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PROBLEMAS EN EL PARAISO

La zona cafetera, hasta hace poco el oasis de paz del país, empieza a saber lo que es el boleteo, el secuestro y la extorsión.

3 de diciembre de 1990

En la noche del 15 de agosto, siete hombres que se movilizaban en dos camperos llegaron ala finca de Julian Jaramillo Vélez, localizada en el municipio de Villamaría (Caldas).
Amordazaron a dos celadores que cuidaban la entrada principal y al mayordomo y, despejado el camino, se dirigieron en busca del dueño de la propiedad. Los asaltantes lo vendaron, le ataron las manos a la espalda, lo subieron a uno de los camperos y huyeron amparados por la oscuridad de la noche.
Una semana después, la familia de Jaramillo tuvo noticias suyas. Fue a través de una llamada telefónica. Se informaba que el secuestrado estaba en poder del Ejército de Liberación Nacional. Quien recibió la llamada no podía dar crédito a lo que oyó. Pensó que se trataba de una broma de mal gusto.
Existían razones de peso para pensar que había que esperar a que los verdaderos captores hicieran sus exigencias: no se tenía noticia alguna de presencia guerrillera ni en Villamaría, ni en el rosario de pueblos que conforman el eje cafetero.
Con el paso de los días, sin embargo, la teoría de que Jaramillo estaba en manos del ELN comenzó a ganar terreno.
Una serie de saqueos, especialmente de ganado y bultos de café, dio las primeras pistas. Poco tiempo después, las dudas se despejaron. A manos de la familia Jaramillo llegó un casete grabado con la voz del secuestrado que afirmaba estar en poder de ese grupo guerrillero, que exigía par su rescate 500 millones de pesos. Y como para dejar más claras las cosas, también decía que era el primero de una lista de caficultores de la región que habían sido "seleccionados" como "financistas" del ELN, que tenía un plan para montar un centro de acción en la zona cafetera.
El contenido del casete coincidía con unas declaraciones que el número uno de la organización le había dado en julio a una revista española y que se desconocían en Colombia. En esa oportunidad, el cura español Manuel Pérez, jefe del grupo subversivo, había dicho: La zona cafetera es otro de los lugares en donde se está extrayendo una gran riqueza y no hay suficiente atencion ni a los trabajadores ni a los precios de los cafeteros. Varios a crear mecanismos de presion que perjudiquen a los grandes cafeteros, que son los que tienen problemas con los operarios y los pequeños cafeteros".
Desde el secuestro del caficultor caldense, mucha agua ha corrido por debajo del puente de la principal zona cafetera del país. Las amenazas de grupos guerrilleros o que actuan en su nombre han ido en aumento. En fincas y pueblos han circulado profusamente volantes del ELN y las FARC en los que se anuncia a los cafeteros que, para garantizar su vida y la de sus familias, es necesario aportar una cuota mensual que sera cobrada directamente en sus fincas. No se mencionan cifras concretas, pero SEMANA ha podido establecer con varios finqueros de la región, que la cuota de seguridad gira alrededor de los dos millones de pesos. "Esto no es otra cosa que el vulgar boleteo al que han sido sometidos los ganaderos de Córdoba. Ahora quieren aplicar la dosis en la zona cafetera. Y desafortunadamente muchos caficultores han tenido que comenzar a pagar la vacuna" .
La región se ha llenado de zozobra y hay quienes han resuelto no volver a sus tierras y manejarlas a control remoto, desde Manizales, Pereira y Armenia. Otros, sin embargo, no han querido dar su brazo a torcer y han permanecido en sus fincas con fuertes medidas de seguridad de su propia cosecha. Por eso ya no es raro ver por las carreteras de la región caravanas de carros blindados con toda la parafernalia de escoltas armados hasta los dientes. "Es que esto por aquí tambien se jodio -le dijo a SEMANA un caficultor que pidió mantener su nombre en reserva. Hay que andar con las pilas puestas o si no se lo cargan a uno" .
Pero mientras los propietarios de cientos de hectareas de tierra consideran que las cosas van en serio cuando se trata de amenazas de la guerrilla, los directivos de los Comités Regionales de la Federación Nacional de Cafeteros prefieren guardar silencio. José Fernando Ocampo, presidente del Comité de Cafeteros de Chinchina, le dijo a SEMANA: "Aquí no pasa nada. Eso es puro invento. Los dueños de las fincas andan como Pedro por su casa y nada les ha pasado".
Sin embargo, el hostigamiento a los cafeteros crece. Y no sólo por parte de la guerrilla, sino también por parte de bandas de delincuentes comunes que pescan en río revuelto. Hace un mes, en la zona cafetera de Risaralda, un grupa de encapuchados ingresó en la finca de uno de los caficultores más importantes de la región. Preguntaron por él y como no lo encontraron, incendiaron la casa y se llevaron ochenta bultos de café que estaban listos para la venta. Antes de abandonar la finca dejaron un mensaje: "Si no paga la cuota, volveremos pronto". Tres días más tarde, en otra finca, hombres también encapuchados se robaron la maquinaria y parte del café que se había recogido.
