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¿Qué tan duro se ha golpeado de verdad a las Farc?

La vehemencia con la que Alvaro Uribe respondió recientemente a las cartas en las que 'Manuel Marulanda' invitaba a los generales de la República a iniciar una negociación de paz han llevado a algunos a preguntarse si es que las Farc han sido tan duramente golpeadas en los últimos meses que el Presidente se puede dar el lujo de tildarlas de "caterva de bandidos".

28 de abril de 2003

La vehemencia con la que Alvaro Uribe respondió recientemente a las cartas en las que 'Manuel Marulanda' invitaba a los generales de la República a iniciar una negociación de paz han llevado a algunos a preguntarse si es que las Farc han sido tan duramente golpeadas en los últimos meses que el Presidente se puede dar el lujo de tildarlas de "caterva de bandidos".

La esperanza de que sea así surge precisamente cuando el ánimo en la opinión pública comienza a decaer. Los colombianos, que erróneamente se ilusionaron con que la llegada de un hombre duro al poder sería suficiente para arrodillar a los guerrilleros, tienen un sentimiento de frustración porque no han visto caer a ningún miembro del secretariado.

Sin embargo, aunque 'Tirofijo' y sus hombres más cercanos siguen sueltos, y seguramente lo seguirán por un buen tiempo, lo cierto es que el péndulo de la guerra comienza a favorecer al Estado. Porque una cosa es el golpe sicológico -la cabeza del 'Mono Jojoy'- que clama la opinión y otra muy distinta es el avance táctico en el campo de batalla. Este último, más silencioso y mucho más importante.

La ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, y la cúpula militar aseguran que las Farc han perdido hombres, territorio, dinero y espacio político y que gracias a esto han retrocedido en su lucha por lo menos cinco años a niveles inferiores a los que tenían antes de la zona de distensión.

"Por primera vez está decreciendo el número de hombres en la guerrilla", asegura el comando general del Ejército. Calculan que entre agosto y marzo de 2003, 3.217 guerrilleros -entre ELN y Farc- fueron capturados, 1.412 fueron abatidos y 1.044 desertaron. Aunque estas cifras, difíciles de verificar con otras fuentes, exceden con creces las de años anteriores, lo cierto es que tradicionalmente el número de guerrilleros puestos fuera de combate siempre ha sido inmenso. El problema es que también lo ha sido el de los nuevos jóvenes reclutados.

La diferencia ahora es que a la guerrilla se le ha complicado reponer combatientes. Durante el gobierno de Andrés Pastrana las Farc incorporaron jóvenes masivamente en la zona de distensión. Contaban con el tiempo suficiente para adoctrinarlos y convencerlos de que les esperaba una vida mejor en el monte. No les quedaba difícil hacerlo. Bastaba que vieran el desfile de personalidades que los visitaba en el Caguán y su protagonismo en la vida nacional.

Una situación muy diferente se vive ahora. La política de recompensas y la actitud ofensiva de la Fuerza Pública ha obligado a los guerrilleros a esconderse, a moverse continuamente y a sufrir mayores bajas. Si antes un muchacho que quería entrar a la guerrilla era seducido por giras en Europa y audiencias televisadas, hoy se ve espantado por historias de compañeros muertos o heridos. Más aún, la propuesta de vincularse a las Farc es sin duda menos atractiva ahora que el mundo los cataloga como terroristas que en los años dorados del Caguán, cuando pontificaban sobre la 'Nueva Colombia'.

Esta situación ha forzado a la guerrilla a acudir cada vez más a engaños o a la fuerza para reclutar, lo que explica en parte que la deserción se haya casi que duplicado frente a 2002. En lo que va corrido del año, según datos del Ministerio de Defensa, han desertado 397 hombres y mujeres armados, 58 por ciento de ellos de las Farc.

Las capturas también se han ido cualificando. El Ejército asegura que desmanteló el frente 31 de las Farc en los Llanos Orientales y que el jefe se entregó recientemente. Este sería el caso más exitoso pues habrían desvertebrado toda una estructura. En los demás casos, se han capturado mandos medios, sobre todo jefes de finanzas, que no afectan de manera permanente el funcionamiento del grupo. Como las Farc tienen por cada jefe de bloque o de columna un 'reemplazante', por cada uno que cae hay otro que sigue adelante con los planes.

