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Las otrora mansiones de Soledad han sido devoradas por la maleza y el abandono. El servicio de transporte público más usado es el moto-taxi. Cientos de ellos recorren los 67 kilómetros cuadrados del casco urbano

reportaje

Pueblo robado

La increíble historia del legendario saqueo a Soledad, el noveno municipio de Colombia en el que medio millón de personas malviven en una miseria terrible.

15 de julio de 2006

El Bolívar más triste de Colombia está en Soledad. Al contrario de todos los demás, que se levantan altivos y orgullosos, empuñando su espada o montando en su caballo Palomo, el Bolívar de este municipio de Atlántico tiene el rostro dolido, la cabeza ligeramente gacha, no viste de general victorioso sino de civil atribulado. En el pueblo se dice que muchos años atrás, la estatua miraba en dirección a la casa en donde el Libertador pasó sus últimos días, pero que se cansó de ver el saqueo a que era sometida y le dio la espalda para siempre.

En este edificio del siglo XVIII, Simón Bolívar estuvo desde el miércoles 4 de octubre hasta el domingo 7 de noviembre de 1830. Fue una de sus últimas escalas antes de viajar a San Pedro Alejandrino, donde murió el 17 de diciembre de ese año. En cualquier otra parte este lugar sería protegido con esmero, pero en Soledad se cae a pedazos. La cáscara de las paredes blancas salpica los pisos, las puertas son sacudidas por el viento y el óxido devoró marcos y aldabas. En la habitación donde Bolívar durmió varias noches a la espera de Manuelita Sáenz hay una cama sucia sin tablas, sin colchón y sin mantas. La cubre una bandera de Colombia cubierta de polvo y amarrada a las patas.

En un pasado reciente allí funcionó la sede de la Alcaldía, pero el Ministerio de Cultura le exigió desalojarla al comprobar que uno a uno los burgomaestres que pasaron por allí le fueron quitando todo lo de valor. Cuentan incluso que varios trataron de zafar los cuatro cañones que la protegían para venderlos por kilos de hierro, pero la muchedumbre se levantó para impedirlo.

Ningún alcalde volvió a gobernar allí. Pero antes de partir, metieron en dos cuartos los documentos públicos, entre ellos los informes de gestión, los de tesorería y los archivos de defunciones, y les echaron llave sin que nadie sepa quién las tiene. Junto a la tupida ceiba donde Bolívar escribió su testamento está la pila de documentos. Queda poco, pues las ratas, la humedad y el polvo arrasaron con la mayor parte de la memoria escrita de este pueblo recostado a orillas del río Magdalena y a espaldas de Barranquilla. "La casa se va a caer. El techo ya no aguanta. Un aguacero fuerte y esto se nos cae encima", dice Fernando Ferrer Ferrer, miembro de la Academia de Historia. Cuenta que él ya se resignó, pero que viene aquí a ver cómo el tiempo se lleva la vivienda.

El abandono de esta casa, en la que cuelga un letrero que dice: 'Monumento Nacional', se extiende a toda Soledad en donde, según el último censo del Dane, habitan 456.035 personas. Es decir que en términos poblacionales es una de las 10 ciudades más grandes del país. Los aviones que llegan y salen del moderno aeropuerto Ernesto Cortizzos son lo único que recuerda aquí el desarrollo. Y aunque está dentro del perímetro de Soledad, todos lo asocian como el terminal aéreo de Barranquilla. Lo demás es como viajar al pasado. "El trabajo mío empieza a las 3 de mañana y va hasta las 3 de la tarde. A esa hora me escondo porque el sol pega muy duro", dice Manuel Ramírez Rodelo, de 65 años, y uno de los 300 hombres que distribuye el agua para gran parte del municipio en galones que transporta en carromatos tirados por mulas, burros o caballos viejos. Como en el siglo XIX, el hombre va de puerta en puerta ofreciendo el líquido porque el acueducto no cubre a la mitad de los habitantes. Lo mismo pasa con la recolección de basuras.

Y hasta con las lavadoras, pues hay decenas de personas que andan de casa en casa alquilando el electrodoméstico para que la gente ahorre una o dos pipetas de agua en cada lavada. Así como en ninguna otra parte existe un Simón Bolívar tan derrotado como el de Soledad, también es atípico un 'acueducto' de semejantes características.

¿Por qué no hay obras públicas? ¿Adónde van a parar los 116.000 millones de pesos anuales de presupuesto? "¡No joda, hombre, qué preguntas! Pues se los roban los políticos", dice Oswaldo Herrera, un soledeño de 48 años que sostiene que no recuerda un solo alcalde honesto. "Yo no creo eso. Lo que ocurre es que gobernar en Soledad es una labor titánica porque es una ciudad en donde se concentran todos los problemas del país", responde la ex alcaldesa Rosa Stella Ibáñez.