A pesar de la delicada situación de orden público, no existen denuncias al respecto. Las autoridades de los pueblos no conocen los casos sino de oidos, y quienes los conocen de cerca guardan silencio. Mire, lo que ocurre es que la gente prefiere quedarse callada para no revolver el avispero. Los finqueros decidieron hacer un frente comun entre ellos para protegerse. Por eso en los vehiculos que usan han instalado radioteléfonos con frecuencias privadas que les permiten mantener comunicación directa que les garantiza movilizacion de un lugar a otro con relativa seguridad, le dijo a SEMANA un agente de policia de Armenia.
Y la situacion se ha vuelto más complicada desde que comenzó la recolección de la cosecha cafetera. Por esta época, cerca de 25 mil recolectores se concentran en las fincas de Caldas, Quindío y Risaralda. Constituyen una población flotante que, durante todo el año, recorre el país de cosecha en cosecha en busca de trabajo. Esto ha sido aprovechado por los grupos subversivos que han tratado de montar centros de operación en esa región. Se afirma que algunos de esos recolectores son infiltrados de la guerrilla que tienen como misión informar sobre los pasos que dan los dueños de las fincas. Es una situacion muy dificil de manejar.
No sabemos a quien estamos contratando realmente y no podemos darles a los recolectores la misma confianza de otros años. Por eso hemos decidido renovar el personal semanalmente, para evitar que se filtre información que ponga en peligro la vida de los caficultores, le dijo a SEMANA el administrador de una finca de Chinchiná.
Esta población flotante, que en el último trimestre del año puede llegar a 35 mil personas, es muy díficil de manejar por parte de las autoridades. Los fines de semana los índices de robos, riñas callejeras, heridos y muertos se disparan.
Los recolectores, por su parte, se defienden. Afirman que han sido los chivos expiatorios de todo lo que ocurre en la zona cafetera. Carlos Martínez, un paisa que desde hace 17 años vive de recoger café, dijo que es muy difícil que alguien se infiltre entre los recolectores, porque ellos son como una gran familia, que van como gitanos recorriendo el país y que durante todo el año viven juntos. Es cierto que se han presentado problemas -dijo. Casi todos los días hay un robo en alguna finca. Por lo general se llevan cargas de cafe.
Pero eso es delincuencia común, porque por esta época del año corre mucha plata. Aquí se acostumbra a pagar en el mismo cafetal, y los administradores llegan el fin de semana con maletines llenos de plata. Cargan entre diez y veinte millones de pesos para cubrir nominas de 300 o 500 trabajadores.
Pero no todo es problema de delincuencia común . Es un hecho que la guerrilla esta penetrando en la zona. Y la pregunta es por qué. Los caficultores señalan que la aparición de los grupos subversivos en una región donde la calidad de vida promedio es la mejor del país no tiene razón de ser: El eje cafetero ha aprovechado la bonanza. Aquí existe una red vial lo suficientemente buena como para atender las necesidades del campesino en materia de transporte de sus productos. Existen escuelas y colegios suficientes para atender la demanda escolar. Todos los pueblos tienen hospilales, centros de salud y servicios odontologicos para la comunidad a precios razonables. En la zona cafetera no existe ese caldo de cultivo que buscan los grupos de izquierda para hacer proselitismo", le dijo a SEMANA Jorge Cadena, director del Centro de Investigaciones del Café en Chinchiná.
Todo esto ha llevado a pensar a los caficultores y autoridades de la zona, que el objetivo de la guerrilla antes puramente económico. Caldas, Risaralda y Quindio aportan el treinta por ciento de la producción cafetera del pais. En este último trimestre, los cafeteros recogerán cinco millones de sacos de café que, en plata blanca, significan 76 mil millones de pesos, cifra lo suficientemente atractiva como para iniciar una ofensiva de presión y de amenazas.
Las cosas van en serio y el silencio de los Comités Regionales no es otra cosa que un sintoma de prudencia y cautela. Han decidido manejar el problema a puerta cerrada. En varias oportunidades se han reunido en las oficinas de la Federación Nacional de Cafeteros en Bogotá y han tenido audiencias con el presidente Gaviria para ponerlo al tanto de la situación. Inclusive, existe una solicitud formal al Gobierno para que, en caso de que las cosas empeoren, se conforme una especie de comisión de paz para el eje cafetero. Se buscan soluciones de fondo, antes de que la situación derive en algo similar a lo que sucedió en Córdoba, donde la guerrilla asoló al departamento y, como reacción, se formaron grupos de justicia privada, algunos financiados con el dinero del narcotráfico, con todas sus secuelas de violencia y desinstitucionalización.
Lo que nadie entiende es por qué, en visperas de la Constituyente -una de las condiciones sine qua non de la guerrilla para su desmovilizaciónel ELN y las FARC hablan de paz desde La Uribe, pero hacen la guerra en el resto del país.