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Regreso a casa

El traslado de Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela de la cárcel La Picota en Bogotá a la prisión de Palmira deja más preguntas que respuestas.

30 de octubre de 2000

El general Luis Ernesto Gilibert se encontraba solo en su despacho el jueves pasado en la noche cuando su secretaria le anunció que un funcionario del Instituto Nacional Penitenciario (Inpec) lo requería con urgencia. Sorprendido por la visita el director de la Policía se reunió de inmediato con el emisario del Inpec, quien sin mayores rodeos le informó al general que se acababa de ordenar el traslado de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela de la cárcel de La Picota en Bogotá a la prisión de Palmira, Valle.

La noticia desconcertó al general Gilibert por varias razones. La primera, porque en el pasado las decisiones sobre traslados de presos eran discutidas, consultadas y analizadas con el comandante de la Policía. La segunda, porque el argumento de que el traslado había sido autorizado por razones de salud de los Rodríguez Orejuela no era un tema nuevo para el alto oficial. Cuando se desempeñaba como subdirector de la institución los abogados de los jefes del cartel de Cali habían solicitado en tres oportunidades el cambio de cárcel, aduciendo problemas de salud y los inconvenientes de seguridad que se estaban presentado cada vez que los Rodríguez tenían que ser trasladados a la Clínica Shaio para los correspondientes exámenes. En su momento las tres solicitudes habían sido rechazadas.

Y, en tercer lugar, el corto tiempo que se tenía para montar un operativo que garantizara la salida de la cárcel de La Picota rumbo al aeropuerto El Dorado y después del terminal aéreo de Cali a Palmira. El general Gilibert no quería correr ningún riesgo. Pero la orden del ministro Rómulo González era perentoria: había que trasladar a los Rodríguez Orejuela en menos de 12 horas y la responsabilidad de ese operativo quedaba bajo la responsabilidad del recién nombrado director de la Policía. Fue una larga noche para el general Gilibert quien, junto con sus más cercanos colaboradores, pasó en vela diseñando la operación.



Las peticiones

La historia de este nuevo capítulo de los Rodríguez Orejuela se había comenzado a escribir unas semanas atrás cuando sus abogados presentaron al Inpec una solicitud de traslado fundamentada en los exámenes practicados por galenos de Medicina Legal, quienes confirmaron que Gilberto Rodríguez tenía serios problemas cardíacos y Miguel Rodríguez una delicada afección renal. La misiva de cambio de prisión fue dirigida al Inpec con el argumento jurídico de que los presos condenados ya no están bajo las órdenes de la Fiscalía ni de los jueces, quienes definieron su suerte jurídica.

Pero los abogados fueron mucho más allá de las razones médicas: “Es un derecho que tienen los sindicados y condenados en pedir que los trasladen a una cárcel que sea vecina a sus casas. No hay que satanizar la decisión de cambiarlos de prisión”, señaló Germán Navarro, apoderado de los Rodríguez Orejuela.

Desde de que la solicitud de traslado de los Rodríguez Orejuela llegó al despacho del director del Inpec, general (r) Fabio Campos Silva, se inició una serie de consultas reservadas con el ministro de Justicia, Rómulo González. Este ordenó una verificación de los documentos médicos que fueron adjuntados por los apoderados de Miguel y Gilberto Rodríguez. En ellos se señalaba que desde su reclusión en la cárcel de La Picota, hace cinco años, los jefes del cartel de Cali venían presentado serios problemas de salud originados por la altura de Bogotá y por la humedad de las celdas.

También los abogados adjuntaron las historias clínicas, en las que se reseñaban las veces en que los Rodríguez habían tenido que ser trasladados de urgencia a la Clínica Shaio y de los riesgos de seguridad que se corrían en esos movimientos, que implicaban más de una hora de camino entre La Picota y la clínica.

Después de analizar esa documentación el ministro Rómulo González y el director del Inpec, Campos Silva, se reunieron el jueves en la mañana y decidieron que había llegado la hora de cambiar de prisión a los dos hombres más importantes del cartel de Cali, quienes habían sido capturados por la Policía a mediados de julio de 1995.



¿Por que Palmira?

Autorizado el traslado, las preguntas comenzaron a flotar en el aire. La primera era por qué Palmira y no la cárcel de Valledupar, que está a nivel del mar y que además está lista después de una cuantiosa inversión que la ha convertido en la prisión más moderna y más segura del país. La penitenciaría de Palmira ha estado en las noticias de primera plana por los problemas de inseguridad y de corrupción dentro del penal. Allí, a plena luz del día y en el campo de fútbol, fue asesinado Helmer Herrera, uno de los socios más importantes de los Rodríguez. Ese episodio ocurrió el 5 de diciembre de 1998. Quince días después una menor de edad fue encontrada asesinada en la celda de Jatin Pinto, señalado como uno de los jefes del narcotráfico de la Costa. El dictamen forense determinó que la víctima había sido drogada y violada dentro del penal.

Un informe de una comisión conformada por expertos estadounidenses en el tema carcelario y que durante varios meses visitó los principales centros carcelarios del país, señalaba en uno de sus apartes que la cárcel de Palmira presentaba serias deficiencias estructurales y de seguridad y que por lo tanto no era aconsejable mantener internos de máxima seguridad.

Sin embargo en ese pabellón de máxima seguridad están hoy recluidos los principales cabecillas del narcotráfico del Valle. Entre otros reclusos se encuentran Iván Urdinola, señalado como el jefe del cartel de norte del Valle; Phanor Arizabaleta, Víctor Patiño Fómeque y Henry Loaiza, quienes en el momento de sus capturas fueron señalados por las autoridades como pesos pesados del negocio del narcotráfico. A ese pabellón fueron llevados el viernes a las 6:30 de la mañana los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela.

En rueda de prensa el ministro de Justicia, Rómulo González, señaló que los errores del pasado en la cárcel de Palmira se habían corregido y que ahora era un centro de reclusión que contaba con una excelente seguridad y que por lo tanto no había ningún problema en mantener como internos a los Rodríguez Orejuela. Sin embargo hace unas semanas de la cárcel de Palmira se voló ‘Julián’, comandante guerrillero del ELN, señalado por las autoridades como el autor del secuestro de los feligreses de la iglesia de La María.

Por el momento no se conoce una razón de peso que justifique el traslado de los hermanos Rodríguez. La decisión fue tan sorpresiva como controvertida. Las agencias antidrogas de Estados Unidos con base en Colombia prefirieron guardar silencio. Ellos también se llevaron una gran sorpresa con la determinación del Ministro de Justicia. Por lo pronto, lo único claro es que Miguel y Gilberto Rodríguez regresaron a su terruño y todo parece indicar que en la cárcel de Palmira, cerca de sus familiares y antiguos socios en el negocio de las drogas, purgarán sus últimos años de prisión.