadeza nombrar masivamente en vísperas de la llegada de un nuevo gobierno, pues lo dejan sin mucho campo de acción al llegar al poder. Por todo esto Samper no se ha opuesto a revocar cuatro decretos de nombramientos diplomáticos hechos en la etapa final de la pasada administración, argumentando en el caso de tres de ellos que lo hace por petición de los embajadores Carlos Lleras de la Fuente y Julio Londoño.
Gaviria, por su parte, aunque no se pronuncia sobre el tema, deja entrever a través de sus allegados que la revocación de nombramientos es una falta de respeto prácticamente sin antecedentes en Colombia. Lo que le disgusta es el valor simbólico que tiene la desautorización pública de decisiones anteriores. Si bien todos los gobiernos tienen diferencias durante la transición, estas siempre se han manejado con altura. A1 propio Gaviria no le gustó mucho que Virgilio Barco le hubiera nombrado a Germán Montoya en Canadá o a Luis Guillermo Giraldo en Alemania, pero nunca se le ocurrió hacer públicas sus reservas.


El enfrentamiento entre Gaviria y Samper llegó a su punto más alto el fin de semana pasado alrededor de unas medidas de seguridad que había solicitado Gaviria. En su calidad de ex presidente de un país con múltiples expresiones de violencia, consideraba que existían razones válidas para que se le otorgara un automóvil blindado y dos escoltas, tal como sucedió en su momento con Virgilio Barco en Londres. Con este propósito se firmó un acuerdo entre la OEA y el gobierno anterior para que este último pusiera a disposición del ex presidente estos elementos.
El gobierno de Samper consideró el contenido de este acuerdo una extravagancia tropical con el argumento de que la OEA es un organismo que tiene una infraestructura para el transporte y seguridad de su secretario general que no tiene porqué ser reforzada. A nivel de clase directiva la opinión es parecida a la de Samper y la imagen de un ex presidente desplazándose con un escolta del DAS por las calles de Washington fue objeto de comentarios folclóricos y de denuncias periodísticas.
En lugar de volver realidad el convenio firmado, el gobierno de Samper le comunicó al embajador ante la OEA, Fabio Villegas, que iban a asignar a su embajada un vehículo blindado para que él dispusiera de éste como lo considerara conveniente. En otras palabras, para que se lo prestara a Gaviria. El ex presidente, al ver todas estas maniobras, que consideró no solo desobligantes sino ilegales, porque el uso de un bien público para fines diferentes de los estipulados constituye un peculado, le pidió a Miguel Silva que le dirigiera una carta a Juan Manuel Turbay, secretario general de la Presidencia, en la cual le solicita suspender todos los trámites relacionados con el auto blindado y la escolta, la cual especificó sólo tenía por objeto prestarle protección y apoyo en sus traslados internacionales.


CONFLICTO DE INTERESES
Pero el debate sobre la burocracia de la Cancillería no sólo distanció a Samper y a Gaviria sino también a Juan Manuel Santos y a Noemí Sanín y abrió de paso el debate sobre las implicaciones de que los dueños del periódico más importante del país tengan un familiar que aspire a la Presidencia. Si bien se estableció que Juan Manuel Santos no tuvo nada que ver con la publicación del informe anti-Noemí, pues el tema era una de las obsesiones de su primo, el jefe de Redacción de EI Tiempo, Francisco Santos, este episodio demostró lo difícil que es delimitar los intereses políticos de los periodísticos cuando estos se cruzan.
Todos los colombianos que aspiran a la Presidencia de la República, que son muchos, consideran que están en desventaja en materia de cubrimiento periodístico frente a un candidato familiar de los dueños de El Tiempo. Esto es una realidad aunque la mitad de los Santos no simpatizan con la candidatura de Juan Manuel Santos, y aunque este no se meta en el periódico. El solo parentesco da lugar a múltiples lecturas sobre todo lo que publica o deja de publicar el diario. Un cubrimiento negativo sobre la gestión de cualquier persona es considerado como una medida para neutralizar sus rivales presidenciales. En razón de esta circunstancia se está creando un círculo vicioso en que cualquier crítica, aunque sea justificada, es interpretada como una persecución, lo cual conduce a una inhibición para evitar este estigma.


