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A pesar de la ampliación y modernización del aeropuerto El Dorado, las nuevas instalaciones se quedaron pequeñas frente a la mayor demanda. Pero hay espacio para crecer una vez se derrumbe la antigua torre de control.

AVIACIÓN

¿Quedó pequeño El Dorado?

La congestión y las demoras en algunos vuelos en El Dorado tienen a los pasajeros con los pelos de punta. ¿Qué está pasando en la principal terminal aérea del país?

8 de noviembre de 2014

La ampliación del aeropuerto El Dorado, una de las obras de infraestructura más importantes de los últimos años, no descongestionó el tránsito aéreo. En los últimos días se han presentado varios episodios con fuerte protestas de pasajeros, que encendieron nuevamente el debate sobre lo que está pasando en esta terminal.

La situación está llegando a casos extremos. El 30 de octubre los ocupantes de un vuelo de Avianca que cubría la ruta Bogota-Armenia decidieron dormir en la aeronave, tras un retraso de ocho horas. Un hecho similar se presentó la semana pasada cuando los viajeros con destino a Popayán se negaron a salir de la aeronave. El vuelo se retrasó por el cierre del aeropuerto de la capital del Cauca.

Varios factores se están conjugando para que en determinados días y horas se presenten trancones aéreos, que se asimilan a las grandes congestiones que padecen a diario los capitalinos en las principales vías de Bogotá. La pregunta que se hacen muchos es si el aeropuerto ya copó su capacidad y está desbordado.

El mal clima y hasta el incendio de una fábrica de llantas, en el occidente de la capital, provocaron traumatismos en algunas operaciones. Pero hay otras razones de fondo. No está instalada tecnología de punta para facilitar la labor de los controladores aéreos y de los pilotos. Las tripulaciones se quejan de exceso de trabajo (el retraso en el vuelo a Armenia obedeció a que el copiloto ya había cumplido su jornada laboral y no había reemplazo), las compañías sobrevenden los vuelos y muchas veces no prestan un servicio adecuado para facilitar la comunicación con los usuarios.

A pesar de las modernas instalaciones, en las que se invirtieron más de 1.000 millones de dólares -sin contar la nueva torre de control-, la verdad es que el aeropuerto se quedó pequeño para atender el crecimiento exponencial de viajeros, que tomó por sorpresa a todo el mundo. En 2006 cuando se otorgó la concesión a Opaín para la ampliación de la infraestructura se proyectaba que el número de pasajeros llegaría a 14 millones en 2013. Pero los cálculos se quedaron increiblemente cortos. El año pasado llegó a 25 millones. Es decir, que en una década la movilización de personas en la terminal creció 150 por ciento.

La entrada de compañías de bajo costo, la guerra de tarifas, el aumento de rutas y frecuencias, el mejor desempeño de la economía, unido al atraso en la infraestructura vial, llevó a miles de colombianos a escoger la opción aérea a la hora de viajar. Y la situación podría complicarse porque hay estudios que estiman que el tráfico crecerá hasta cerca de 40 millones de viajeros de aquí a seis años. Esta cifra es la que moviliza hoy el aeropuerto de Miami, uno de los diez de mayor tráfico del mundo.

El presidente de Avianca, Fabio Villegas, afirma que Colombia ha sido ‘víctima’ del auge de este sector y sostiene que la infraestructura se quedó corta frente al número de operaciones. En el mismo sentido coincide Gilberto Salcedo, presidente de Atac, gremio que reúne a las aerolíneas del país. Reconoce que la infraestructura planeada hace unos años no corresponde a los actuales niveles de tráfico de Bogotá. Por esta razón dice que hay que superar los rezagos en el menor tiempo posible para evitar mayores problemas.