Su historia personal simboliza la tragedia de violencia, burocracia y artificios jurídicos que a diario se ven en el país. Hace un par de años su único interés era el de administrar el hogar que compartía con su esposo, el candidato a la Alcaldía José Luis Castillo Bolívar. El 30 de septiembre de 2003, en vísperas de las elecciones, y como ganador en todas las encuestas, Luis se levantó temprano a atender asuntos de su campaña. El político estaba frente a su casa cuando un joven sicario se bajó de una moto y le disparó a quemarropa. Eran las 7:15 de la mañana. Rosa Stella bajaba las escaleras y escuchó los tiros. Corrió a ver qué pasaba, por lo que vio con claridad el rostro del atacante que remató a su marido con siete balas más.

La gente del pueblo se solidarizó con la viuda y le pidió que recogiera las banderas del político asesinado. Ya no había tiempo de cambiar los tarjetones, pues las elecciones eran el 26 de octubre, se lanzó y la gente se las ingenió para escribir su nombre. Querían señalar que la esposa de la víctima fuera su alcaldesa. Y 42.000 votaron por ella, el doble de sus opositores. Estos argumentaron que su elección no era legal, mientras la Policía capturaba a los sindicados del crimen de su esposo. Ella identificó al asesino. "Esa cara no la voy a olvidar el resto de mi vida", dice. Sin embargo, un juez desestimó su testimonio, pues consideró que en sus palabras había "demasiado dolor". Así, el presunto homicida quedó libre y hoy vive en Soledad. A ella le revocaron el mandato.

Durante estos años, además, el municipio fue penetrado por el paramilitarismo en su estrategia para levantar una muralla para cubrir a Barranquilla. Y es que esta última, con Malambo y Soledad, conforma un área metropolitana sin solución de continuidad urbana. El poder paramilitar se hizo sentir. En un país donde las secretarías de Educación son las cenicientas de la estructura burocrática, la de Soledad era la más respetada, pues el secretario de Educación, Alfredo Noya Zabaleta, nombrado por la alcaldesa Rosa Stella, desde el primer momento hizo una declaración perentoria : "A mí no me jodan que yo soy para". O sea que si este hombre era de las AUC, había que tenerle miedo. De esa forma, Noya hizo lo que quiso con los 62.000 millones del presupuesto. "Todas las organizaciones criminales del país tienen 'sucursal' en Soledad", escribió recientemente en El Tiempo Armando Benedetti Jimeno.

En su dramático relato, el columnista no sólo se refirió a las bandas armadas, sino al complejo entramado de corrupción que a primera vista es imposible de desenredar. "Algunos datos parecen literatura kafkiana: el 57 por ciento de las resoluciones y decretos desaparecieron del archivo; los intereses por cesantías, aportes parafiscales, etcétera, hace años se descuentan pero no se entregan a sus beneficiarios; la Tesorería reportó 29 cuentas bancarias pero fueron detectadas físicamente 193; los ingresos están ejecutados a la fecha en un 20 por ciento pero los gastos en un 51", escribió. Y el horizonte para él está lleno de nubarrones: "Soledad tiene una enorme deuda que tal vez supere los 100.000 millones. No hay, sin embargo, maneras de establecerla con certeza".

Lo único cierto es que el municipio no pudo acogerse a Ley 550, porque la 'industria del embargo' se lo impidió y porque el recaudo de impuestos es totalmente incierto. Como la población se expande cada vez más, pues a diario llegan decenas de personas de todas partes de Colombia huyendo de la violencia, es imposible proyectar los ingresos.La gente llega aquí porque muchos creen que es Barranquilla, una ciudad que en el imaginario colectivo vive en paz. Pero no. Llegan a Soledad, una de las pocas grandes urbes que no tiene estrato 6 ni 5 y ni siquiera 4. Hay unos pocos predios de estrato 3, miles de 2 y una inmensa mayoría de 1 o que vive por debajo de todos los límites de pobreza absoluta.

Los únicos que tienen plata son quienes pertenecen a ese entramado de corrupción enquistado en el municipio. Cada secretaría está 'escriturada' a un cacique local. Cuando el Alcalde ordena un acto, el funcionario lo consulta a su jefe político. El último secretario de Hacienda consigna y paga a los acreedores personalmente, pues no puede confiar en un mensajero. Ni siquiera guarda los talonarios en la caja fuerte, porque desaparecen. La ha cambiado por la pretina de su propio pantalón, en donde los lleva escondidos.

Los días en Soledad pasan entre el bochorno y las acusaciones mutuas de todos los dirigentes políticos que se señalan mutuamente como los responsables de la crisis financiera. El jueves de la semana pasada, por ejemplo, salieron a la luz unas grabaciones protagonizadas por el ex alcalde Alfredo Arraut (1998-2000) y el ex contralor seccional del Atlántico Germán Gómez. Éste le pide 200 millones de pesos para "arreglar dos auditorías" sobre recursos que la Nación envió para la salud del pueblo. Así es este municipio en donde el próximo 30 de julio habrá elecciones atípicas. Probablemente por eso, Soledad será noticia nacional. Luego volverá a sus días de olvido.