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PRORROGA DE PROMESAS

La Comisión de Paz y las FARC prorrogaron la tregua, pero los observadores están de acuerdo en que ésta no se está cumpliendo

7 de abril de 1986

La noche del 3 de marzo se interrumpió sin previo aviso la programación habitual de las dos cadenas de la televisión, cosa que no sucedía desde que el presidente Betancur lo hiciera hace año y medio para anunciar la pronta resolución del caso, todavía no resuelto, de la narcovalija diplomática. Esta vez también era el Presidente, pero se trataba de algo distinto: la transmisión en directo de la ceremonia de ratificación del nuevo acuerdo firmado por la Comisión de Paz y el Estado Mayor de las FARC, así como el ADO y un pequeño sector del ELN, sobre la prórroga de la tregua.
No es verdaderamente un "nuevo" acuerdo, pese a que en su preámbulo se habla de "introducir precisiones y adiciones" en el antiguo, firmado en La Uribe el 28 de marzo de 1984. Es más bien la reiteración, en doce puntos, de lo acordado en aquel documento, y que en los casi dos años transcurridos no ha sido cumplido a cabalidad por ninguna de las dos partes. Se vuelve a hablar de "apertura democrática" y de "garantías y libertades para el proceso de incorporación de los efectivos de las FARC a la actividad política", en el mismo momento en que el candidato presidencial de la Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal, denuncia que existe "proselitismo armado" contra sus militantes, y cuando Manuel Marulanda, jefe de las FARC, insiste en declaraciones a Caracol en "las trabas que nos han presentado los operativos militares, el asesinaro de compañeros, la tortura y los desaparecidos". Se vuelve a hablar de cese el fuego en el mismo momento en que la prensa diaria da cuenta de choques armados entre el Ejército y uno u otro de los frentes de las FARC. Se vuelve a hablar, en suma, más de intenciones que de hechos cumplidos.
En la práctica, pues, más que de "adiciones" al Acuerdo de La Uribe se trata de repeticiones: casi de un reconocimiento de que lo firmado entonces no se ha cumplido, puesto que es necesario reiterarlo.
Sin embargo, la promesa de "precisiones y adiciones" indujo en error a los lectores y comentaristas del texto.
El Tiempo, por ejemplo, tituló en primera página su información al respecto diciendo: "FARC desmovilizarán sus frentes armados", en tanto que por parte de las FARC, Jacobo Arenas dice a Caracol: "Vuelvo y le repito que ese término ("desmovilización"), si es que existe en algún documento, no ha ido todavía a la discusión que nosotros adelantamos con la Comisión de Paz". En cuanto a la entrega o abandono de las armas, a que tan a menudo se ha referido el ministro de Gobierno en el último año en el nuevo documento no figura en ninguna parte. Y dice Arenas: "El único patrimonio con que esa gente (los guerrilleros de las FARC) cuenta es con un fusil en sus manos para defender la vida y el derecho a vivir aqui en Colombia".
La confusión parece haber afectado también a los candidatos presidenciales, alguno de los cuales será el encargado de asumir los compromisos adquiridos por el actual gobierno después del próximo 7 de agosto (pues la única verdadera novedad del "nuevo" acuerdo está en la prórroga, que compromete al próximo gobierno). Alvaro Gómez, por ejemplo, parece haber leído del documento solamente la parte atinente a las promesas de las FARC: la condena del terrorismo,que en el documento va acompañada por la condena de la tortura y la desaparición de personas. Luis Carlos Galán se manifiesta "dispuesto a consolidar estos hechos promisorios" cuando sea Presidente, pero se queda en vaguedades. Y Virgilio Barco, en fin, no solamente parece haber leído otro documento sino vivir en otro país, pues declara muy serio: "El pueblo colombiano se ha sumído en una ola de violencia que no coincide con su propia idiosincrasia, ya que tradicionalmente el país se ha mostrado como un modelo de fortaleza familiar y de pronunciado civismo".
Pero es que el propio documento, como ya se dijo, tampoco coincide con los hechos de la realidad. Manuel Marulanda, en el reportaje citado, dice sin rodeos: "Nosotros comprendemos las buenas intenciones y la buena fe del Presidente de la República, pero una cosa es el Presidente de la República y otra cosa son los que tienen el poder en sus manos".
Dentro de la confusión hay, sin embargo, un indicio alentador que revela que los guerrilleros de las FARC sí están empezando a hacer política a la manera tradicional. Y es su negativa enfática a que se los confunda con el Partido Comunista o con la Unión Patriótica. Dice Marulanda "Nosotros no somos brazo armado ni de la Unión Patriótica ni tampoco del Partido Comunista (...) Otra cosa es que nosotros hayamos precisamente lanzado a la UP como movimiento político, pero nosotros no somos brazo armado ni de lo uno ni de lo otro".
Y cuando lo dice, resulta tan convincente como Virgilio Barco cuando se indigna de que confundan a su movimiento con el oficialismo liberal, o como Alvaro Gómez cuando se niega a ser identificado con el Partido Conservador y habla en cambio del Movimiento de Participación Nacional. --