En El Dorado, el tercer aeropuerto en pasajeros y primero en carga en América Latina, en condiciones óptimas se realizan hasta 70 operaciones por hora –30 aterrizajes y 40 despegues–. Es decir, que cada 40 o 50 segundos llega o sale un avión. Esta no es una situación extraordinaria porque en otros aeropuertos del mundo se realizan 90 o más operaciones por hora. Sin embargo, en Bogotá se produce con frecuencia el efecto dominó resultante del retraso de un solo vuelo, pues El Dorado no cuenta con las ayudas tecnológicas presentes en esos países. Y Avianca, por ser la compañía que maneja más del 50 por ciento del mercado, es la más afectada.

¿Qué hacer?

El director de la Aeronática Civil, Gustavo Lenis, quien llegó al cargo hace nueve meses, está dispuesto a tomar el ‘toro por los cachos’. “Yo no controlo el clima pero sí la operatividad del aeropuerto” dice Lenis quien asegura que la terminal tiene mucho espacio para crecer y que con una reorganización del espacio aéreo se puede prestar un mejor servicio.

En efecto, el aeropuerto puede ampliarse, solo que algunas obras se han demorado más de lo previsto. Ese es el caso de la nueva torre de control –que no está a cargo de Opaín– que no solo se ha retrasado un año, sino que ahora cuesta más de lo previsto. El director de Aerocivil sostiene que estará lista a mediados del año entrante, cuando se podrán derribar la antigua torre y el edificio construido en los años cincuenta durante el gobierno de Rojas Pinilla. En ese espacio se habilitarán seis nuevas posiciones de estacionamiento para los aviones. A comienzos del año entrante se entregaría el Centro de Gestión Aeronáutica, un moderno edificio con la última tecnología. Pero mientras entra en operación la Aerocivil alista un plan para mitigar los problemas ahora que se avecina la temporada de fin de año.

Una de las primeras acciones consiste en instalar en la pista sur un sistema de aproximación más preciso, que ayudará a que los pilotos tengan mejor visibilidad cuando hay mal tiempo. Además, se comprarán y pondrán al servicio nuevas luces de aproximación. También se redistribuirá el espacio aéreo para evitar los embudos en horas pico –a pesar de que hay dos pistas no se pueden hacer aproximaciones paralelas de aviones sino por turnos–. La Iata (Organización Internacional del Transporte) enviará a dos expertos para que miren los problemas de la operación en diciembre y hagan recomendaciones. Otras acciones comprenden reentrenar a los controladores y aumentar su planta –actualmente hay cerca de 600 y se van a contratar otros 60–. Y, por otro lado, estudiar la propuesta de Opaín para poner más puertas de embarque y hacer obras adicionales

Pero más allá del incremento en el número de controladores, de la tecnología y la nueva torre de control, medidas que ayudan pero son insuficientes, se necesita pensar ya en una nueva ampliación de las actuales instalaciones. Esto significa seguir creciendo en metros cuadrados las terminales nacional e internacional, como estaba contemplado en los diseños originales, para evitar que la situación llegue a un estado crítico. Lenis insiste en que se están tomando medidas y rechaza la decisión de algunos pasajeros de quedarse en los aviones cuando se retrasa un vuelo. Para el directivo esta conducta es inadmisible y puede llevar a la judicialización de los viajeros por atentar contra la seguridad aérea.

Pero mientras se toman estas medidas hay un tema en el que no se han logrado mayores avances. Se trata de la actualización del Plan Maestro realizado con consultores internacionales, cuyos resultados se presentaron en 2013 y que recomendó construir un aeropuerto alterno para trasladar la aviación general (vuelos chárter y privados) y la militar (la base de Catam). El gobierno ya reservó 780 hectáreas en inmediaciones del municipio de Madrid, pero no ha anunciado mayores avances en este proyecto, más costoso aún que todo lo que ya se ha invertido en El Dorado.

Los hechos están demostrando que se necesita tomar acciones urgentes para evitar el colapso de la terminal. El anuncio reciente del presidente mexicano Enrique Peña Nieto de invertir 9.000 millones de dólares para cuadruplicar la capacidad del Benito Juárez y atender 120 millones de pasajeros al año, debería servirle de ejemplo a Colombia. En proyectos clave para la competitividad y seguridad del país hay que pensar en grande.