La experiencia del último mes demuestra que esta situación va a ser difícil de manejar. No se ha acabado de posesionar Ernesto Samper cuando ya un informe de El Tiempo desencadena el primer round entre dos candidatos que, por lo demás, desembocó en la renuncia de la hermana de la canciller del cargo de ombudsman del periódico de los Santos. La conclusión de todo esto es que nadie en Colombia quiere campaña presidencial desde ahora. El madrugón de cuatro años que se ha dejado entrever la semana pasada debería constituirse en un campanazo de alerta para suspender la pelea. Ni el país ni el periodismo pueden desviar su atención de los graves problemas que afronta Colombia para dedicarse a cubrir, antes de tiempo, episodios triviales de mecánica política que poco interesan a la mayoría de los ciudadanos. -


HABLA NOEMI SANIN
SEMANA: ¿Usted cree que la publicación de 'El Tiempo' es la anticipación de la contienda electoral?

NOEMI SANIN: Como decimos los paisas, todavía falta mucho pelo para el moño. Lo que todos tenemos que hacer es dejar gobernar a Samper. Apenas está comenzando el gobierno y lo que hay que hacer es dejar que la dinámica del nuevo gobierno tome su propio curso, independientemente de los desarrollos electorales que a mi juicio y para conveniencia de todo el país deberían empezar a desarrollarse dentro de varios años. Ahora todos tenemos que colaborar para que al gobierno de Samper le vaya bien.

SEMANA: ¿Pero por qué la crítica de'El Tiempo', finalmente no es lo mismo la nómina de la Cancilleria colombiana de ahora que la de siempre?

N.S.: Usted me está preguntando y casi respondiendo la pregunta, ¿hubo en alguna otra época del pasado titulares e informes de esta naturaleza...? En el artículo se desestima totalmente el esfuerzo del gobierno del presidente Gaviria de profesionalizar la carrera diplomática, y por el contrario se le señala como el responsable de su falta de oportunidades. Nunca antes, como ahora, los funcionarios de carrera contaron con tantas garantías. Expedimos el decreto ley 10 de 1992 y mientras éste se encuentre vigente no se podrá nombrar ningún funcionario en la planta externa de Colombia si se encuentra en disponibilidad un miembro de la carrera diplomática que acredite los requisitos exigidos para el cargo. Igualmente se limitó el tiempo de permanencia en el exterior hasta cuatro años, esta es una de las razones por las cuales al menos el 25 por ciento de los funcionarios diplomáticos deben rotar cada año. Antes esto se determinaba por la capacidad de influencia y podían vivir indefinidamente en el exterior. Por decisión política acabamos con los embajadores vitalicios y decorativos, ya no hay nadie que se pueda sentir dueño de una embajada.

SEMANA: ¿ Usted le atribuye mala fe al articulo?

N.S.: YO sólo sé que al artículo le faltó investigación, los títulos no reflejaron la información de la crónica, las cifras fueron totalmente distorsionadas y las correcciones que se hicieron las publicaron casi inadvertidas mientras las acusaciones aparecieron con titulares sensacionalistas en primera página. Finalmente resulta importante resaltar que todos los nombramientos se hicieron conforme a la ley y de acuerdo con los principios éticos, y la discusión gira entonces en torno de la convivencia y oportunidad. Estos son criterios bien subjetivos, lo único posible es calificar el resultado de la gestión, considero que la cancillería del presidente Gaviria le cumplió a Colombia.


HABLA JUAN MANUEL SANTOS
SEMANA: Se dice que usted anda de pelea con Noemí Sanín, ¿es cierto?

JUAN MANUEL SANTOS: YO sí tengo mis diferencias con Noemí, pero estas son conceptuales, políticas y de estilo. Para comenzar, ella proviene de la entraña conservadora y yo de la entraña liberal. De ahí se desprenden muchas diferencias sobre el funcionamiento del Estado y sobre políticas de gobierno, que no es del caso ventilar ahora. En lo personal he tenido una amistad con ella, y por lo menos en mi caso trato de diferenciar lo personal de lo político.

