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'Quiero todo el Country'

El alcalde de Bogotá explica para SEMANA por qué quiere mucho más

Enrique Peñalosa
28 de febrero de 2000

Para una ciudad los parques son tan necesarios como las escuelas o los hospitales. Son indispensables para la salud física y espiritual, para la integración social, para la calidad de vida. Un gran parque puede cambiar por completo la calidad de vida de millones de personas por muchas generaciones. Es el caso del gran parque que debe hacer la ciudad en los terrenos que hoy pertenecen al Country Club de Bogotá.

Con gran visión los socios del Country adquirieron y desarrollaron los predios que hoy ocupan en los años 40. En esa época el club quedaba en el campo, rodeado de fincas sabaneras. Gracias a los socios del Country la ciudad hoy puede hacer un parque formidable que contribuirá en este país, agobiado por los conflictos, a construir una sociedad más igualitaria y más feliz.

Es verdad también que todos los bogotanos de alguna manera son socios del Country. Porque el club, con 111 hectáreas en uno de los sectores más valiosos de la ciudad, se ha beneficiado de un tratamiento tributario preferencial, muy peculiar si se tiene en cuenta que no cumplía una función social significativa ya que su uso es privado y el resto de ciudadanos no tienen siquiera acceso a la vista de los terrenos. Lo que la ciudad ha dejado de cobrar en impuestos representa el aporte ciudadano, que ahora debe recuperarse en el precio relativamente bajo de adquisición, que corresponde a unos predios cuya destinación puede ser exclusivamente área verde metropolitana.

Cualquier día entre las 5:30 a.m. y las 7:00 a.m. cientos de ciudadanos trotan en el parqueadero de Unicentro. A sólo cuatro cuadras de 100 hectáreas de parque con exenciones tributarias al que no tienen acceso. Esos ciudadanos que trotan están entre aquellos que conceden tratamientos tributarios preferenciales al Country. Ahí hay algo que no parece muy congruente.

Nuestra administración le ha dado una gran prioridad a los parques. El caso del Country está lejos de ser el primer proyecto de parque, o de parque grande, o incluso de parque con algún potencial de conflicto para su realización. La recuperación de un espacio público que parecía irremediablemente perdido en San Victorino se llevó a cabo con un gran costo político y económico, pero pronto será una hermosa plaza que contribuirá a que el centro de Bogotá y de Colombia cumpla su función integradora e institucional. El gran parque Tercer Milenio, demoliendo un equivalente a 19 plazas de Bolívar, en los sectores denominados como ‘El Cartucho’, no obstante la oposición de poderosas organizaciones criminales y de toda suerte de dificultades, avanza a toda marcha. Logramos recuperar también 33 hectáreas de parque alrededor del parque Simón Bolívar, uno de los más céntricos de la ciudad, que otra administración había entregado a los equipos Santa Fe y Millonarios. Ese proceso también fue difícil y costoso políticamente. La cantidad de parques, construidos o en construcción, y el monto del presupuesto destinado a este fin, demuestran claramente que el caso del parque del Country es sólo parte de un gran proyecto.

En el primer artículo de nuestra Constitución, como de todas las Constituciones, se estipula que nuestra organización social se basa en la prevalencia del interés general sobre el particular. Convertir el Country en un parque beneficiaría a millones de personas por muchas generaciones.

Para hacer esa formidable contribución a la calidad de vida y la competitividad de la ciudad, 1.200 socios tendrían que conducir unos kilómetros más hacia las afueras de la ciudad, hasta la sede del nuevo club que podrían hacer con el dinero que recibirían por su sede actual. Hay jóvenes de 20 años, con madres, hermanos, novias y ganas de vivir, que están muriendo por nosotros en combates en las selvas en este momento. Ese sacrificio por el bien común contextualiza el esfuerzo que la sociedad solicitaría a los socios del club.

