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¿ Y quién gobierna en casa?

Una propuesta de la esposa del gobernador del Atlántico, Elizabeth de Rodado, ha revivido el debate acerca de cuál debe ser el papel de las primeras damas.

8 de noviembre de 2004

Para muchas de ellas el gobierno de sus maridos es un asunto familiar y no quieren estar al margen. "Ellos no llegan solos, hay que acompañarlos, se elige a la pareja y a la familia", indica Elizabeth de Rodado. Convencida de la necesidad de formalizar la figura de las primeras damas, la señora del gobernador Carlos Rodado ha logrado que se cree un programa en el Atlántico, aprobado en el plan de desarrollo, para convertirlas en 'gestoras de vida'. El programa contempla que ellas gestionen y coordinen políticas sociales que a veces no son prioridad en las agendas de gobierno, tales como la lactancia materna, la alimentación y la educación infantil. También, que se establezca una asociación de primeras damas que manejen programas e indicadores de gestión para proyectos afines.

Con su propuesta resurgió la vieja discusión de cuál debe ser el papel de las esposas de los mandatarios. Antiguamente éste se limitó a que ellas aprovecharan su condición destacada para impulsar proyectos filantrópicos, como conseguir recursos privados para obras sociales. Sin embargo, como dice Lucrecia Ramírez, esposa del alcalde de Medellín, no todas las mujeres tienen vocación para trabajar en temas sociales. "No hay que desconocer su trabajo, dice. Algunas han trabajado mucho y gratis, pero falta dar un salto. Hemos cambiado nuestro rol en la sociedad".

El problema es que una primera dama profesional tiene muchas dificultades para conseguir trabajo porque está impedida para desempeñar cargos públicos o porque sus trabajos privados pueden tener algún conflicto de interés con la función de sus maridos, o porque simplemente pocos se atreven a negarle una petición. "Nos volvemos amas de casa, con pocas oportunidades de conseguir trabajo", señala Elizabeth de Rodado.

A esto se suma que como ya son muchas las mujeres que gobiernan, ha aparecido la figura de los 'primeros caballeros', y entonces el rol tradicional de ayudar en proyectos benéficos no suena tan 'natural'. Es decir, la idea machista de que por ser mujeres se dediquen a los temas de infancia y maternidad queda fuera de lugar.

Y allí es donde surge la polémica. Las primeras damas no tienen responsabilidad legal ni política porque nadie las elige ni las nombra en un cargo específico, pero en sus despachos tienen autoridad sobre empleados públicos. Además se convierten en puentes para acceder a sus maridos o para lograr favores. Por eso, algunas como Elizabeth de Rodado quieren hacer pública y jurídica su participación en el mandato de sus cónyuges.

Su propuesta de 'gestoras sociales', sin embargo, pone sobre el tapete la debilidad o la falta de interés de algunos funcionarios en temas como la sexualidad, la violencia intrafamiliar, la alimentación y la educación infantil. Por eso de una u otra forma siempre caen en las manos de las compañeras de los alcaldes y gobernadores.

"Tenemos mayor sensibilidad para estos temas", dijo la alcaldesa de Alejandría, Antioquia, Orfaneli Henao, quien tiene la doble condición de alcaldesa y primera dama porque su esposo es alcalde de Cañasgordas, también en Antioquia. No obstante, ella también reconoce que el título de primera dama es innecesario si los funcionarios que tienen a su cargo los temas sociales cumplen con su trabajo o si los mandatarios son eficientes. De ahí que algunos gobernantes como Eva Sánchez, alcaldesa de Linares, Nariño, separada de su marido desde hace cuatro años, sostengan que la responsabilidad social es del alcalde y no de su cónyuge. "Hasta el momento no he necesitado una ayuda extra", dice.

Al final, vale la pena preguntarse si no sería mejor que la ejecución de las agendas sociales esté en manos de funcionarios expertos, y si ese experto resulta ser la primera dama o el primer caballero entonces que sus cónyuges los puedan nombrar formalmente en un cargo y respondan por él. De lo contrario, si así lo desean, que usen su posición para impulsar proyectos sociales o de desarrollo privados. O simplemente dejen a sus maridos y esposas cumplir con su deber y ellos o ellas construyan su propio proyecto de vida. El debate aún está abierto.