Las capturas realizadas en Bogotá en los últimos meses representan un golpe más contundente porque para las Farc es difícil crear esas células urbanas, que exigen un mayor entrenamiento y personal más calificado. Altos funcionarios de inteligencia del Ejército aseguran que de las tres estructuras guerrilleras que operan en Bogotá, la del Frente Antonio Nariño (Ruan), bajo el mando de Carlos Antonio Lozada, del secretariado de las Farc, y la del bloque oriental han sido duramente golpeadas. La de la Teófilo Forero, sin embargo, sigue fuerte.

La Fiscalía profirió resolución de acusación contra nueve personas supuestamente de la Ruan, algunos de ellos universitarios, por los ataques el día de la posesión presidencial. También capturó y acusó a Javier Tanga y a otros siete supuestos miembros de las Farc, que según la Fiscalía buscaban aislar a Bogotá volando puentes sobre el río Magdalena en enero. El 7 de febrero capturó a los presuntos autores de la bomba contra el senador Germán Vargas, la de Residencias Tequendama y en marzo a las dos mujeres que atacaron el bus de Transmilenio. Hace unos días capturaron a 'Alirio', hombre clave de las Farc en Bogotá.

El territorio

Pero quizás el éxito más contundente de la política de Alvaro Uribe es la recuperación del territorio. Cuando recibió el gobierno sólo 35 por ciento de los municipios contaban con una Fuerza Pública permanente. Hoy, con el ingreso de 10.000 soldados campesinos, 150 municipios que no tenían presencia de la Fuerza Pública cuentan ahora con un pelotón combinado de soldados profesionales, suboficiales, policías y soldados campesinos que se quedan en el lugar. Otros 300 municipios contarán en mayo con estas fuerzas. Y esta semana entran a operar dos batallones de alta montaña, uno en Farallones y otro en Chiscas, Boyacá, que busca arrebatarles el control de los páramos a los guerrilleros.

Expertos en el tema aseguran que esta es quizá la ganancia estratégica más importante después de la movilidad aérea que se ha tenido en la lucha contra las Farc, pues las obliga a replegarse, les corta corredores estratégicos y les dificulta las labores de aprovisionamiento y de extorsión en los pueblos.

La mayor presencia permanente de la Fuerza Pública en los cascos urbanos explicaría en gran parte el dramático descenso en los ataques a las poblaciones, que pasaron de 33 entre agosto de 2002 y marzo de 2003 a sólo seis desde que se posesionó el Presidente, al igual que la disminución en los ataques a la infraestructura económica del país (ver recuadro).

El Estado ha recuperado zonas clave que estaban en poder de la guerrilla. La más importante sería la Comuna 13 en Medellín, hoy tristemente compartida con los paramilitares. Pero también están las cabeceras municipales de la antigua zona de distensión y de los Montes de María, donde opera la zona de rehabilitación. El caso de Arauca ha sido más complejo. Aunque lejos de estar consolidadas estas zonas, la Fuerza Pública puede ir a todos estos sitios que antes le estaban vedados.

En lo político, las Farc también han sufrido duros golpes. El país se ha unido como nunca antes en su propósito de combatirlas. La Fiscalía y la Fuerza Pública están trabajando cada vez más de la mano y el Congreso parece estar dispuesto a aprobar las leyes que sean necesarias para dotar a los militares de las facultades de policía judicial, lo cual incrementaría su capacidad de acción (ver recuadro). Los ciudadanos, a través de las redes de informantes o motu proprio, están también más dispuestos a colaborar con las autoridades, lo que ha resultado clave en los éxitos contra el terrorismo.

