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QUIEN ES EL VERDADEO BARCO

Barco puede ser el Presidente elegido con más incógnitas en la historia reciente de Colombia

23 de junio de 1986

Nunca habían elegido los colombianos un Presidente de la República a quien conocieran tan poco. Mal que bien, Betancur o Turbay, López, Pastrana, Carlos Lleras, Guillermo León Valencia, e incluso el gélido y lejano Alberto Lleras, eran de sobra conocidos por el electorado cuando llegaron al solio de Bolívar. Lleras era eso: gélido y lejano. Valencia, fogoso e imprevisible. Carlos Lleras, malgeniado, terco y ejecutivo. Pastrana, sonriente e inocuo. López polémico y distante. Turbay, parsimonioso y -como él mismo advirtió- "sin sobresaltos". Con Virgilio Barco sucede algo distinto. Más que la frase de López sobre su candidatura inevitable: "Si no es Barco ¿quién?", valdría la pena preguntar: "Si es Barco, ¿quién es?".
Porque el caso de Barco es poco usual. "Manzanillo en Cúcuta y técnico en Bogotá", dicen que dijo de él Alberto Lleras, y la frase es buena muestra de la contradictoria imagen que presenta el nuevo Presidente de Colombia. Dejando a un lado el "fervor liberal" y el "miedo a Alvaro", si se trata de racionalizar el motivo por el cual Virgilio Barco fue elegido Presidente por una marejada de votos sin precedentes, habría que fijarse en la asociación que se hace de su imagen con la eficiencia del sector privado, en un país desencantado por la ineptitud del sector público. Barco, para sus electores, es el "gran administrador". Y sin embargo, es uno de los pocos colombianos de su generación que nunca en la vida ha pasado por la empresa privada.
Todos los puestos que ha ocupado han sido públicos, tanto en la burocracia colombiana como en la internacional. El nuevo Presidente ha sido sucesivamente secretario de Obras Públicas de Norte de Santander, secretario general del Ministerio de Correos y Telégrafos (cuando sólo contaba 24 años), concejal del pueblo de Durania y luego concejal suplente de Cúcuta (su principal era Jorge Eliecer Gaitán), representante a la Cámara, senador, ministro de Agrigultura, ministro de Obras, alcalde de Bogotá, embajador en Londres y Washington, director ejecutivo del Banco Mundial, de la Corporación Financiera Internacional y de la Asociación Internacional para el Desarrollo. No ha manejado una finca ni organizado una empresa. Y sin embargo, el país piensa que eligió a un auténtico hombre de empresa.
Inclusive en el Parlamento colombiano, que es un invernadero de profesionales de la política, es difícil encontrar a alguien que tenga más experiencia política que Virgilio Barco y menos experiencia en el sector privado. Ni siquiera los grandes caciques regionales han estado tan alejados como él de la cosa privada. El propio Bernardo Guerra Serna es considerado el as de la feria de ganado de Medellín. Barco es tal vez, con Julio César Turbay, el político colombiano que ha llegado a la Presidencia con menores contactos con la vida no burocrática. Hasta Carlos Lleras o Misael Pastrana, considerados como privilegiados del mundo tecnoburocrático, pasaron por cargos como la presidencia de Celanese antes de ser elegidos a la Primera Magistratura de la nación. Y a pesar de todo eso, en el subconsciente de los colombianos quedó el domingo pasado la sensación de haber elegido Presidente no a un político profesional, sino a un supergerente que va a poner las cosas en orden.
¿Es Barco, entonces, un técnico o un político? Su formación académica es técnica. No la de su adolescencia en Cúcuta, donde sus notas de bachillerato (con la excepción de sexto) están salpicadas de los inevitables "3" (ver facsímil) del alumno distraído, sino la de su juventud en los Estados Unidos. Se graduó allí como ingeniero en el prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology), obtuvo a continuación un master en economía en Boston University y luego la candidatura a un doctorado en economía en el MIT -lo cual lo coloca para la época (años cincuenta) en los más altos niveles académicos del mundo.
