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QUIEN MANDA A QUIEN

La guerrilla asumió un papel protagónico en la última semana de elecciones y logró influir en los candidatos.

20 de julio de 1998

Por primera vez en los últimos 30 años la guerrilla tuvo una actitud distinta frente al proceso electoral. El domingo pasado no hubo quema de urnas o retención de registradores y sólo se produjeron dos o tres hechos menores de alteración del orden público.
Como la elección de Presidente de la República es un hecho político los alzados en armas decidieron hacer algo inusual y movieron sus fichas políticamente. Y desde ya muchos analistas creen que los insurgentes realizaron una jugada maestra que va a poner en aprietos al nuevo gobierno.
Muy hábilmente las Farc y el ELN se convirtieron en el tema central de la última semana de la contienda electoral e impusieron el tema de la paz dentro de las agendas de Horacio Serpa y de Andrés Pastrana.
Los insurgentes aprovecharon la presión de la recta final de las elecciones y lograron que los dos candidatos presidenciales empezaran a hacer concesiones mucho antes de iniciarse el nuevo gobierno. Faltando pocos días para la segunda vuelta las Farc y el ELN expidieron declaraciones públicas en las que instaron a los candidatos a comprometerse con una futura negociación a cambio del despeje de algunas zonas del país, la persecución a los grupos paramilitares y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población. Serpa y Pastrana respondieron de inmediato y se mostraron dispuestos a cumplir con esas exigencias, en particular la relacionada con el despeje de cinco municipios como condición para el inicio de las conversaciones.
Los insurgentes, sin embargo, no se quedaron ahí y decidieron ladear la balanza. Y esto les correspondió a las Farc, que luego de una visita de Víctor G. Ricardo _uno de los colaboradores más cercanos de Andrés Pastrana_ al campamento de Manuel Marulanda, 'Tirofijo', decidieron anunciar públicamente su intención de reunirse personalmente con el candidato conservador en caso de que fuera elegido presidente. En el mismo mensaje esa organización dejó en claro que el candidato liberal no tenía qué mostrar en el tema de la paz. "El no ha utilizado el poder detentado para trabajar por la paz", dijo uno de los voceros internacionales de la organización.
Esta posición del grupo insurgente más viejo del país fue interpretada de inmediato como un guiño a Andrés Pastrana y un veto directo a Serpa.
Aun cuando esta actitud de la guerrilla pudo haber influido de alguna manera en el resultado electoral, lo cierto es que el nuevo gobierno quedó comprometido a llegar más lejos que cualquier otro en esta materia. Andrés Pastrana no tiene otra opción. Por eso es claro que arranca en una clara desventaja política y militar frente a su interlocutor.
Despejar algunas zonas del país era un punto inevitable en cualquier proceso de negociación, pero retirar la fuerza pública de cinco municipios, es decir, unos 40.000 kilómetros cuadrados, debería ser el resultado de unos acuerdos, no el punto de partida de éstos. Así las cosas, los alzados en armas demostraron una gran capacidad para manejar los asuntos relacionados con la paz y su habilidad política para obtener beneficios a cambio de nada.
Los diálogos de paz arrancan con una guerrilla muy fuerte, que en los últimos meses ha demostrado en más de una ocasión que es capaz de darle duros golpes al Ejército. Al mismo tiempo las Farc tienen otra carta para negociar duro, ya que más de 60 miembros de las Fuerzas Armadas, entre soldados y policías, están en sus manos desde hace varios meses.
Con todos estos antecedentes muchos esperaban el primer planteamiento del presidente electo sobre la paz. El domingo en la noche Pastrana se mostró dispuesto a comenzar de inmediato los contactos personales con los grupos alzados en armas y reiteró que una vez se posesione despejará militarmente cinco municipios para sentarse a la mesa de negociaciones. Al mismo tiempo fue muy claro al afirmar que hablará con la guerrilla por un lado y con los grupos de autodefensa por el otro. Y advirtió que a estos últimos no les dará estatus político y que si se empeñan en continuar su guerra privada los perseguirá sin tregua.
Pero más allá de este primer paso Pastrana tiene que armar una estrategia de negociación sólida y seductora que no lo muestre en desventaja pero que tampoco saque corriendo a sus interlocutores. Aun cuando exista la decisión política del nuevo gobierno para abordar tan espinoso asunto, muchos se preguntan quiénes serán los asesores de un presidente sin experiencia. Para cumplir esta tarea empiezan a barajarse nombres, entre ellos los de Rafael Pardo y Augusto Ramírez Ocampo, sin descartar al propio Nobel Gabriel García Márquez. Tras las declaraciones más recientes de los comandantes de las Farc y del ELN _en cabeza de 'Tirofijo' y Nicolás Rodríguez Bautista, alias 'Gabino'_ y del nuevo presidente Andrés Pastrana, parece que el ambiente está listo para la tan esperada negociación.
Llegar a un acuerdo de paz es prioridad nacional. Y lo cierto es que, a pesar de las señales de humo enviadas por la guerrilla, una negociación de paz necesita mucha paciencia y cabeza fría. En este tema Andrés Pastrana tiene mucho que perder, así que debe medirse para no cometer errores porque el remedio puede ser peor que la enfermedad.