SEMANA: ¿Usted sí quiere ser Presidente?

J.M.S.: Sí, pero eso no depende de mí: depende de la acogida que yo pueda tener en mi partido y en la opinión pública en general. Eso se verá en su momento. Lo he dicho mil veces y lo vuelvo a repetir: es totalmente prematuro hablar de campañas presidenciales a un mes de haberse instalado el nuevo; gobierno.

SEMANA: Mucha gente cree que usted estuvo detrás de las denuncias de 'El Tiempo ' sobre el festival de nombramientos de la canciller.

J.M.S.: No me extraña. Paradójicamente, uno de mis mayores problemas va a ser El Tiempo. Me van a atribuir todo lo bueno y todo lo malo, pero sobre todo lo malo, que se publique en el periódico. El informe de El Tiempo me pareció flojo. Yo como periodista no lo hubiera publicado así. A mí me cayó un baldado de agua sucia sin haber tenido absolutamente nada que ver. Pero esos son los gajes del oficio y los costos que tengo que pagar por haberme metido en esta apasionante pero a veces ingrata labor de la política. Mis adversarios se encargarán de cobrármelo, como muy hábilmente lo ha hecho Noemí en este caso.


LA HIJA DE LA PELUQUERA
Gran parte de la controversia de esta semana giró en torno de Luz Nelly Triviño, la hija de la estilista de Noemi Sanín, de quien todo el mundo habla pero nadie conoce. SEMANA la presenta a sus lectores.

SEMANA: SU nombramiento se ha convertido en objeto de controversia nacional. ¿Cuál es su opinión?

LUZ NELLY TRIVIÑO: La verdad es que me ha sorprendido figurar. Soy una persona común y corriente, ajena al mundo de los medios de comunicación y a la política. Mi vida es mi trabajo. Yo no me meto con nadie y lo único que trato es de progresar.

SEMANA Pero usted ya es famosa como la hija de la peluquera que Noemí Sanín nombró en el exterior.

L.N.T.: Me siento muy orgullosa de ser la hija de una estilista. Mi mamá siempre ha sido la peinadora de las Sanín y de mucha gente más. Ella comenzó a trabajar a los 14 años y la mamá de la Ministra la conoció ahí. Por tanto, la conozco desde chiquita. Yo podría decir que ella fue la que me hizo estudiar.

SEMANA: Cómo fue eso.

L.N.T. Nosotros no teníamos dinero. Ella me consiguió el cupo para entrar al colegio y siempre se preocupó por mi. A los 15 años, cuando yo estaba en cuarto de bachillerato, me consiguió un trabajo en un consultorio médico, y en ese momento yo pasé a estudiar de noche. Cuando terminé mis estudios de bachillerato, la nombraron Ministra y yo le pedí un puesto.

SEMANA Qué puesto le dieron.

L.N.T.: Como yo era secretaria en el centro médico, me dieron cargo de auxiliar manejando el archivo de personal.

SEMANA ¿ Usted presentó consurso?

L.N.T. No, porque mi cargo era de libre nombramiento y remoción. Quisiera aclarar una cosa: yo entré al Ministerio de Relaciones porque me ayudó la Ministra. Pero es que en este país, cuando uno quiere superarse, la voluntad de superación no es suficiente. Uno necesita que lo ayuden, y a mí me ayudó la doctora Noemí. Ella es la persona a la cual yo he tenido que rendirle cuentas en la vida.

SEMANA: Cómo fue su trayectoria después de entrar al Ministerio.

L.N.T.: Mire, yo no pretendo ser la mejor funcionaria del Ministerio. Yo soy una persona común y corriente que trabaja con empeño y trata de mejorarse profesionalmente. No es más que eso.

SEMANA: ¿Y cómo llegó a ser nombrada en el exterior?

L.N.T.: Eso no tiene ningún misterio. A mí me nombraron en un cargo administrativo con funciones secretariales en el consulado de Barcelona. Las secretarias de los consulados son generalmente las que han sido secretarias en el Ministerio. Mis jefes apreciaron mi trabajo y lo decidieron así. -