¿Un técnico, entonces? La impresión que ha dejado en los que fueron sus colaboradores durante su campaña presidencial no es esa, ni tampoco la ya señalada del "manzanillo en Cúcuta", sino la de un hombre con sentido común, sentido del equilibrio y sentido del Estado. Un estadista. A lo largo de la campaña se evidenció cuáles pueden ser sus procesos mentales a la hora de manejar el país. El nuevo Presidente es, ante todo, responsable. Así como no improvisa verbalmente, tampoco lo hace en materia de decisiones. Todo lo desmenuza, analiza y asimila, y llega a conclusiones únicamente después de confrontar opiniones diversas. Según sus asesores, cuando estudia un tema suele pedir un concepto escrito a los especialistas, y su decisión final resulta ser por lo general un equilibrado mosaico de los diferentes puntos de vista. De ahí que un documento final de Virgilio Barco no se caracterice por su originalidad ni por su impacto, sino por la ausencia de errores graves. Barco no mete la pata.
Otra característica de su estilo de mando, demostrada a lo largo de toda su carrera, es la capacidad para escoger gente y delegar funciones. Barco no pretende ser un "todero": es más bien un director de orquesta, con buen ojo para seleccionar los músicos. Esa cualidad es en buena medida la clave de su éxito y una de las razones por las cuales pudo forjar su imagen de superadministrador. Las otras son más personales: su perfeccionismo, su meticulosidad, su exigencia para con sus subalternos. "Detrás de un escritorio, se crece", -dice a SEMANA uno de sus colaboradores de los tiempos de la Alcaldía de Bogotá. Y otro agrega: "Los que piensan que López o Lleras tienen mal genio no saben lo que se les viene: Barco es bravísimo".
Los mismos Lleras y López, que lo han conocido desde hace muchos años, han advertido de antemano que ese Barco bravo tampoco es, ni mucho menos, una persona manipulable. Hasta el despegue popular de su candidatura, y sobre todo antes de su abrumadora victoria sobre Alvaro Gómez, muchos daban por hecho que Barco sería un juguete en manos de los tradicionales factores de poder: la clase política, la gran prensa liberal y los ex presidentes. Las circunstancias de su triunfo electoral, sin embargo, le otorgan a Barco una legitimidad y un peso específico propios que muy pocos presidentes han tenido en Colombia. Porque no se trató de una simple victoria electoral, secuela mecánica de la obtenida por el Partido Liberal en las elecciones de marzo, sino de una verdadera barrida. Y esa barrida tiene nombre propio: Virgilio Barco Vargas.
Una barrida que, la verdad sea dicha, no se esperaba nadie. Porque Virgilio Barco, al margen de sus propias cualidades y defectos, parecía ser un hombre designado por la suerte para ser Presidente, pero no un jefe capaz de conquistar la Presidencia por su propio esfuerzo. "Un mal candidato, pero un buen Presidente", decian de él sus patrocinadores más cercanos. Desde el principio del Frente Nacional, Alberto Lleras había decidido incluir al técnico bogotano o manzanillo cucuteño en la baraja de presidenciables del futuro, y formar parte del reducido grupo de favoritos del monarca no era cosa de poca monta. El comité bipartidista integrado por Lleras Camargo para impulsar hace veintidós años la candidatura presidencial de Lleras Restrepo, incluía a cuatro: por el Partido Conservador, Misael Pastrana y Belisario Betancur; y por el Liberal, Virgilio Barco Vargas y Hernando Agudelo Villa. Salvo Agudelo, todos han alcanzado la Presidencia de la República. Y ese era el destino marcado de Barco durante muchos años, con la orquestación unánime de la gran prensa liberal y contando inclusive, de una forma que a nadie le pareció fortuita, con la bendición papal de Pablo VI, quien visitó a Bogotá cuando Barco era alcalde. En 1982, pareció llegado el momento. Pero la clase política liberal prefirió jugar a la reelección de López Michelsen, y ante la actitud vacilante de Barco, que dio origen al nacimiento del galanismo como opción antilopista, sus patrocinadores parecieron perder el entusiasmo.
Barco era entonces un cadáver político. Que en sólo cuatro años haya logrado prácticamente sin ayuda recuperarse hasta conquistar primero el apoyo de la maquinaria que antes lo rechazaba y luego el fervor de las masas que no lo conocían, muestra hasta qué punto Virgilio Barco es algo más y algo distinto de lo que los colombianos suponían.-