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Niñas expertas en robótica dejan en alto el nombre de Colombia
Las menores estudian en una vereda del Norte de Antioquia. | Foto: Archivo particular

Ciencia

¿Quién dijo que las mujeres del campo no podían ser científicas? Esta historia demuestra lo contrario

Niñas entre 6 y 16 años de edad, en uno de los territorios más apartados de Colombia, crean robots con los que esperan cambiar su entorno.

6 de abril de 2022

Las mujeres, durante décadas, han sido tildadas de hacer unas tareas específicas como ayudar en la casa; artes relacionadas con las manualidades, como tejer, u otras lejos de las que podrían “realizar” los hombres, como trabajos de ingeniería. Sin embargo, con el tiempo se está tratando de cambiar la historia. Así como la que reescriben las niñas del club de robótica por las que, inicialmente, nadie podría apostar, pues cada una de ellas tiene una historia particular que las hacen valiosas.

A más de tres horas de distancia de Medellín, entre las montañas antioqueñas está el corregimiento El Alto, en el municipio de Gómez de Plata. Allí se puede contrastar que mientras Empresas Públicas de Medellín, EPM, produce energía, su población vive con escasos recursos y pocas oportunidades. Entre estas, la falta de agua potable. Los niños de la zona deben caminar, a veces, hasta tres horas para poder tomar el bus o teleférico que EPM dispuso para llevarlos al colegio.

Entre esta población se encuentran las 10 niñas que están en el club de robótica, organizado por el profesor Pedro Lezcano, a quien en plena pandemia le llegó la invitación de una fundación que quería apoyar un proyecto de ciencia y tecnología. Él, aún sabiendo que las condiciones no eran las más óptimas para sacar adelante este tipo de iniciativas ―pues no contaban con conectividad a internet ni con buenos equipos de cómputo―, se arriesgó a convocar a las niñas más destacadas de la institución educativa. Quienes aceptaron el reto.

Las más grandes querían demostrar que a pesar de que en su municipio el embarazo en adolescentes es alto, si se ofrecen alternativas a los jóvenes, se puede ocupar el tiempo en cosas que ayuden al crecimiento intelectual y el desarrollo de su gente. Y las más pequeñas no saben de barreras.

María Paulina Monsalve tenía 11 años cuando empezó a asistir al club; ella, siete años atrás, tuvo un accidente de tránsito, lo que le generó una perdida de memoria a corto plazo, según contó a SEMANA Ana Sofia Osorio, madre de la niña. Sin embargo, la menor no olvida las enseñanzas en robótica, como si fuera parte de ella. Además, el continuar en el club es una motivación para que mejore su nivel académico en general.

Ximena Osorio tiene seis años y a pesar de que a ella no la invitaron a formar parte del equipo de robótica, se dio mañas para ingresar a él. “Yo me le pegaba a mi prima todos los sábados y escuchaba las clases, después empecé a armar robots”, dice la pequeña mientras habla en términos de programación que pocos adultos podrían entender.

Entre las 10 niñas crearon un robot que recoge una cantidad de elementos en tiempo determinado y con él concursaron por primera vez en el Campeonato Nacional de robótica STM 2021, ganaron el segundo puesto y un cupo en una competencia internacional que se llevó a acabo en Medellín, donde ocuparon el quinto lugar.

Gracias a ese triunfo lograron que la alcaldía volteara a ver su corregimiento, ya tienen mejores computadores y MinTIC les garantizó conectividad a Internet. Pero todos esos esfuerzos son insuficientes si quieren seguir avanzando, pues necesitan un laboratorio de robótica que les permita crear más cosas.

No queremos quedarnos estancadas”, dice una de las menores. Sin kit de robótica no pueden crear. En mayo se desarrollará la competencia en Dallas, Estados Unidos y no pudieron ir porque los elementos básicos para crear el robot que piden en la competencia cuestan alrededor de 17 millones de pesos, sin contar que no tienen recursos ni para sacar las visas, mucho menos para pagar la estadía de todas allí.

Los sueños no paran solo con aprender a programar y crear robots de competencia, el profesor y las niñas se propusieron crear un robot que ayude a purificar el agua de sus veredas para evitar más enfermedades en los niños de la región. Si un niño africano pudo dominar el viento, ¿por qué ellas no van a poder crear ciencia para darle calidad de vida a su gente? Se preguntan a diario estas pequeñas que han inspirado incluso a los niños de su colegio. Que ya están haciendo fila para ingresar al club, lo que hacen falta es recursos para poder materializar las ideas y decir que desde el campo también se habla de tecnología, y que esto no es un asunto solo de hombres, sino de una comunidad entera.