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El gobierno y las Farc anuciaron un acuerdo sobre el tercero de los seis puntos de la agenda, drogas ilícitas, y los comandantes de esa guerrilla y del ELN declararon un cese unilateral de hostilidades entre el 20 y el 28 de mayo. | Foto: Omar Nieto Remolina

NEGOCIACIÓN

Viernes memorable en La Habana

Se anunció un acuerdo de hondo alcance sobre drogas y narcotráfico y una tregua unilateral de las Farc y el ELN.

16 de mayo de 2014

A las FARC se les han estado pidiendo menos declaraciones y más gestos en La Habana. Pues bien: acaban de hacer no uno, sino dos: en la mañana del pasado viernes 16 anunciaron una tregua unilateral de una semana, a la que se sumó el ELN, y, en la tarde, se supo que habían llegado a un acuerdo con el Gobierno, en el punto crucial –y muy difícil– de drogas ilícitas y narcotráfico, después de casi seis meses de negociaciones.

Ese viernes bien puede terminar convirtiéndose en un día memorable en la historia de la paz en el país. Por varias razones.

En primer lugar, por el alcance del acuerdo sobre narcotráfico (ver artículo siguiente). Las FARC no sólo reconocen por primera vez que han tenido relación con el fenómeno, sino que se comprometen junto con el Estado a poner de su parte para una “solución definitiva”, incluyendo ayudar a desminar. El Gobierno, a su vez, acepta poner en pie un vasto programa de sustitución voluntaria de cultivos y promete que la prioridad estará en la erradicación manual, no en la aspersión aérea de los cultivos de coca.

Este acuerdo y el anuncio de cesar, entre el 20 y el 28 de mayo, “cualquier acción militar ofensiva contra las Fuerzas Armadas del Estado o la infraestructura económica”, como ordenó un comunicado de Timochenko y Gabino, comandantes de ambas guerrillas (dos treguas anteriores en el marco del proceso han mostrado que las FARC en su conjunto acatan la orden), dan un poderoso impulso a un proceso de negociación que venía languideciendo en los medios de comunicación y frente al cual el país se ha venido mostrando en las encuestas cada día más escéptico y pesimista.

Ambos anuncios refuerzan, además, la vigencia pública del proceso y aportan una dosis de optimismo sobre sus perspectivas de desembocar en un acuerdo final. En un año y medio, desde cuando empezaron las negociaciones en noviembre del 2012, se ha evacuado la mitad de los seis puntos de la agenda. Quedan temas muy complejos y que no será fácil ventilar, como el de las víctimas; las fórmulas de un cese de hostilidades bilateral; los mecanismos para que las FARC dejen las armas, se desmovilicen y se reintegren, y si el acuerdo final se ratificará mediante referendo o constituyente. Pero nunca, desde hace 32 años cuando Belisario Betancur inició las primeras negociaciones con esa guerrilla, que condujeron a los acuerdos de tregua y creación de la Unión Patriótica, en La Uribe, Meta, se había avanzado tanto.

En mayo del año pasado se acordó el tema agrario y rural, razón de ser para las FARC. En noviembre siguiente se cerró el trato sobre participación política, que busca salir al paso a los fantasmas del exterminio de la Unión Patriótica. Y ahora se logra llegar a fórmulas comunes sobre drogas y narcotráfico, que desde fines de los años 70 ha sido un problema mayúsculo en el centro del conflicto.

Haber llegado a soluciones conjuntas en un tema tan espinoso como el de drogas ilícitas es revelador de hasta dónde estos dos enemigos de medio siglo han avanzado en la construcción de un lenguaje común y unas bases de entendimiento para poner fin al conflicto armado.

Algunos han criticado el proceso por su presunta lentitud. Es obvio que el ritmo es más parsimonioso de lo que el Gobierno quisiera, pues cada punto está tomando cerca de cinco meses, en lugar del año que el propio Santos dijo que demandaría un acuerdo completo. Pero la verdad es que, comparada con cualquier negociación de paz en el mundo, la de La Habana mantiene un ritmo relativamente ágil y la perspectiva de que se llegue a un acuerdo final este año o a mediados del próximo parece realista.

Un elemento de interés es el hecho de que los elenos se sumen a la tregua, un hecho sin precedentes en Colombia, al menos desde los años 90. ¿Indicio de que sus conversaciones no tan secretas con el Gobierno para abrir otra mesa de negociación estarían avanzando?

Además de ser una noticia sobre la buena salud del proceso en Cuba, lo anunciado el viernes tiene una relación obvia y directa con las elecciones. La gran pregunta es cuál será su impacto sobre el desenlace de la contienda presidencial.

Algunos opinan que las cartas ya están echadas entre el electorado en favor y en contra de Santos y Uribe y que poco influirán el acuerdo habanero sobre drogas y el cese de acciones guerrilleras en Colombia en el resultado en los comicios, así se anuncien una semana antes. Otros, empero, creen que en unos comicios tan reñidos, en los que la ausencia de argumentos políticos y programáticos contrasta con la abundancia de disputas y acusaciones personales, y con muchos votantes indecisos o escépticos de los candidatos, las noticias de este viernes en Cuba pueden inclinar la balanza hacia uno u otro lado.

Otros más han leído los anuncios como un favor que las FARC le estarían haciendo al presidente-candidato. “Quieren darle una manito”, dijo Francisco Santos, desde la campaña uribista. El expresidente Uribe se adelantó a todos y anunció, casi un día antes de que la guerrilla lo hiciera, que esta iba a declarar el cese de hostilidades: “Ya viene la trampa. Ahora la (sic) FARC va a decretar cese unilateral para robarse las elecciones”, tuitió. “Es un anuncio con fines electorales”, sentenció sobre la declaratoria de cese de hostilidades la candidata conservadora Marta Lucía Ramírez. Otros, como el procurador Alejandro Ordóñez, la calificaron como “una muestra de cinismo”, o “un chiste”, según dijo el candidato uribista Óscar Iván Zuluaga, contrastando esa tregua de una semana con las aseveraciones de la Policía, que no han sido respondidas por las FARC, de que, un día antes, dos niños supuestamente enviados por estas habrían perecido al poner un explosivo contra una estación de Policía en Tumaco.

Más allá de estas lecturas, propias de la competencia electoral, es un hecho que, si bien la paz no ha estado en el centro de la campaña, sí identifica, por un lado, a Santos con el proceso en Cuba, y por el otro, a Uribe y su candidato con la oposición al mismo. Por eso, estos anuncios desde La Habana pueden tener repercusiones electorales. Santos no ha convertido en eje de su campaña la pedagogía sobre la necesidad de una solución negociada al conflicto armado, pero la consigna de la paz sí ha estado presente en su discurso de las últimas semanas y todo indica que lo estará aún más ahora, en la recta final, cuando enfatiza que la elección es para escoger “entre la paz y la guerra”. En una inusual alocución televisada, el mismo viernes anunció al país lo acordado con las FARC en materia de drogas y narcotráfico. “¿Se imaginan una Colombia sin coca? Eso es lo que está al alcance de nuestras manos si implementamos estos acuerdos”, afirmó.

El 25 de mayo dirá hasta dónde influyó en el resultado electoral el anuncio de que en La Habana se ‘chulió’ el tercer punto de la agenda y que Colombia tendrá, por primera vez, una elección presidencial con tregua guerrillera. Habrá que ver qué pasa en los comicios, pero después del acuerdo sobre drogas y narcotráfico, el proceso de La Habana luce cada día más irreversible. Si no hay sobresaltos, allá se marcha hacia un acuerdo final.