Tener acceso a un hermoso parque de 100 hectáreas le cambiaría la existencia a por lo menos dos millones de personas, que podrían ir allí a pasear el bebé, trotar,caminar, sentarse a leer en medio del verde.

Para asimilar el tamaño del parque del Country se puede señalar que equivale a 85 parques de la 93; 95 veces la Plaza de Bolívar. El impacto positivo sobre la calidad de vida sería tan grande que incluso haría a Bogotá más atractiva para los funcionarios de las empresas transnacionales, lo que redundaría en mayores niveles de inversión, crecimiento y empleo.

La adquisición de inmuebles de propiedad privada para proyectos de interés común, ya sea mediante negociación o expropiación, no tiene nada de excepcional. Se lleva a cabo permanentemente para construir vías, parques, colegios. Con frecuencia es indispensable tumbar la casa de ancianos que habían pasado allí toda su vida, forzar a ciudadanos a que cambien el barrio donde tenían sus vecinos y amigos de décadas. El bienestar general prima sobre el particular.

Es necesario pasar por el predio del Country para continuar por la avenida Jorge Uribe Botero, que ya está casi lista hasta la calle 170. Pero independientemente de que el Country se convierta en parque o quede como club, lo ideal es que esa vía pase enterrada o semienterrada. En ese tramo sin tuberías ni cables enterrados es relativamente económico hacer esto.

Todos los clubes dentro de la urbe con extensas áreas verdes que gozan de los privilegios tributarios que implica la clasificación de zona verde metropolitana deberán convertirse en parques con el tiempo para hacer una ciudad más igualitaria, más amable, más feliz. ¿Por qué el Country y no otros ahora? Por dos razones sencillas: porque el Country está ubicado en el centro de una inmensa zona mucho más densamente poblada que las zonas circunvecinas de otros clubes. Y segundo, porque tomando cada club como epicentro de un gran círculo dentro del cual se cobraría la valorización, hay mucha más capacidad de pago de valorización en el Country que en cualquier otro club.

Con los socios del Country podría haber muchos esquemas de negociación. Por ejemplo, ellos podrían mantener los lotes de la cancha de polo y del campo de prácticas de golf, a los que el Distrito podría dar norma para su desarrollo en altura con alta densidad. Los recursos obtenidos por el desarrollo urbano de estos lotes, más lo obtenido por la venta del resto, les dejarían recursos para hacer uno de los clubes más extraordinarios del mundo, por ejemplo en Sopó.

Quien crea que convertir el Country en un parque es útil políticamente no ha evaluado la inteligencia y el poder que están concentrados en el Country. Es obvio que lo más conveniente políticamente es no tocar el Country.

A nivel personal yo tengo muchos amigos socios del Country y quiero y admiro de manera especial algunos de ellos. Muchos de ellos me han ayudado en momentos difíciles y les agradezco. Esto de ningún modo es un asunto de enemistades. En caso de que el proyecto avance, debe hacerse de la manera que incomode menos a los socios, que les dé un tratamiento respetuoso y justo. La ciudad debe agradecer para siempre a los socios que reservaron ese terreno, que beneficiará a millones hacia el futuro.

El único objetivo es construir una ciudad más amable y más feliz. ¿Imaginemos lo que ese parque puede significar para un niño o un anciano en Cedritos o Multicentro? ¿Imaginemos lo que ese parque puede significar en términos de calidad de vida para la Bogotá de los próximos 100 ó 200 años? Aunque todos los socios actuales del Country suponen que sus nietos y bisnietos van a ser socios del Country , es muy probable que para muchos de ellos esto no sea posible. Pero todos van a poder tener acceso al parque.

Hacer el parque del Country está lejos de ser una realidad. Es necesario terminar los estudios financieros, evaluar el interés de los beneficiarios que pagarían la valorización, aprobar la valorización y eventualmente ajustes a las normas en el Concejo. Lo que es fundamental, es que la ciudadanía tome conciencia de que esos terrenos deben convertirse en parque.