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Rambo versus James Bond

Las dos corrientes más prevalecientes en seguridad pueden resumirse en que una está basada en la demostración y uso de la fuerza, y la otra, en la inteligencia y los recursos preventivos.

Joaquín Villalobos*
12 de septiembre de 2004

Comparando la seguridad de los aeropuertos europeos y estadounidenses podemos ver la diferencia; en los primeros la seguridad no es visible y las molestias son pocas, en los segundos la seguridad es ostentosa y se molesta a todo mundo. Las películas americanas lo dejan más claro cuando presentan a policías y militares como tipos matones, rudos y justicieros, a quienes cuando la ley les estorba la hacen a un lado. Rambo o el Exterminador son los modelos y no hay mucha diferencia entre ellos y la realidad. James Bond, como contrapartida europea igual, es un superhombre, pero mantiene los modales y se subordina a su majestad.

Analizando experiencias y sin hacer juicio sobre buenos o malos, sino sobre la eficacia, podemos adentrarnos en el tema. El ejército salvadoreño, durante el conflicto, estuvo bajo influencia americana; en octubre de 1980 realizó operaciones y centenares de arrestos en el departamento de Morazán y los abusos no eran lo dominante. La realidad es que las operaciones estaban siendo exitosas y muchos rebeldes se entregaban al ejército. Pero el coronel que dirigía las operaciones ordenó que algunos de los prisioneros fueran lanzados vivos desde un helicóptero. El miedo al ejército se transformó en odio y la mayoría de los rebeldes decidieron continuar en la lucha.

En diciembre de 1981 el ejército realizó en la misma zona otra gran operación. Los jefes de la guerrilla teníamos problemas para que nuestros combatientes aprendieran a realizar operaciones ofensivas, y estaba creciendo la idea de que no era posible luchar contra un enemigo que nos superaba en fuerza y medios. Aplicando su doctrina el ejército asesinó entonces a 900 campesinos con la idea de quitar el agua al pez y atemorizar a quienes pensaran incorporarse a la insurgencia. La masacre generó tal indignación que la incorporación creció; en horas logramos que nuestra fuerza tomara la ofensiva y aniquilara a una compañía completa del ejército en el mismo lugar de la matanza. En adelante el ejército sufrió centenares de derrotas militares y, en tres años, le fueron capturadas más de 5.000 armas y no menos de 3.000 prisioneros. La regla también valió en el sentido inverso, en los pueblos donde los guerrilleros realizamos ajusticiamientos numerosos de civiles, el apoyo al ejército creció y fue imposible recuperar la confianza de la población.

El asesinato de monseñor Romero en 1980 en El Salvador es hijo de esta misma doctrina. Se temía que monseñor llamara a una insurrección y por ello se le eliminó. En un conflicto existen siempre actores no armados que el fanatismo de los bandos provoca que se les identifique con su contrario y como los culpables de todo. Los que se constituyen en dirigentes importantes suelen tener un enorme poder simbólico y atacarles sólo sirve para generalizar los conflictos. Filipinas, Nicaragua y El Salvador sufrieron las consecuencias de ese tipo de decisiones. La eliminación reciente de un líder religioso paralítico en Israel es igual, independientemente de su vinculación con el terrorismo, porque su valor simbólico aumentó con el asesinato y ello contribuirá a que crezca el terrorismo contra Israel. El crimen de monseñor Romero transformó una lucha política social en guerra civil.

Los derechos humanos eran considerados un tormento por los militares, sin embargo, cuando el ejército trataba bien a los prisioneros, las deserciones de guerrilleros aumentaban y, cuando aplicaban una política represiva, las deserciones cesaban. El buen trato que la guerrilla daba a los soldados y oficiales que se rendían no tenía sólo una base ética, sino que también era una política para "descomponer moralmente las filas contrarias". Pese a que se registraron algunas ejecuciones por parte de la guerrilla, el buen trato fue una política altamente exitosa, que dio lugar a que los soldados se rindieran con mayor facilidad. Eficacia y buen trato van juntos, e igualmente prepotencia e ineficacia. El uso extremo de fuerza produce resultados temporales, pero hace perder legitimidad, ventaja moral y retroalimenta los conflictos. El ejército guatemalteco ganó a costa de matar centenares de miles de indígenas, pero ese país alberga el conflicto étnico más peligroso de toda Latinoamérica.

La doctrina europea de seguridad usó la fuerza de manera brutal y despiadadañ el comercio de esclavos negros y las cámaras de gas fueron inventos europeos. Pero a fuerza de realidad entendieron y cambiaron. Sir Robert Thompson, el más destacado experto británico en el tema, sostiene lo siguiente: "Si el gobierno no se adhiere a la ley, pierde el respeto y fracasa en cumplir la obligación contractual con su pueblo. Esto conduce a una situación en la cual en lugar de insurrección existe, para todo propósito práctico, una guerra civil en la que ningún lado tiene el derecho de reclamar ser gobierno". Sobre la tortura y la ejecución de prisioneros es enfático, "no importa el tamaño de la provocación, ambos son crímenes y lo segundo, asesinato", y acerca de respetar la legalidad dice: "Cuando el gobierno se coloca en la posición de proteger inocentes, coloca a los terroristas en la posición de criminales", y algo todavía más contundente: "La caballerosidad en la guerra puede ser un arma sumamente eficaz en debilitar la voluntad de resistencia del oponente, a la vez que aumenta la fuerza moral propia".

El supuesto incendio que mató un centenar de pandilleros en Honduras o las torturas a los prisioneros iraquíes son torpezas producto de la prepotencia. El modelo de fuerza es intolerante y asume que todo mundo es sospechoso; el preventivo es tolerante y confía en la gente. El primero se basa en el aparato; el segundo, en los ciudadanos; el primero es ciego y supone los riesgos; el segundo conoce los riesgos y controla los focos críticos; el primero no tiene información y reacciona a los hechos; el segundo tiene información y evita los hechos. Al primero no le interesa ser amable, supone que la gente debe temer a la ley; para el segundo ser amable es esencial porque necesita de la comunidad para ser eficaz. Para el primero seguridad es tener muchos policías controlando a la sociedad, para el segundo seguridad es que los ciudadanos estén en control de la sociedad.

* Ex comandante de la guerrilla salvadoreña