Precisamente a crear fisuras en este campo parecen haberse dirigido las últimas cartas de 'Tirofijo' a los militares, quizás aprovechando las recientes tensiones entre la cúpula y la ministra Ramírez. "Se trata de reeditar la vieja táctica de la izquierda de crear divisiones en el Establecimiento, requisito básico para lograr la revolución", afirma Teófilo Vásquez, investigador del Cinep. "Pero Uribe lo neutralizó diciendo que estaba negociando con una parte de las Farc. Lo importante es el juego político de decirle al otro que lo tiene dividido".

Y en el terreno internacional, su campo se ha cerrado aún más, sobre todo después de que Uribe capitalizó la bomba de El Nogal para convocar la solidaridad del continente para que cerraran filas en contra de los terroristas.

Es claro, entonces, que la situación de las Farc es hoy bastante peor de lo que era hace un año. Sin embargo no es tiempo aún para cantar victoria. Sobre todo porque con 40 años de historia a cuestas, la guerrilla ha aprendido a adecuarse rápidamente a los cambios de estrategia que le plantea el Estado.

"A las Farc se les ha derrotado políticamente, el número de ataques ha disminuido, el modo de los ataques ha cambiado de la guerra móvil a actos de terrorismo y pequeñas emboscadas. Con excepción de algunos ataques de terrorismo urbano no han podido hacer mayor cosa, dice un analista internacional. Pero por otro lado, la guerrilla sigue intacta, con un pie de fuerza todavía grande, con nuevo armamento y con más dinero. O sea que puede ser que el día de mañana vuelvan a atacar con fuerzas grandes. De hecho, eso es lo que buscan", asegura.

Los militares reconocen que si bien el incremento en las fumigaciones ha hecho que por primera vez en mucho tiempo los cultivos ilícitos disminuyan a una velocidad mayor a la que tienen los narcotraficantes para sustituirlos, las finanzas de las Farc siguen siendo ilimitadas. En varias zonas, como el Meta, la guerrilla está casi totalmente dedicada a la coca y a extorsionar al que tenga un peso, con lo cual sus arcas siguen llenas y, por ende, también su capacidad para lanzar una ofensiva grande y sostenida en el futuro.

Lo que más preocupa a las autoridades es que existen evidencias de que las Farc están inventando armas antiaéreas, comprando cantidades de ametralladoras pesadas y buscando misiles tierra-aire para neutralizar la superioridad aérea del Estado. Hace un año el Ejército encontró unos tubos montados en carruajes entre Calamar y Miraflores, en San José del Guaviare, que al parecer estaban acondicionados para derribar aeronaves.

Sin embargo, según un experto en el tema, las Farc encuentran dos problemas para obtener estos misiles antiaéreos. El primero es que en el mercado negro se venden cantidades limitadas, de uno a cuatro a la vez y por los cuales hay competencia con otros terroristas que también los necesitan. "Para derribar una aeronave se necesita un promedio de tres a cinco misiles y por lo tanto para hacer un impacto estratégico se necesitan por lo menos 100", dice. Y agrega que además se necesita un entrenamiento profesional para usar este tipo de armas, que además tienen que ser transportadas evadiendo una estricta vigilancia- desde lugares como Asia, Africa y el Oriente Medio hacia Colombia.

Por otro lado, las Farc creen que la bonanza del narcotráfico no existirá para siempre y por lo tanto en vez de gastar sus millones los guardan para el futuro. "Adquirir misiles los aleja de la autosuficiencia y por eso están fabricando unos cilindros rústicos antiaéreos", explica el analista.

Esto le daría al gobierno todavía un tiempo, pero no se sabe cuánto. Varios analistas coinciden en que la nueva fase de terrorismo urbano que emprendieron busca ganar tiempo mientras logran una respuesta al poder aéreo. Y lo que sí es claro es que si lo logran el péndulo podría devolverse a favor de las Farc, como ocurrió en la guerra de El Salvador.

Conscientes de esto, tanto los civiles en el Ministerio de Defensa como los militares creen que si bien han avanzado en la dirección correcta el camino hasta ahora comienza a recorrerse. La paciencia que tengan los colombianos para entender esto, pese a los actos terroristas que vengan, será un activo clave para lograr llegar a una negociación que finalmente conduzca a la paz.